domingo, 28 de diciembre de 2014

Esta noche es Nochebuena

   Hay una aventura que me aconteció hace unas semanas, y de la que hasta ahora no había referido nada. No fue por interés ni por vergüenza (aunque pueda parecerlo), sino simplemente porque no me acordé de hablar de ello. De verdad. Que sí. Que lo prometo.

   Ocurrió en los albordes del doceavo mes del año, en una noche de cielo despejado y frío extremo, que el Bardo que escribe estas líneas se dispuso a afeitarse la barba. Con maquinilla. Porque cuando un Bardo tiene un pulso que le impide robar panderetas, no es aconsejable que se intente afeitar con cuchilla. Ocurre que este personaje tiene unas patillas muy pobladas, algo comparable a Vicente del Bosque o al padre de Zipi y Zape. Así que, de vez en cuando, tiene que recortársela un poco, también.

   Este día, el Bardo, que tiene menos luces que el camerino de Steve Wonder, pensó: "Ey, ahora tengo una máquina recortadora con un cabezal. Quizá con esto me pueda recortar las patillas más fácilmente". Este personajillo con la cabeza menos amueblada que un piso recién construido, agarró la máquina recortadora, con el cabezal a la longitud mínima; la encendió; la colocó en la parte inferior de la patilla; y la hizo avanzar con un movimiento decidido hacia arriba.

   Flash.

   El Bardo, que demuestra ser tan inteligente como una top model en un concurso de televisión, se quedó sin patilla y sin un buen pedazo de su, por otra parte, hermosa cabellera en la parte superior de la oreja.

   Sí, así fue como ocurrió. Afortunadamente, mis amigos, tengo a mi lado a una persona estupenda y maravillosa, a la que amo con locura, y que está llena de recursos. Durante dos semanas se estuvo despertando a la misma hora que yo para aplicarme algo de maquillaje (un lápiz oscuro) en la zona que me había quedado calva. La patilla, por supuesto, fue insalvable, y lo que hice fue cortarme también la otra. Pero la calva se disimuló muy bien, y ni en la oficina ni en la escuela nadie se dio cuenta nunca. O, al menos, no tuvieron el valor para decírmelo sin reírse. Eso sí, durante ese tiempo, por miedo a que el maquillaje se desprendiera, no utilicé ni gorro ni auriculares para escuchar música.

   Pero no hay que preocuparse ni sufrir. Mi pelo ha retornado. Mi larga y sedosa cabellera vuelve a ser la envidia de Legolas, y la dejo ondear al viento cual pendón sobre la torre de un castillo.

   Fue cuanto menos curioso ir a trabajar el 24 de diciembre. A mí ya me habían dicho que sólo se trabajaban cuatro horas (la mitad del día), y sabía que todos mis compañeros se iban a pedir ese día como vacaciones. Lo que no me imaginaba yo era que, al llegar a la oficina, me encontraría todas las puertas cerradas. El sistema de seguridad que tenemos (con un chip) para abrirlas no funcionaba. Y yo me empezaba a plantear si no ocurriría como en el día siguiente de la fiesta de Navidad, y estaba obligado a pedir vacaciones.

   Tenemos un horario flexible, y yo normalmente entro a trabajar a las siete de la mañana. Decidí esperar por lo menos hasta las ocho a ver si aparecía la gente de la recepción. No tuve que esperar tanto. A las siete y diez, alguien debió de entrar por otra puerta del edificio (imagino que con una contraseña), y el sistema de apertura de puertas empezó a funcionar.

   Fue un día muy aprovechado, realmente. Estuve mirando trenes. Estuve buscando coche. Estuve llamando a la embajada mexicana para preguntar si debíamos validar nuestro matrimonio allí (sí, debemos, y sospecho que en España también deberíamos). Trabajé un poco, aunque parezca mentira. Aprendí a hacer un script en ventana de comandos de Windows. Ay, cómo echo de menos Linux. Pero en general fue una mañana algo aburridilla.

   Luego ya fui a casa, con mi Princesa, dispuesto a disfrutar la maravillosa Nochebuena que pasaría con ella.

   Nos pasamos el día cocinando. Realmente desde el día anterior, ya que el lomo mechado se había quedado marinando dentro del frigorífico. Pero, aparte de eso, había ensalada de manzana, spaghetti verdes, puré de patatas y mucho, mucho amor.

   Como en mi familia nunca hemos tenido demasiada tradición de Nochebuena, seguimos las tradiciones de la Princesa. Esperamos hasta medianoche, hasta que dieron las campanadas de Navidad. Entonces acostamos al Niño Dios (nuestro Belén había estado ausente de niño hasta ese momento). Lo cantamos un poco. La Princesa se emocionó. Creo que para ella ha sido un poco difícil, o encontrado, hacer esto por primera vez sin su familia, sin sus padres y hermanos.

   Luego brindamos. Nos deseamos buenos deseos para esta Navidad y para el año que va a entrar.

   Y entonces comimos la cena. O una pequeña parte de ella. Somos dos personas, pero, tal como había anticipado ella, hicimos comida suficiente para todo el puente. Sólo comimos una pequeña parte. Teníamos dos kilos de lomo, y entre los dos no comimos ni uno entero (ojo, que me refiero a la comida, no es que nosotros tengamos dos kilos de puro lomo, arf).

   Luego abrimos nuestros regalos (aunque sabíamos de sobra cuáles eran, claro). Con mucha ilusión rompimos los papeles. La Princesa tiene un abrigo y alguna otra cosa que le compraré la semana próxima (no pude encontrar ropa de su talla a tiempo; lo sientoooooo). Yo tengo unos pantalones que se ponen debajo de los pantalones normales para que me quiten el frío, y unas zapatillas de deporte muy, muy cómodas, que me encantan.

   Cantamos villancicos. Nos amamos mucho. Y, temo decir que nos acostamos relativamente pronto, al estar yo algo enfermo. Sí, he pasado una extraña gripe que apenas me ha durado un día. Eligió el de Navidad sólo para tocar las narices.

   ¿Y qué creen? Parecía que no iba a haber manera de pasar una blanca Navidad. Que en este país el frío no era tan espantoso como se decía.

   Error. El día 26, día de San Esteban (celebrado aquí en Austria no sé por qué motivo), amaneció con Sankt Johann completamente nevado. Aún entonces la capa era finita, pero salimos a dar un paseo igualmente, a disfrutar de estos paisajes blancos dignos de un cuento. Pero es que durante estos dos últimos días ha seguido nevando, y el manto blanco se ha hecho mucho más grueso.

   ¡Tenemos que hacer un muñeco! ¡Tenemos que hacer un muñeco!

   Las montañas, la catedral, las casas, la empresa, los márgenes del río... Todo está cubierto de nieve. Por fin va a empezar verdaderamente la temporada de esquí. Y las previsiones son sorprendentes para los próximos días: el martes la predicción es de -10ºC... ¡de máxima! Todavía me cuesta un poco creerlo. Ya veremos cuando tenga que ir a trabajar helándome el cu... Ehmmmm las piernas. ¡Qué bien me va a venir ese regalo que me ha traído Papá Noel!

