lunes, 8 de diciembre de 2014

Orcoslauf

   Verdaderamente ya no nos fiamos nada de las previsiones del tiempo. Hace semanas que dice que dos días más tarde va a nevar. Y las cosas como son: frío hace, especialmente por las tardes (curiosamente más que por las mañanas); después de mucho esperar, parece que ya cae alguna precipitación. ¡Pero de nieve nada! ¡Nada de nada! Al menos en Sankt Johann. En las montañas ya ha nevado, y el otro día vimos muchas luces en Alpendorf, no sabemos si es que lo festejaron.

   Hace una semana conocimos la nueva casa de un amigo del trabajo. La verdad es que el tipo la ha decorado bien. Es una casa pequeñita, pero más que suficiente para una sola persona. Y todos encontramos algo que nos gustó especialmente: unos sofás bien cómodos, una pantalla grande, un baño espacioso y limpio, variedad de bebidas... A mí me llamó mucho la atención su mesa de comedor: una madera oscura finamente labrada. Casi podía imaginarme un fino ajedrez de marfil encima.

   Pasamos la noche hablando y jugando a las cartas. Ya no recordaba cómo se jugaba a "burro" ni a "mentiroso".

   Otra cosa que hemos hecho últimamente ha sido adornar nuestra casita. Porque como matrimonio, como familia bien avenida que somos, nos gusta adornar nuestra casita para sentir el espíritu navideño. En una tienda Lagerhaus del puebo encontramos tanto figuras de Belén como un árbol. Nuestro casero nos ayudó una noche a ir a buscar el árbol: un abeto gordo tipo barrilete, como un servidor, jeje. Durante la semana siguiente conseguimos las luces del mismo Lagerhaus, las bolas (rojas y doradas) del Billa, unas cintitas para adornar... También tenemos comprados los regalos para la familia, y los hemos puesto al pie del árbol como marca la tradición.

   La verdad es que la Princesa hizo la mayor parte del trabajo. Tiene un gusto exquesito (anteriormente quesito), y adornó tanto buena parte del árbol como los regalos. Sólo nos ha faltado hasta ahora una estrella para coronar la punta, pero no hemos conseguido encontrarla. Tan sólo hemos encontrado unas estrellas de oferta en el Lidl, pero parecían más grandes que mi cabeza, esto es, considerablemente grandes.

   Parece que despertamos la envidia de nuestra casera, que también quería comprar uno. Cada vez que nos veía nos decía "Sí sí, mañana vamos a ir de compras y a ver si nos llevamos uno". Como para tantas cosas, parecía muy ilusionada, pero su hombre-pareja-sentimental-íntima es el Hombre del Mañana. Parece que bastante a menudo le da largas "sí, sí, mañana vamos", etc. 

   Pero no, porque nos hemos asomado hace un momento y parece que este fin de semana finalmente sí han comprado un árbol: un tronco algo flaco y desramado si preguntan nuestra opinión, pero supongo que todavía tiene tiempo de adornarlo un poco más y disimularlo.

   Nuestro Belén está bonito: tiene a San José, a la Virgen, al angelito, el burro, el we... perdón, el buey, y el niñito estará el día 25 que es cuando nace. En España no recuerdo que nunca siguiéramos esa tradición de no tumbar al niño hasta el día de Navidad, pero le encuentro bastante sentido; y qué diablos, en España pusimos de moda incluir a un pastor haciendo de vientre. Es un Belén pequeño, pero montado con mucho cariño. Que de eso en esta casa hay más que suficiente. :-)

   Este fin de semana ha sido largo, porque aquí, como en España, se declara festivo el día de la Inmaculada Concepción. La Inma para los amigos. Como países oficialmente laicos que somos. No vamos a quejarnos de librar un lunes, oye. Lo hemos aprovechado para que mi Príncipa, que es la mejor entre las mejores en muchos sentidos y entre otros en la cocina, me enseñe hoy a preparar un pollo agridulce.

   Con autocrítica, debo decir que aún me queda mucho recorrido. Nos ha quedado un plato muy rico, pero creo que ha sido sobre todo por su ayuda. A mí me ha parecido algo relativamente sencillo de hacer; no tanto de memorizar. Hay que seguir muchísimos pasos, preparar varias cosas por separado, etc. Se necesita un auténtico libro de instrucciones. Y la cocina requiere de práctica, porque no hay una medida para saber cuánta harina hay que echar a una pasta: se va viendo lo que se necesita. Lo dicho, práctica, saber un poco cómo se comportan los ingredientes. Por eso digo que ha salido bien, pero que me queda mucho por recorrer todavía.

   Ay eso sí, luego a la tarde ella ha preparado unos buñuelos que estaban para chuparse los dedos. Literalmente, me los he chupado: me encanta cómo se me quedan los dedos llenos de azúcar para llevármelos a la boca. ¡Y no para morderme las uñas!

   En eso, en lo de las uñas (hay que ver de qué manera más curiosa voy hilando temas en mi cabeza), hemos llegado a un acuerdo a ver si funciona: cada vez que me muerda una uña, a razón de uña/día, le tengo que dar un euro. ¿Y qué creen? ¿Que dejé de mordérmelas? Bueno, de momento le he dado dos euros y, a falta de monedas, le debo cuatro más. O dejo de morderme las uñas, o acabará siendo ella la que guarde el dinero en una cuenta corriente.

