sábado, 26 de abril de 2014

Partida y regreso: Memorias de un Jolín

   Después de casi cuatro meses, hoy por primera vez me he decidido a salir a explorar alguna de las montañas de alrededor. Salir a caminar por las montañas y los bosques es una actividad a la que me aficioné yendo con mi padre, sobre todo a la sierra de Guadarrama en Madrid y, más tarde, a los Picos de Europa. Pero ya adelanto que la cara norte de los Alpes no tiene nada que ver ni con unos ni con otros. Mi intención era la de subir la montaña que hay detrás de mi casa para tratar de ver el valle al otro lado.

   Pretendía ser una expedición corta: llegar a un refugio que me había indicado un amigo en un mapa, ver el valle, y regresar. Sólo si llegaba allí demasiado deprisa tenía intención de continuar haciendo el resto del recorrido, una circunferencia alrededor de la montaña que me acabaría retornando a casa, en vez de regresar por donde había venido.

   El camino empezó bastante bien, a pesar del cielo encapotado que amenazaba lluvia en cualquier momento: desde el McDonald's que hay cerca de mi casa, a mano izquierda, una carretera ascendía suavemente atravesando un barrio residencial. Por cierto, qué casas. Si los españoles tenemos inyectada la cultura de comprar una casa propia, los austriacos tienen la cultura de construírsela. Y tienen muy buen gusto para ello. Unos chalets increíbles. Debía continuar por la carretera hasta llegar casi a lo alto de la montaña, donde el camino, según el mapa, debía nivelarse ligeramente. Pero al poco de comenzar la ascensión, lo primero que vi fue un camino forestal que se desviaba ligeramente de la carretera, internándose en un bosque tupido, aparentemente en una dirección similar.

   Bien, yo no puedo resistirme a explorar el interior de un bosque. Eran casi las ocho de la mañana y estaba a punto de internarme en el Bosque Negro. El camino dentro de él ascendía de forma abrupta. La vegetación poco a poco se iba volviendo más densa, el terreno más húmedo. Por todas partes había multitud de ramas y troncos derribados por las lluvias que dificultaban aún más el camino. Después de unos quince minutos ascendiendo trabajosamente por esta senda empecé a sudar. La falta de costumbre al ejerecicio me puede hacer sudar mucho algunas veces. En varios puntos la senda ascendía tan fuerte que me obligó a usar algo las manos, agarrándome a las finas ramas de árboles jóvenes para impulsarme. Entonces supe que, por poco que estuviera marcado, lo cierto es que estaba en un camino, que a algún sitio debía llevar, y que ya me era más fácil seguir adelante que regresar.

Aquí me gustaría a mí ver cantando al Tom Bombadil ese.
   Tras subir lo que a mí me ha parecido un millón de metros (y es que hace tiempo que unos amigos de Andalucía me enseñaron a exagerar) llegué  a un lugar siniestro, con restos de maquinaria medio oxidada. Por algún motivo me vino a la cabeza una aldea chabolista gitana. Pensé que todavía estaría curioso conocer cómo son los gitanos de Austria. Pero no. Sencillamente había llegado, sabe Dios de qué manera, a la parte trasera de un par de granjas. Tras pasar por delante de ellas llegué de nuevo a la carretera, de la que ahora sospecho que nunca debería haber salido.

   La carretera ascendía a buen ritmo, pero después de la primera media hora en el Bosque Negro, me parecía apenas un paseo. Eso sí, algo más adelante, temiendo que me fallaran las fuerzas (y es que nunca he tenido costumbre de desayunar como debería), me he tomado la primera de las dos latas de Coca-Cola que llevaba. El cuerpo me iba pidiendo azúcar para poder continuar con algo de comodidad.

Pongau desde el aire
  Después de media hora ascendiendo, sin embargo, la carretera también empezaba a hacerse algo pesada. Finalmente, llegué a un punto donde la carretera terminaba y un cartel me indicaba que el refugio al que pretendía ir estaba a 45 minutos de distancia. Pensé que no había problema, podía hacer 45 minutos más. Sin problema. Ahí empezaba, de nuevo, un sendero forestal.

   Según iba avanzando empezaba a ser consciente de que no estaba subiendo la montaña lo bastante deprisa. Al ritmo que el camino subía, me parecía imposible estar en la cima en 45 minutos. Y sospeché que el refugio no estaría en lo alto. Saqué el mapa, que tenía guardado aún en el teléfono, y empecé a ver que efectivamente así era. Cuando poco después llegué al refugio, mis sospechas se confirmaron.

   No sólo el refugio estaba muy lejos de la cima: además es uno de los sitios más feos que yo he visto hasta ahora en Austria. No, no especia. Feo. Rematadamente feo. Parecía abandonado (aunque después he comprobado que no es así). Las paredes estaban llenas de golpes y el techo metálico se veía algo oxidado. Aquí y allá había sacos enormes que podrían tener maquinaria, o yerba, pero desde donde yo estaba, parecía que tuvieran chatarra o basura.