Invernalia
   Y sigo diciendo que cada minuto al lado de la Princesa es un precioso regalo caído del cielo. Cada momento con ella es mejor que cualquier momento de mi vida pasada. No puedo esperar a la hora en que viajemos y volvamos a reunirnos con nuestras familias. Que nos volvamos locos en alguna fiesta.

   No puedo esperar a pasar la Nochevieja con ella. A escuchar juntos las campanadas de la Puerta del Sol, y cuando terminen mirarnos a los ojos, y saber sin decirlo que nos amamos. Y besarnos.

   Y seguir viviendo Happily ever after.

   Te amo con toda mi alma, Princesa.

« La vida es sueño. Y los sueños, sueños son. »
- Calderón de la Barca.

domingo, 21 de diciembre de 2014

De Jalosco a Zell am See

   Buenos días, barderos y barderas de todos los rincones del globo (sí, que sois multitud, esto tiene más seguimiento que la Champions League y la gala de los Oscar todo junto). Hoy ya les aviso que como llevo varias semanas haciéndome pen..., tengo bastantes cosas que contar. Así que siéntense cómodos, tengan las patatas fritas a mano, asegúrense de haber actualizado sus documentos de identidad, porque esto va a ser más largo que una maratón Hobbit + Señor de los Anillos edición especial extendida montaje del director todo seguido.

   Empezaré contando que uno de mis jefes se tomó unas vacaciones bastante largas. De dos o tres semanas, si mal no recuerdo. No lo digo por criticar, cada uno sabe las horas que ha acumulado. Pero la información que me llegó es la de que, por un seguro que tiene contratado o algo así, tuvo derecho a tomarse unas "vacaciones por salud".

   Yo recuerdo mis gloriosos años de guardia para cierto proyecto telefónico en el que trabajaba antes. Nos rotábamos un turno de guardias (de soporte a cliente), pero nuestros jefes, por cualquier motivo, querían que hiciéramos un turno extra, y tampoco éramos mucho personal. De manera que llegó un momento en el que prácticamente todos los fines de semana teníamos que estar metiditos en casa con el teléfono disponible.

   Era horrible realizar ese servicio casi todas las semanas, sin poder ir casi a ningún sitio. Llamaban a cualquier hora del día o de la noche. Pasaron cosas extrañas, como que mi hermano llegó a respetar mi trabajo, o que yo me harté de ver Star Wars una y otra vez.

   Y nunca nos dieron vacaciones por salud. Sí, lo han adivinado: es la envidia quien habla por mí.

   Cuando regresó, y los otros jefes se pusieron en contacto con él, la empresa (es decir, el mismísimo Calvin Klein) nos hizo llegar un regalo por nuestra boda. El regalo consistió en una tarjeta de felicitación. ¡Roñosoooooooooos! No, hombre, sólo bromeaba. Con la tarjeta, escrita en perfecto alemán (para que se note que es una empresa que se está internacionalizando), venía un cheque de 250€ para gastar en la tienda de tecnología de la que también son dueños la misma familia. Bien pensado, quizá fuera un regalo trampa: por ejemplo, si usáramos el vale de 250€ para comprar un televisor de 750€, aprovechando el descuento, pues ya son 500€ que hemos dado a los Klein. No, si son listos los amigos, jeje.

   Afortunadamente, como televisor ya tenemos (y bien hermoso, y a Christian Bale se le ve la verruga del ojo y a Tommy Lee Jones se le pueden contar las arrugas que tiene en las arrugas), de momento nos lo hemos gastado en un microondas. También en un teléfono para la Princesa, que necesitaba uno. De momento no tiene tarjeta (de manera que no tiene número de Austria), pero esperamos solucionar eso mañana mismo. El microondas pedimos que nos lo enviaran a casa, y debería llegar mañana.

   ¡Reparten a las siete y media de la mañana!

   En serio, ¿es que esta gente no tienen respeto por las personas humanas? ¿Quién va a estar despierto para recibir a los del reparto a esa hora? A mi pobre Princesita no le va a quedar más remedio. ¡Pero si apenas está saliendo el sol a las siete y media! ¿Es seguro que los transportistas hagan servicio tan temprano? ¿Están despejados, se han tomado un café, o unas anfetaminas?

   Pocos días después de haber recibido el cheque de la empresa, fuimos a clase, y por un momento creímos que nos iban a mandar para casa: la escuela estaba llena de críos que habían ido a exponer los belenes que habían construido. Eran bonitos, hechos de maderitas, corchitos, con su San José, su burro, y su... ¿Krampus? Bueno, no vi en los belenes, pero sí que he visto dibujos de cosas típicas de Navidad, y aquí los niños dibujan Krampus.

   Tan bonito, con sus cuernitos, su mirada aviesa, su sonrisa macabra... Quién no quiere que su hijo pequeño vaya a la escuela y dibuje un diablo violento y macabro.

   Lo peor de todo es que no nos enviaron a casa: hubo clase. Y, como estaban los niños de fiesta y se habían apropiado de los pupitres de mi aula, tuvimos que apretarnos en los cinco que nos dejaron. La parte buena es que ese día la profesora no nos hizo mover las mesas para ponerlas en forma de U, como habitualmente.

   Siguiente buena noticia: finalmente, después de esperar dos semanas, nos pusimos en contacto con el Bezirkhauptmanschaft (o algo así) de Sankt Johann para preguntar por qué no habíamos recibido ninguna notificación acerca del permiso de residencia de la Princesa. Y nos dijeron que debería haber llegado (a día de hoy aún no lo ha hecho), porque de hecho ya lo tenían listo. Así que nos presentamos en la oficina hace dos jueves y lo recogimos.

   Fuimos a falta de veinte minutos de que cerrasen la oficina. Pudimos comprobar que esa es una mala hora para ir a hacer trámites: parece ser que todo el mundo se espera hasta la última hora que está abierta la oficina para hacer lo que sea. No culpo a los pobres ciudadanos que van a hacer sus papeleos: si una oficina tiene a una sola persona para atender a toda una pequeña ciudad de 9 a 12, ¿de verdad esperan que la gente no se acumule?

   Tuvimos que esperar un buen rato, preguntar varias veces si no podíamos acudir a otra ventanilla, que de verdad sólo íbamos a recoger un documento. Nada. Esperamos a nuestro turno como unos buenos conciudadanos del estado de Salzburgo. Al final nos atendieron y la Princesa ya tiene su hermosa tarjetita verde (mira, como en los Iu Es Ei), en la que dice que es residente acá, y que es ciudadana nacida en el estado mexicano de... ¿Jalosco?

   Bueno, nos aseguraron que por esa pequeña errata no había ningún problema. Pero yo no paro de acordarme de aquel video promocional que me llegó de uno de mis hermanos: "Guadalajara no sólo está en Jalosco". "Y que viva el tequila de Jaloscoooooo". "Jalosco: donde los nerds, como en todas partes, no se comen un rosco".

   Bueno, quedémonos con lo bueno: la Princesa ya tiene los papeles en orden, y vamos a ser muy requetefelices aquí en la tierra del frío sin heladas, del esquí sin nieve, y de los diablos salvajes que te muelen a palos a primeros de diciembre.