   ¡Que no! ¡Tarde o temprano funcionará! ¡De verdad que sí! ¡Lo espero, lo espero, lo espero!

   ¿De dónde vendrá mi onicofagia crónica? ¿Será algún trauma de pequeño? ¿Me las he mordido desde siempre? No consigo recordar. Hasta donde alcanza mi memoria sí, pero tengo una especie de laguna mental entre los siete y los diez años de los que no recuerdo casi nada, y de antes no recuerdo que ya me las mordiera. Cuando mi hermano rodó cierto cortometraje (que esperamos volver a ver algún día) y yo contaba con seis añitos, hubo un accidente que me hizo perder una uña completa. Y no recuerdo que por aquel entonces me las mordiera. Quizá fue cuando empezó, quién sabe.

   Bueno, hoy estoy escribiendo el post más aburrido de la historia desde que Zapatero decidió hacerse blogger. Bueno, hasta donde yo sé Zapatero no es blogger, pero si lo fuera, seguro que sus posts harían dormirse a los árboles. Pero es que he dejado lo más entretenido para el final:

   Krampuslauf.

   Si he entendido bien el folklore, parece que San Nicolás, santo patrón venerado por estas partes, expulsó al diablo de algún sitio. Así que la gente por aquí tiene la costumbre de celebrar el día de San Nicolás, 6 de diciembre, con un desfile cuanto menos curioso, conocido como Krampuslauf:

   el desfile es de grupos de... ¿personas normales?, disfrazados, uno como San Nicolás (una especie de Papá Noel convertido en Papa... o sea, que es por partida doble el Papa Noel), un par de chicas como ángeles repartiendo dulces (aunque a nosotros no nos dieron un triste Sugus), y una decena de locos como unos demonios locales llamados Krampus.

   Los Krampus se parecen en lo bonito a mi hermano (a ver cuál de los dos se da por aludido, jejeje soy malvadoooooo): si alguien ha visto El Guerrero Número 13, es una especie de mezcla entre los Bendorf de esa película y los orcos de El Señor de los Anillos con cuernos satánicos. Sus rostros son oscuros, sus narices largas como las de las meigas, su expresión es conscientemente desagradable. Visten con harapos sucios, y no es porque hayan estado bebiendo. Se arman con unas ramas de árbol y van pegando a la gente.

   No, no es una representación: ¡los muy brutos van hostiando realmente al personal! Hubo un desfile el viernes y otro el sábado. Nosotros fuimos al del sábado, en el que había unas vallas. Un amigo nos dijo que las vallas las habían puesto porque el desfile de Sankt Johann, al que iban grupos de varios pueblos de alrededor, era muy turístico, y algunos años a los Krampus se les había ido la mano sacudiendo a los transeúntes. Pero que, de hecho, en los pueblos pequeños, menos turísticos, no hay vallas, e ir a verlo, es peligroso.

   Ah, si llegamos a entender por qué nuestra casera dijo que prefería no ir porque les daba miedo. Unos amigos nos dijeron que ellos ya habían ido a otro desfile y que todos habían recibido algún golpe. Yo creí que podría pasar la noche prudentemente lejos de ellos. ¡Bobo de mí! Me llevé dos buenos ramazos en las piernas, y mi queridísima Príncipa recibió otro, ¡y eso no puedo tolerarlo! Tuve que matarlo.

   No, no maté a nadie, pero habría estado justificado, desde mi punto de vista.

   Además, ¿qué hace San Nicolás mientras los Krampus sacuden con la vara a los pobres peatones? Nada. Absolutamente nada. El Nico (que desde que leo la Biblia tenemos mucha confianza) camina, mira a los lados, sonríe y saluda cual Borbón drogado, como si la cosa no fuera con él. ¿Expulsa a los demonios? ¿Protege al pueblo? No. Mira a los lados, sonríe y saluda. En lo mucho que ayuda al pueblo, parece ser un político.

   De hecho, había guardias de seguridad para proteger a la gente. ¡Y yo vi, con estos ojos preciosos (humildemente) y diminutos que Dios me ha dado, cómo uno de los Krampus le soltaba un ramazo a uno de los guardias! Ay, en los años 30 esto no se permitía en Austrrrrrria.

   Otra cosa típica de aquí durante la celebración de San Nicolás es beber vino tinto caliente. No caliente - del tiempo como normalmente se toma el vino tinto: vino calentado, que se sirve casi hirviendo. A mi Príncipa le gustó mucho. A mí no me encantó demasiado. Después del primero me tomé una cerveza, y de ahí pasé a la Coca-Cola. Creo que me estoy haciendo mayor.

   Pero sí, desde luego que hacía falta alcohol para olvidar la imagen de aquellos demonios infernales pegando y humillando a la gente cual antidisturbios en manifestación estudiantil. La verdad es que fue bien divertido: los golpes dolían mucho en el momento, pero el escozor se pasaba rápido. Quizá porque uno estaba más pendiente del frío que hacía.

   ¡En la próxima fiesta espero que haya dragones!
   
« Estos orcos no vienen de Mordor. »
- "El Señor de los Anillos" (film)
 PD: En la foto salí guapo, pero no entiendo por qué el maldito demonio feo y sucio quiso ponerse a mi derecha y no en el centro.

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