   El otro día fui a la oficina tan sumamente muerto de sueño que no me di cuenta que no había apretado mi cinturón todo lo que podía. Así que me pasé todo el camino (casi media hora) sujetándome los pantalones en los bolsillos. Casi convencido de que tenía el cinturón bien atado, pero que es que había perdido todavía más peso y no tenía que haberme puesto esos pantalones.

   Bueno, ocurren las dos cosas: al cinturón aún le faltaba un punto, pero además he perdido mucho peso. Este fin de semana tuve oportunidad de subirme a una báscula (luego explicaré dónde), y resulta que peso 65 kilos. Mi peso ideal son 76. Y cuando vine a vivir aquí, creo que estaba en 80. Efectivamente, en un año he perdido 15 kilos sin hacer dieta. ¿Cómo? Yendo a trabajar andando todos los días, y viviendo en una casa a la que hay que subir veinte metros. Yo creo que sólo de los paseos cargando bolsas de la compra...

   En realidad es un serio problema por el asunto de los pantalones. Antes todavía podía decir que los que tenía me quedaban feos (grandes), pero me quedaban. Ahora es que ya no tengo excusa: todos los pantalones me quedan de payaso. Y tampoco soy tan alegre. Me los tengo que estar sujetando. Me los puedo quitar sin desabrochar. Los bañadores me quedan como pantalones pesqueros.

   ¡Estoy feo de coj...!

   La Princesa ha empezado a enseñarme a cocinar. Hemos convenido en que la mejor manera de que aprenda es haciéndole de pinche cuando esté en casa (mayormente, los fines de semana). Lo primero que hicimos fue cierto plato chino (de pollo) al que creo que ya me referí. Pero más recientemente hicimos empanadillas. Hicimos de dos tipos: dulce (con un relleno de mermelada de fresas) y salado (con un relleno de picadillo de verduras). Sorprendentemente, me gustó mucho más la salada. ¡Quizá si la otra hubiera sido con chocolate...! Pero la masa estaba riquísima (creo que esa es la que hizo la Princesa, y la otra es la que hice yo, jeje), y la verdura muy bien mezclada.

   Ahora hace un rato hemos hecho unas galletas: de chocolate y de nuez. A esas todavía tenemos que pillarle el punto de la masa, pero la teoría ya la sabemos. ¡Y oye, quieras que no, estoy aprendiendo a amasar! Con lo que a mí me gusta el pan...

   Este miércoles hicimos pellas en la escuela (lo que nuestros padres llamaban "novillos"), pero era ya el último día antes de las vacaciones. Ya no tenemos que regresar hasta después del día de Reyes. Intentaré adelantar un tema durante las vacaciones: además de haber faltado un día, no quiero quedarme tanto tiempo sin estudiar. Cuando regresemos, además, tendremos un examen fuertecito: cuatro temas del libro todos juntos. Y, aunque uno se haya quedado bien con la sintaxis (que no es el caso), el vocabulario de cada tema es complicado de recordar si no se ha seguido practicando en la vida diaria. Además, en estos temas ya hemos tenido muchas preposiciones, y esas en cualquier idioma son una pesadilla, yo creo. ¿Habrá algún idioma en el mundo sin preposiciones? ¿Algún idioma en el que se pueda decir "Yo conducir casa", "Yo entregar paquete tú"...? Así, como los indios de las películas. Sería preferible.

   La verdad es que faltamos a la escuela, y no podemos hacerlo muy a menudo. Pero es que no siempre apetece ir hasta Bischofshofen, y hacía un frío del demonio. El frío, además de la incomodidad que supone para cualquiera, nos está pasando factura a la piel de nuestros delicados y preciosos cuerpos (valga la humildad).

   Hace unos años fui al médico porque tenía picores muy fuertes en las manos. Me diagnosticaron eccemas. Me dijeron que era algo crónico, que se acabaría quitando con la edad, y que hasta entonces me aguantase. En otras palabras, que no les hiciera trabajar. Malditos médicos... Ahora voy a cumplir treinta años, y los picores de las manos nunca se me han quitado. Los puedo combatir un poco (procurando, por ejemplo, tenerlas siempre muy secas; la humedad se lleva fatal con mis manos). Pero nunca desaparecen del todo. Quizá aquí debería pedir otra opinión.

   Pero es que aquí se me está trasladando a otras partes del cuerpo, y probablemente el frío tiene mucho que ver con ello. Primero me empezaron picando (horriblemente) los gemelos. Cuando me seco con la toalla me rasco con fuerza. Me quedo bien a gusto. Luego ya me hecho una crema hidratante de la piel (porque esa es otra: se me reseca que da gusto). Pero es que después de un tiempo, la Princesa me empezó a notar sequedad en la cabeza. Al poco yo mismo empecé a notarlo. Ya me hecho también crema hidratante en la cabeza. Y, desde hace unos pocos días, también estoy notando que se me rescan las orejas; especialmente la izquierda, que ya ha tenido incluso pequeñas grietas.

   Total: que por las mañanas salgo de la ducha, y me embadurno de crema hidratante hasta que parezco una lasaña a medio hacer. Si jugase al rugby, los contrincantes resbalarían al chocar contra mi cuerpo. Si jugase al fútbol, podría hacer una entrada y patinar más metros que los hermanos aquellos que hacían la catapulta infernal. Puedo bailar y girar sobre un pie más vueltas que Michael Jackson cuando era humano. Sí, hay quien sufre bastante mis bailes, jeje.

   Quizá es una impresión mía, porque soy de natural negativo (ejem), pero de un tiempo a esta parte tengo la sensación de que el inglés está desapareciendo de mi trabajo. Y me siento un poco mal. Seguramente por culpa mía, pero la pura verdad es que en un año que llevo aquí, no he aprendido tanto alemán. Para hablar un poco, para encargar una pizza por teléfono (y me acaben trayendo hamburguesa). Pero no sé suficiente para entender conversaciones ajenas. Y la verdad es que sí noto que, mucha de la gente que antes solía hablar en inglés, ahora siempre que puede cambia al alemán. Y parece darles un poco igual que yo esté en la misma habitación sin enterarme de nada.

   En fin, me tendré que poner las pilas con el tema del idioma. Los deseos de nuestro amado CEO el Señor Klein de internacionalizar la empresa se dan de boca con el muro de la realidad humana: a nadie le gusta hablar un idioma que no sea el suyo si puede evitarlo. Seguramente en España haríamos lo mismo.

   A pesar de ello, no hubo impedimento para que el jueves pasado tuviésemos una fiesta de Navidad de la empresa bastante buena. Bueno, la verdad es que primero tuvimos que aguantar una charla de casi hora y media (en alemán) sobre los proyectos que se van a hacer los próximos dos años. Y me enteré del doble de lo que pensaba: en vez de no entender nada, no entendí nada de nada. Mejor habría aprovechado mi tiempo en mi puesto de trabajo, la verdad.

   Pero luego ya fuimos a la Casa de Cultura y Congresos de la ciudad, donde la empresa había organizado un gran evento. Al llegar nos dieron un vinito caliente (que me gustó un poco más que el que probé en el Krampuslauf). Nos hicimos fotos, para renovar las que usamos en la Intanet para reconocernos. Luego tuvimos un discurso extendido de nuestros CEOs acerca de todo lo que ha conseguido nuestra empresa. Se expusieron fotografías de la gente que ha entrado nueva este año. En la mía, de hace un par de años, con más pelo y más barbas que San José, parecía alguien buscado por la Ertzaina. Menos mal que sólo los que me conocían muy bien me podrían haber reconocido por esa fotografía.

   Luego vino la parte más tediosa del evento: se reconocieron a todas y cada una de las personas que cumplían veinte, quince, diez y cinco años en la empresa. Hubo varios conocidos que no sabía que llevaban tanto tiempo aquí (como la mujer de recursos humanos que nos ha estado ayudando con los papeleos: quince años). Pero la verdad es que fue un episodio largo y pesado para todos aquellos que no cumplíamos años. Cuando iban por la mitad de la gente que cumplía diez años, salió una persona al cuarto de baño porque no aguantaba más. Al poco rato otro. Poco más tarde más o menos todos empezábamos a salir en grupos de tres a cinco o seis personas, porque aquello era interminable. Pero supongo que el reconocimiento ha de ser bonito para aquellos que lo recibieron, y está bien que la empresa considere tanto a cada uno de sus empleados.

   Por cierto, una cosa que vi allí y que me gustó mucho es que en la cena estaban desde los más altos jefazos hasta las empleadas de la limpieza. Creo que son subcontratadas, y me pareció un bonito detalle que se acordaran incluso de ellas. No sé si en muchas empresas españolas lo harían. Dejaron bien claro que todos formamos parte del equipo, del primero al último.

   Después de ese (largo) reconocimiento, vino la cena en sí: buffet libre, así que la mezcla de cosas que comí aquella noche fue para enmarcar: ¿cuántas veces uno tiene ocasión de comer paella (riquísima por cierto), huevos y cochinillo? Y de postre varios tipos diferentes de pasteles y mousses. Ains, qué rico. Con esa cena ya se fueron yendo otras tres copas de vino. A un compañero lo empezaron a emborrachar hasta que casi acabó dormido sobre la mesa (no diré nombres).

   Ah, y casi se me olvida: hubo una tómbola. Se repartieron una centena de regalos entre todos los empleados. A mí me tocó algo (aunque, aún no sabemos por qué, aunque mi nombre estaba bien escrito, el jefazo que dijo mi nombre me llamó Pablo González). Mi regalo fue un extraño pintalabios. Luego vimos que en realidad era una lámpara, como una linterna. Pero era como una linterna que sólo traía conexión USB, y no tenía botones. Creímos en principio que servía para hacer flash en las fotos con el móvil. Pero no tendría sentido, uno tendría que hacer las fotografías a una mano (para sujetar el flash con la otra). Finalmente, un compañero nos explicó que, además de ser una linterna (a la que no encontré el botón de encendido sino hasta el día siguiente, soy así de hábil), es un cargador de teléfono para viaje. Se puede cargar en casa, por enchufe o desde un ordenador. Luego te lo llevas de viaje, y si tu teléfono se queda sin batería, puedes recargar el teléfono desde ahí. Este mismo fin de semana hemos comprobado que es un regalo bastante útil.

   Tras la cena y la entrega de premios vino el inevitable momento de beber hasta caer rendidos. Porque hubo un par de compañeros que fueron a la fiesta con toda la intención de beber y beber hasta el coma etílico. No sé si lo conseguirían, pediré más información mañana. Hasta la Princesa y la mujer de un amigo se nos unieron al rato. Y hubo ronda de tequilas (una vez más, ¡con naranja!), y hubo ronda de vodka, y hubo ronda de whisky... y la Princesa casi tuvo que tirar de mí hasta nuestra casa. Que, lo repito por si no lo recuerdan, está a cierta altura desde la carretera.

   Al día siguiente, cosa de la que yo no me había enterado sino hasta la misma fiesta, la empresa nos obligó a tomar un día de vacaciones para pasar la resaca. De hecho, como no lo sabía, yo todavía tengo pendiente pedir ese día. No sé qué pasará si no lo hago, supongo que me lo quitarán de todas maneras. Y me levantarán un expediente disciplinario por insubordinación y me armarán un consejo de guerra. Sí, es lo más probable.

   ¿Ya se están aburriendo? ¿Ya se están dando cabezazos contra la mesa y están preguntando a Dios en qué momento eligieron seguir el blog de este tostón de ser humano? ¿Tienen ganas de que antivirus detecte una docena de troyanos sólo para tener una excusa de no seguir pasando por este suplicio? No se preocupen, que ya queda poco y además es lo más bonito.

   Este fin de semana disfrutamos de otro de los regalos de nuestra boda: un fin de semana en un hotel de lujo en Zell am See, un hermoso pueblo austríaco junto a un laguito. En el pueblo ya hemos estado un par de veces, creo que hablé de ello. Esta vez no pudimos salir demasiado porque: a) hacía un frío que se te cortaba el bigote sin cuchilla ni espada láse y, b) ¡el hotel era bien buenooooooo!

   La habitación era una suite con sofá, sillón, una camita bien hermosa, cómoda y arreglada con las fundas nórdicas en forma de corazón (que luego pudimos desdoblar, si no se nos habrían helado los piececitos) y pétalos de rosas por encima. Junto al sofá, una mesita con dos copas y una jarra de agua, dos manzanas y una hielera con dos copas y un botella de lo que nos supo a cava, o algo similar. Ah, y un jarrón lleno de rosas abiertas. Precioso. La habitación también tenía un par de pequeñas terracitas con vistas al lago, que apenas hemos disfrutado esta mañana combatiendo el frío. En la suite también había un toilet, y un cuarto con bañera y ducha separados. La ducha era de las que tenían triple función: tenía la alcachofa superior, otra de mano, y varios chorros frontales.

   Después de tomarnos nuestra copia de cava (o lo que fuera) bajamos a disfrutar del spa del hotel: una piscina grande (¡Dios, cómo necesitaba nadar un poco!), otra más pequeña de agua caliente, y un jacuzzi. ¡Qué grande el jacuzzi! Cada vez que lo activábamos duraba como cinco minutos, y no sé si le dimos tres o cuatro veces. Nos dejó como nuevos.

   No diré gran cosa sobre la madre de familia que decidió que era buena idea ducharse completamente desnuda con la puerta del vestuario abierta, a la vista de todo el que pasara.

   A las ocho bajamos para cenar. La reserva incluía una cena íntima, romántica, para nosotros dos. De ser verano, esta cena habría sido en la terraza del hotel. Pero ahora, en esta época de frío extremo (pero sin nieve), la organizaron en una especie de bodeguita, recogida y muy acogedora. Había velas, música, y muchos cubiertos y copas diferentes, para que se notara que había nivel. Porque nosotros tenemos nivel. ¡Que somos poco menos que de la realeza!

   Y qué nos sirvieron: primero un entrante que era como una especie de patata hecha puré con langostinos. Luego una sopita, seguido de la que tal vez sea la ensalada más deliciosa que haya probado en mi vida (bendita vinagreta). Y, después de tres entrantes, el plato principal: el de la Princesa, pescado, y el mío, carne de venado. Tierna y jugosa como sólo se sirven en Navidad. ¡Qué maravilla!

   Me pregunto cuánto tardará ese hotel en conseguir la quinta estrella, porque de verdad que se la merece.

   Y es que cualquier cosa es poca para lo que la Princesa se merece. La dueña de mi corazón es lo mejor que hay en mi vida, y lo daría todo por ella. Qué buen regalo nos dieron, y qué bueno que pudiéramos disfrutarlo juntos. A pesar del precio que tiene, ya estamos pensando en regresar en alguna otra época, quizá con otra habitación más baratita, pero con idea de disfrutar de esa terraza y, una vez más, de ese spa absolutamente reparador.

   Yo daría mi vida entera por mi Princesa.

   Es lo mejor del mundo.

   La amo.

   Creo que la pobre se ha resfriado.

« Vamos a durar. ¿Sabes cómo lo sé? Porque aún despierto cada mañana y lo primero que quiero hacer es ver tu rostro. »
- "PD: Te quiero" (film)

lunes, 8 de diciembre de 2014

Orcoslauf

   Verdaderamente ya no nos fiamos nada de las previsiones del tiempo. Hace semanas que dice que dos días más tarde va a nevar. Y las cosas como son: frío hace, especialmente por las tardes (curiosamente más que por las mañanas); después de mucho esperar, parece que ya cae alguna precipitación. ¡Pero de nieve nada! ¡Nada de nada! Al menos en Sankt Johann. En las montañas ya ha nevado, y el otro día vimos muchas luces en Alpendorf, no sabemos si es que lo festejaron.

   Hace una semana conocimos la nueva casa de un amigo del trabajo. La verdad es que el tipo la ha decorado bien. Es una casa pequeñita, pero más que suficiente para una sola persona. Y todos encontramos algo que nos gustó especialmente: unos sofás bien cómodos, una pantalla grande, un baño espacioso y limpio, variedad de bebidas... A mí me llamó mucho la atención su mesa de comedor: una madera oscura finamente labrada. Casi podía imaginarme un fino ajedrez de marfil encima.

   Pasamos la noche hablando y jugando a las cartas. Ya no recordaba cómo se jugaba a "burro" ni a "mentiroso".

   Otra cosa que hemos hecho últimamente ha sido adornar nuestra casita. Porque como matrimonio, como familia bien avenida que somos, nos gusta adornar nuestra casita para sentir el espíritu navideño. En una tienda Lagerhaus del puebo encontramos tanto figuras de Belén como un árbol. Nuestro casero nos ayudó una noche a ir a buscar el árbol: un abeto gordo tipo barrilete, como un servidor, jeje. Durante la semana siguiente conseguimos las luces del mismo Lagerhaus, las bolas (rojas y doradas) del Billa, unas cintitas para adornar... También tenemos comprados los regalos para la familia, y los hemos puesto al pie del árbol como marca la tradición.

   La verdad es que la Princesa hizo la mayor parte del trabajo. Tiene un gusto exquesito (anteriormente quesito), y adornó tanto buena parte del árbol como los regalos. Sólo nos ha faltado hasta ahora una estrella para coronar la punta, pero no hemos conseguido encontrarla. Tan sólo hemos encontrado unas estrellas de oferta en el Lidl, pero parecían más grandes que mi cabeza, esto es, considerablemente grandes.

   Parece que despertamos la envidia de nuestra casera, que también quería comprar uno. Cada vez que nos veía nos decía "Sí sí, mañana vamos a ir de compras y a ver si nos llevamos uno". Como para tantas cosas, parecía muy ilusionada, pero su hombre-pareja-sentimental-íntima es el Hombre del Mañana. Parece que bastante a menudo le da largas "sí, sí, mañana vamos", etc. 

   Pero no, porque nos hemos asomado hace un momento y parece que este fin de semana finalmente sí han comprado un árbol: un tronco algo flaco y desramado si preguntan nuestra opinión, pero supongo que todavía tiene tiempo de adornarlo un poco más y disimularlo.

   Nuestro Belén está bonito: tiene a San José, a la Virgen, al angelito, el burro, el we... perdón, el buey, y el niñito estará el día 25 que es cuando nace. En España no recuerdo que nunca siguiéramos esa tradición de no tumbar al niño hasta el día de Navidad, pero le encuentro bastante sentido; y qué diablos, en España pusimos de moda incluir a un pastor haciendo de vientre. Es un Belén pequeño, pero montado con mucho cariño. Que de eso en esta casa hay más que suficiente. :-)

   Este fin de semana ha sido largo, porque aquí, como en España, se declara festivo el día de la Inmaculada Concepción. La Inma para los amigos. Como países oficialmente laicos que somos. No vamos a quejarnos de librar un lunes, oye. Lo hemos aprovechado para que mi Príncipa, que es la mejor entre las mejores en muchos sentidos y entre otros en la cocina, me enseñe hoy a preparar un pollo agridulce.

   Con autocrítica, debo decir que aún me queda mucho recorrido. Nos ha quedado un plato muy rico, pero creo que ha sido sobre todo por su ayuda. A mí me ha parecido algo relativamente sencillo de hacer; no tanto de memorizar. Hay que seguir muchísimos pasos, preparar varias cosas por separado, etc. Se necesita un auténtico libro de instrucciones. Y la cocina requiere de práctica, porque no hay una medida para saber cuánta harina hay que echar a una pasta: se va viendo lo que se necesita. Lo dicho, práctica, saber un poco cómo se comportan los ingredientes. Por eso digo que ha salido bien, pero que me queda mucho por recorrer todavía.

   Ay eso sí, luego a la tarde ella ha preparado unos buñuelos que estaban para chuparse los dedos. Literalmente, me los he chupado: me encanta cómo se me quedan los dedos llenos de azúcar para llevármelos a la boca. ¡Y no para morderme las uñas!

   En eso, en lo de las uñas (hay que ver de qué manera más curiosa voy hilando temas en mi cabeza), hemos llegado a un acuerdo a ver si funciona: cada vez que me muerda una uña, a razón de uña/día, le tengo que dar un euro. ¿Y qué creen? ¿Que dejé de mordérmelas? Bueno, de momento le he dado dos euros y, a falta de monedas, le debo cuatro más. O dejo de morderme las uñas, o acabará siendo ella la que guarde el dinero en una cuenta corriente.

   ¡Que no! ¡Tarde o temprano funcionará! ¡De verdad que sí! ¡Lo espero, lo espero, lo espero!

   ¿De dónde vendrá mi onicofagia crónica? ¿Será algún trauma de pequeño? ¿Me las he mordido desde siempre? No consigo recordar. Hasta donde alcanza mi memoria sí, pero tengo una especie de laguna mental entre los siete y los diez años de los que no recuerdo casi nada, y de antes no recuerdo que ya me las mordiera. Cuando mi hermano rodó cierto cortometraje (que esperamos volver a ver algún día) y yo contaba con seis añitos, hubo un accidente que me hizo perder una uña completa. Y no recuerdo que por aquel entonces me las mordiera. Quizá fue cuando empezó, quién sabe.

   Bueno, hoy estoy escribiendo el post más aburrido de la historia desde que Zapatero decidió hacerse blogger. Bueno, hasta donde yo sé Zapatero no es blogger, pero si lo fuera, seguro que sus posts harían dormirse a los árboles. Pero es que he dejado lo más entretenido para el final:

   Krampuslauf.

   Si he entendido bien el folklore, parece que San Nicolás, santo patrón venerado por estas partes, expulsó al diablo de algún sitio. Así que la gente por aquí tiene la costumbre de celebrar el día de San Nicolás, 6 de diciembre, con un desfile cuanto menos curioso, conocido como Krampuslauf:

   el desfile es de grupos de... ¿personas normales?, disfrazados, uno como San Nicolás (una especie de Papá Noel convertido en Papa... o sea, que es por partida doble el Papa Noel), un par de chicas como ángeles repartiendo dulces (aunque a nosotros no nos dieron un triste Sugus), y una decena de locos como unos demonios locales llamados Krampus.

   Los Krampus se parecen en lo bonito a mi hermano (a ver cuál de los dos se da por aludido, jejeje soy malvadoooooo): si alguien ha visto El Guerrero Número 13, es una especie de mezcla entre los Bendorf de esa película y los orcos de El Señor de los Anillos con cuernos satánicos. Sus rostros son oscuros, sus narices largas como las de las meigas, su expresión es conscientemente desagradable. Visten con harapos sucios, y no es porque hayan estado bebiendo. Se arman con unas ramas de árbol y van pegando a la gente.

   No, no es una representación: ¡los muy brutos van hostiando realmente al personal! Hubo un desfile el viernes y otro el sábado. Nosotros fuimos al del sábado, en el que había unas vallas. Un amigo nos dijo que las vallas las habían puesto porque el desfile de Sankt Johann, al que iban grupos de varios pueblos de alrededor, era muy turístico, y algunos años a los Krampus se les había ido la mano sacudiendo a los transeúntes. Pero que, de hecho, en los pueblos pequeños, menos turísticos, no hay vallas, e ir a verlo, es peligroso.

   Ah, si llegamos a entender por qué nuestra casera dijo que prefería no ir porque les daba miedo. Unos amigos nos dijeron que ellos ya habían ido a otro desfile y que todos habían recibido algún golpe. Yo creí que podría pasar la noche prudentemente lejos de ellos. ¡Bobo de mí! Me llevé dos buenos ramazos en las piernas, y mi queridísima Príncipa recibió otro, ¡y eso no puedo tolerarlo! Tuve que matarlo.

   No, no maté a nadie, pero habría estado justificado, desde mi punto de vista.

   Además, ¿qué hace San Nicolás mientras los Krampus sacuden con la vara a los pobres peatones? Nada. Absolutamente nada. El Nico (que desde que leo la Biblia tenemos mucha confianza) camina, mira a los lados, sonríe y saluda cual Borbón drogado, como si la cosa no fuera con él. ¿Expulsa a los demonios? ¿Protege al pueblo? No. Mira a los lados, sonríe y saluda. En lo mucho que ayuda al pueblo, parece ser un político.

   De hecho, había guardias de seguridad para proteger a la gente. ¡Y yo vi, con estos ojos preciosos (humildemente) y diminutos que Dios me ha dado, cómo uno de los Krampus le soltaba un ramazo a uno de los guardias! Ay, en los años 30 esto no se permitía en Austrrrrrria.

   Otra cosa típica de aquí durante la celebración de San Nicolás es beber vino tinto caliente. No caliente - del tiempo como normalmente se toma el vino tinto: vino calentado, que se sirve casi hirviendo. A mi Príncipa le gustó mucho. A mí no me encantó demasiado. Después del primero me tomé una cerveza, y de ahí pasé a la Coca-Cola. Creo que me estoy haciendo mayor.

   Pero sí, desde luego que hacía falta alcohol para olvidar la imagen de aquellos demonios infernales pegando y humillando a la gente cual antidisturbios en manifestación estudiantil. La verdad es que fue bien divertido: los golpes dolían mucho en el momento, pero el escozor se pasaba rápido. Quizá porque uno estaba más pendiente del frío que hacía.

   ¡En la próxima fiesta espero que haya dragones!
   
« Estos orcos no vienen de Mordor. »
- "El Señor de los Anillos" (film)
 PD: En la foto salí guapo, pero no entiendo por qué el maldito demonio feo y sucio quiso ponerse a mi derecha y no en el centro.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

La Boda Real

   Estamos casados. La Princesa y yo ya somos Herr und Frau. Somos una pareja ante la ley, con las responsabilidades que conlleva la convivencia, el matrimonio y la vida en general. Somos adultos. Nos hemos hecho adultos. ¡Nos hemos hecho adultos! ¡Mierda! ¿Cuándo ha pasado esto?

   Por supuesto, sólo estoy bromeando. Estoy más que encantado de ser la otra mitad de la Chaparrita. Y como soy más feliz que un regaliz y vivo más contento que una hiena y más tranquilo que una vaca en el prado, voy a contaros exactamente cómo fue este día.

   La noche anterior preguntamos a nuestra casera su opinión femenina sobre el vestido de la Princesa. Porque, eso sí, ella no estuvo 100% segura de su aspecto hasta el último minuto. Son las desventajas de ser perfeccionista, a la par que perfecta. La casera, que todo lo que tiene de simpática lo tiene de friolera, le aconsejó que comprase inmediatamente unas medias de grosor 40 DIM (a mí me suena a tamaño de folios, si os soy sincero), porque con un vestido no iba a soportar las terribles temperaturas invernales siberianas árticas que podían esperarnos. Vamos, que lo de la Batalla de las Árdenas iba a ser un día de playa comparado con lo que nosotros íbamos a pasar.

   Así ahí estamos, levantándonos a las siete de la mañana para medio arreglarnos y presentarnos a las ocho en punto, hora de apertura, en el BIPA, a comprar las susodichas medias. El tiempo amenazaba, era cierto. Estaba oscuro como la conciencia de alguien que tenía la conciencia oscura, y lloviznaba levemente. Por fortuna, encontramos las medias en seguida y regresamos rápido a la casa.

   Hay que reconocer una cosa: hay muchos motivos por los que me alegro de no ser mujer. Es cierto, que por mucho que nosotros nos arreglemos, y nos pongamos un trajecito, y una corbatita, y este mes nos duchemos, todo el mundo lo que va a decir es "¡Qué guapa está la noviaaaaa!". En eso perdemos. Pero la neta, entre no tener período, no tener que dar a luz, y muy especialmente, estar arreglados en cuarenta minutos... Sí, nuestra vida es considerablemente más fácil. Hay que reconocerlo.

   Ese es mi punto: la Princesa se pasó el resto de la mañana preparándose (y preguntándose si de verdad se veía bien). Yo, simplemente, tenía mi ropa preparada desde el día anterior, y sólo necesité ducharme y vestirme. Ella llevaba un vestido rosado con zapatos negros (a juego con su hermoso cabello de azabache), con un sólo tirante, que le hacía parecer una auténtica reina. Solamente le faltaba la corona. Yo llevaba un sencillo traje de pantalón y chaqueta negros sobre una camisa blanca y corbata. Nada, yo no soy ni importante ni bonito. Ella estaba preciosa. Ella era un ángel. Ella era un sol. Y desde entonces hasta ahora, no ha hecho más que mejorar.

   Apareció mi hermano por la puerta, cuarenta minutos antes de la ceremonia. Su mujer y él son fotógrafos profesionales, y vinieron completamente equipados para hacernos el favor de retratar el momento. Fuimos nosotros, antes de que la Princesa estuviera preparada, porque debíamos ir al Gemainde antes para llevar la bebida para el brindis (el pan tostado, que dice el traductor de Google).

   Llegamos al Gemainde. El lugar estaba abierto, pero dentro reinaba la oscuridad, el frío y la soledad. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando una risa se oyó de los pisos superiores, una risa infernal procedente de las profundas oscuridades del Hades...

   ¡No hombre, que os lo creéis todo! Lo que pasa es que el momento estaba siendo algo aburrido y quería adornarlo un poco. Ahora iba a añadir un dragón.

   En realidad llegamos al Gemainde, y sí es verdad que en principio parecía vacío, a pesar de estar abierto. Subí las escaleras dirigiéndome al despacho del Stammdesamt cuando a mi encuentro salió una mole, una bestia, un troll de las cavernas... Bueno, en realidad quien salió fue nuestro buen traductor, tan perdido como nosotros, preguntando en qué sala era la ceremonia. Al final apareció una señora funcionaria que ya conocíamos de vista (sinceramente, a día de hoy, desconozco su nombre), y nos indicó dónde era la sala.

   Mi hermano y cuñada entraron a colocar las cámaras de video que iban a grabar el evento mientras yo salí a la calle a esperar la llegada de la novia. Caminando de un lado a otro, nervioso, preguntándome si los fotógrafos saldrían a la calle a tiempo de grabar su llegada.

   Quienes llegaron primero fueron los invitados. A día de hoy sigo pensando que J iba tan bien vestido o más que yo. ¡Eso no se hace, hombreeeeeee! Qué va, es broma. Si acaso sería culpa mía por no estar a la altura, jeje.

   Después de un rato salieron los fotógrafos. Y, al poco rato, apareció ella.

   Y, aunque hacía ya un rato que la lluvia se había retirado, en aquel momento fue como si el sol saliera por primera vez en el mundo; como si toda la creación se hubiera detenido durante millones de años hasta ese momento. En ese momento, cuando Ella dobló la esquina, sonriente, nerviosa y hermosa de los pies a la cabeza, fue verdaderamente cuando la Historia empezó. Y todo lo que vino antes dejó de importar.

   Nos abrazamos y pude sentir su nerviosismo, su temblor, por primera vez tan acelerado como el mío. Su sonrisa, incapaz de encontrar las palabras. Sus ojos, mirando a todas partes, sabiendo que ese era su momento. Que todo tenía que ser especial para ella y nada más que para ella.

   Cuando finalmente nos compusimos, entramos en el edificio. En la puerta de la sala donde se oficiaría la ceremonia, los fotógrafos nos hicieron esperar un momento que fue algo nervioso. No sé qué tenían que prepararse, pero tal vez a nosotros nos vino bien ese minuto. Finalmente entramos.

   Era una sala amplia, con un montón de sillas, y dos sillas importantes adelante, en frente de una amplia mesa muy elegante. Me sorprendió lo lejos que estaban las sillas de esa mesa. Evidentemente, era una ceremonia. La idea no era firmar sentados, sino escuchar pacientemente lo que tuvieran que decirnos antes de ponernos en pie.

   ¿Y qué tenían que decirnos? Mira, la verdad es que nos llevamos una muy grata sorpresa. Tanto en México como en España, lo habitual es que te lean lo que dice la ley acerca del matrimonio (en el caso español, leen los artículos de la Constitución). "Elartículo23.1delaconstituciónespañolaestablecequeelmatrimonioeslauniónentredospersonasqueblablablablabla...". Un poco rollo. Pero aquí en Austria, o por lo menos en Sankt Johann, o por lo menos esta mujer, estuvo un buen rato acerca del amor. Del amor puro y duro, del que da sin esperar nada a cambio, del que hace feliz simplemente por ser como se es. Incluso nos mencionó la Biblia: "No es bueno que el hombre esté solo". Me sorprendió ese detalle en una boda civil.

   Y, para rematarlo, un poema al final. La voz de la mujer era muy bonita, la verdad. Dulce, calmada, hablando muuuuuuy despacio (lo suficiente para que, de hecho entendiéramos bastantes cosas con nuestro lamentable alemán). Era lo bastante agradable como para hacer sonar bonito un poema en alemán. Sí, el alemán puede sonar bonito. De verdad, lo juro. Quitáos los prejuicios de las películas de nazis, ¡el alemán es un idioma bonito!

   Ojalá hubiéramos sabido más alemán. Nuestro intérprete hizo un trabajo bastante bueno, pero la verdad, no era lo mismo. "El matrrrimonnniio es herrrrmossso... Pablo, ¿es voluntad suya casarse con persona Aida? ... Aida, ¿es voluntad suya casarrse con pendejo aquí prrresssenteeeee?". Parecía un poco como si nos estuviese casando Terminator. No creo que lo olvide nunca...

   Jeje, pobre hombre, lo hizo bien. Tuvimos algún malentendido con el precio, pero hizo un buen trabajo.

   Cuando por fin la mujer dijo que nos declaraba Señor y Señora (ella Señor y yo Señora, que nadie se confunda, que somos una familia modennnna), nos besamos. Nos besamos mucho.

   Y, la verdad, nunca en mi vida creí que sentir unos labios sobre los míos se sentiría tan especial. Nunca creí que toda la felicidad del universo pudiera caber en un solo minuto, en un solo instante, en un solo abrazo, en un solo beso. Como si cada partícula bien allegada del mundo hubiera creado una cámara en la que sólo cupiéramos ella y yo, y el resto del mundo se equivocara. Y, al contrario de lo que me dijo una vez mi hermano, sí que hubo fuegos artificiales. Sí los hubo al menos en mi corazón.

   Nos dimos la mano con todos los invitados. Muchas felicitaciones, mucho Congratulations, mucho Alles Gute, y tal y cual, y vamos a hacer un brindis.

   La neta, yo intenté disimular que en mi p... vida había abierto una botella de champán. ¿Qué dificultad podía tener? En realidad, acabé descubriendo que ninguna. Le quité a la botella el sujector (como se llame) de aluminio, lo que impide que el corcho salga. Y yo, ni siquiera moví la botella, sentí como dos segundos después hacía:

   ¡PAM!

   El corcho salió disparado hacia arriba cual bala perdida. A poco estuvo de darme en la frente, que habría sido algo bastante chistoso de ver. El champán empezó a brotar de la botella cual eyaculación sin fin (sé que no es una imagen agradable, pero seamos sinceros, ¿a qué nos recuerda si no?). Deprisa y corriendo serví los vasos. Brindamos dos, tres veces. No recuerdo cuántas. Yo sólo tenía ojos para la Princesa.

   Cuando salimos del Gemainde no hubo arroz. No sé si está permitido en este país. Ni falta que hacía. Sinceramente, han pasado cinco días, y hasta ahora ni había pensado en ello. Yo seguía teniendo ojos sólo para la Princesa. Mi Princesa. Mi Esposa.

   Para lo que queda intentaré ser breve, que a estas alturas ya debo de estar aburriendo a los profesores de matemáticas. Sí, no se ofendan, en serio, ¿qué diversión hay en las matemáticas?

   Tuvimos nuestra comida con nuestros familiares y amigos presentes en un hotel del pueblo. Fue bastante más elaborado de lo que habíamos pensado. Porque, nosotros, al margen del menú que habíamos dejado encargado, lo único que sabíamos es que nos habían reservado "una mesa bonita". Que para mí una mesa bonita puede ser perfectamente una del Ikea, vaya. Pero no, nos prepararon una mesa larga, bien servida, bien dispuesta... Además no había más clientes, así que daba la sensación de que hubiéramos alquilado el sitio entero para nosotros solos.

   Desde el principio tuvimos todos una copita de champán, que no habíamos encargado. Lo primero que nos trajeron fue un pan tostado con algún tipo de mantequilla (¡Google tenía razón!), que tampoco habíamos encargado. Fue un detalle de la casa, que siempre nos atendieron muy bien (para eso éramos sus únicos clientes, también).

   Luego vino la crema de calabaza. El primer plato que sí habíamos encargado. Pero yo no esperaba que la crema de calabaza estuviera tan deliciosa. ¡Qué rica! ¡Qué maravilla! Y después de eso, la carne con champiñones. Que también estaba buenísima, pero eso ya lo esperaba. ¡Qué rica la crema de calabaza, guau yupiiiiiii!

   Es interesante tener una comida en la que se habla en tres idiomas a la vez. Algunos de nosotros hablaban un idioma, otros dos y otros los tres. Alguien dice algo gracioso. Unos cuantos se ríen. Hay que explicárselo a los otros, pero claro, el momento risas ya se pasó. En fin, es inevitable, pero es un rato agradable y la gente tiene oportunidad de conocer personas de otros países. No sé cómo lo verán los demás, pero a mí eso me encanta.

   Poco más. Lo que vino después ya es una especie de celebración privada, y no es para todos los públicos. :-p

   El tópico dice que el día de tu boda es el día más feliz de la vida de uno. A nosotros todavía nos falta una, es lo que tiene hacer la boda en dos tramos. Y la siguiente es la que planeamos hacer realmente especial, con mil detalles y una fiesta grande. Pero a día de hoy, puedo decir, que el tópico es completamente cierto.

   Soy el Señor de la Princesa. El Ogro se convirtió en Príncipe. Quién lo iba a decir.

   Y soy, un día más, el hombre más feliz sobre la fazzzzz de la Tierra.

« Me invitas, me llamas incansablemente a tener un encuentro misterioso en el amor »
- Oración católica

jueves, 20 de noviembre de 2014

Contando las horas

   Se va acercando el momento. Se ha convertido en costumbre habitual preguntar si estamos nerviosos. ¿Por qué cuando uno está a punto de casarse todo mundo le pregunta si está nervioso? ¿No sabré casarme bien? ¿A lo mejor no acierto todas las preguntas que me hagan? "De verdad de verdad que esta vez me lo he preparado".

   Vale, ya he dicho cuatro chorradas. Cuando en realidad clsro que estoy nervioso. Quienes me preguntan lo saben tan bien como yo. Aunque no estoy tan nervioso por la boda en sí. Es más lo que viene después. Quiero ser un buen marido. Quiero hacer feliz a mi esposa. Nada me importa más.

   Por supuesto que la vida es complicada. Tendremos que buscar la manera de tener una estabilidad. Afortunadamente, está todo pensado: ¡voy a dejar la informática para dedicarme profesionalmente al baile latino! ¿Verdad, cielo? No, en serio, últimamente tenemos muchas risas tontas con mi forma de bailar. Creo que ya mencioné otro día que me parezco al primo de Will Smith.

   Por desgracia, mis padres finalmente no podrán estar aquí. Los problemas personales no se han agravado, pero se están alargando más de lo esperado. Al menos, vamos a tener la buena compañía de mi hermano mayor con su mujer, que acaban de llegar. Venían derechos de visitar un campo de exterminio nazi. Je, es como si hubieran dicho "¿Qué podemos ver para que después visitar a estos nos parezca chido?". :-p es broma, sé que tienen buena idea, y es de agradecer que se hayan desplazado hasta aquí.

   Los hemos acompañado al apartamento que han alquilado en Alpendorf. Y ¡qué huevos, que su apartamento de alquiler es mejor que nuestra casa! Tiene poca sala de estar, eso sí. Pero lo compensa con dos dormitorios enormes, y la verdad, teniendo televisión en ellas, casi que se agradece más. ¡Y el baño es tan grande como nuestro dormitorio! ¿Para qué quiere nadie tanto baño? Se van a perder. Je, pero están más lejos y los televisores no son panorámicos (ya, ya, modo envidia off).

   Luego hemos ido a dar un paseo por el pueblo, hemos visto la iglesia, y luego hemos ido a comer hamburguesas a un sitio que habíamos ido pero nunca visitado. Valiente como un mosquetero, con el porte de un caballero andante, he pedido mi chiliburger muy picante.

   ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhh!!!

   No, qué va, si tampoco picaba mucho. Vale, los labios se me pusieron rojos, la cabeza se me puso morada, y en general tenía ganas de meterme una granada en la boca para no volver a sentir nada en la lengua, pero de verdad que no era para tanto. Ahora sé cómo se sentía el niño ese de "Las Crónicas de Narnia" que se convertía en dragón.

   Me pasa por valiente. Pero, la salsa aparte, la carne era de lo mejorcito que he probado. Quizá ya estaba muy acostumbrado al McDonald's; a veces se agradece una hamburguesa con carne de verdad, ¿que no? Con carne que sepa a carne por lo menos.

   Supongo que la próxima vez que escriba en este blog estaré casado. Para siempre. Seremos Herr und Frau Schuhe. Seremos uno solo.

   Hoy me ha dado por recordar cuando la llamaba por Skype a su oficina. ¿Tanto tiempo ha pasado? ¿Nos imaginábamos entonces que llegaríamos hasta aquí, que de verdad estaríamos haciendo esto ahora? Como le dije ahora, yo lo supe desde el momento que estuvimos juntos, desde el momento que la besé.

   Que ella es mi mujer, yo soy su hombre, y quiero que ella sea la persona con la que compartir cada cosa de mi vida. Te amo, Chaparrita.

« Fue cuando supe que tú eres la mujer con la que quiero bailar todos los bailes. »
- "Friends"