   Decidí seguir ascendiendo, llegar por lo menos hasta donde pudiera ver el valle al otro lado de la montaña. Seguí subiendo. A los lados de ese camino corrían algunos pequeños manantiales de los que pude beber agua natural. Me supo a gloria. Al llegar a la siguiente separación de caminos (afortunadamente, en estas divisiones, hay carteles muy claros indicando hacia dónde va cada uno) empezó a llover ligeramente. Me eché la capucha para proteger algo las gafas, porque ciertamente, en la cabeza no tengo mucho cabello que corra riesgo de mojarse. Por suerte, era una lluvia fina, no incómoda, y se detuvo poco tiempo después.

   Tras ascender cerca de quince o veinte minutos más, llegué a un lugar del camino, con bosque a los dos lados y barranco en el derecho, en el que se levantaba un cartel extraño: indicaba una separación de caminos, pero no había ninguna separación allí. El camino por el que yo quería continuar lo señalaba en la cuneta de la izquierda. La trepé para ver algo, pero lo único que veía era un denso bosque alrededor. Pensé que el cartel estaba mal colocado, o tal vez que se habría movido, y seguí por la senda.

   Más adelante, el camino parecía que por fin iba a descender. Pensé que había llegado al punto más alto del camino (que, ya había visto bien en el mapa, no era exactamente la cima de la montaña, pero me serviría para ver el valle). Sin embargo, después de bajar unos metros, el camino volvía a subir otra vez. Ligeramente. En general se puede decir que en este punto ya iba sobre nivel. Bajaba y subía con suavidad. Y yo esperaba que el sendero en cualquier momento girase a la izquierda y ya pudiera ver el valle que había subido a ver.

   Entonces, me encontré con un nuevo cartel indicador de caminos. El camino que yo quería tomar me lo señalaba en dirección contraria a donde estaba yendo. Comprendí que el cartel anterior no debía estar mal, como había pensado. Regresé por donde había venido y de nuevo subí la cuneta en el mismo punto de antes.

   Vi entonces que, uno de los motivos por los que no había podido ver muy lejos, era porque un gigantesco árbol estaba caído en mitad del camino, cosa que antes no había distinguido bien. Tras sortear el tronco y avanzar un poco más, salí de los árboles para encontrarme en un terreno desigual en el que apenas se podía distinguir un finísimo sendero de barro rodeado de charcas. La Ciénaga de los Muetos. Bajando un poco por este sendero llegué a otro camino ancho, con otro cartel. En él, ya pude comprobar, que efectivamente por ese camino ya descendía de la montaña por el lado occidental: pero delante de mí había un frondoso bosque perenne y no había manera de ver el valle.

Tentado he estado de comer en la pajarera esa
   Podría haber bajado a otro refugio que había al final de ese camino. Pero me daba bastante pereza regresar montaña arriba de nuevo. Y para hacer el recorrido completo, la circunferencia de la que hablaba antes, debía haber llevado más comida conmigo. Decidí entonces comer allí mismo la fruta, un par de galletas y el otro refresco que había traído, y descender por donde había venido.

   Si el ascenso me había costado cerca de tres horas, el descenso me supuso casi otras dos. Hacia el final del camino, por fin, salió el sol. A la luz del astro rey podía ver que a mis lados las praderas estaban llenas de flores blancas y amarillas. La primavera ha llegado al valle del Salzach. Y no me ha dado mayor alergia que un ligero picor en los ojos, ni siquiera lo bastante fuerte para obligarme a rascarme.

Sólo falta Julie Andrews endrojada hasta las cejas.
   Mi recompensa después del periplo: un Big Mac y la esperanza de tener cuerpo el próximo domingo para, esta vez sí, intentar hacer el recorrido completo, toda la circunferencia. Eso sí, me cargaré bien de agua, fruta y algo sólido para comer a mitad del recorrido, porque me llevará buena parte del día.

   Por cierto, pensamiento que me ha asaltado: si la carne del McDonald's no parece carne, no huele a carne (no huele a nada) y no sabe a carne como el resto de las carnes, ¿por qué narices la seguimos llamando carne? ¿Realmente alguien sabe qué nos estamos comiendo ahí?

   Días que faltan para volver a darme largos paseos con la Princesa a la que hecho horriblemente de menos: 63.

« Si esto es un camino entonces dos paredes sin techo son una casa. »
- "El Señor de los Anillos"
PD: No había osos.

jueves, 24 de abril de 2014

Don de lenguas, don de gentes

   En los últimos tiempos he evitado hablar muy profundamente de mi trabajo, y hay una razón muy sencilla: en cuanto entras un poco en profundidad en ese tema, a mí me aburre hablar de ello, y al resto del mundo le aburre escucharlo. Es así. Nadie va a una fiesta y acapara la atención de todo el mundo diciendo "Sí, yo me dedico a hacer claves únicas en una base de datos". Y la gente no se le acerca y le dice "Guau, guau, vaya, cuéntanos más, por favor, suena tan apasionante". No me estoy quejando, simplemente expongo un hecho.

   Creo que la prueba más evidente de esto es el trabajo que he realizado las últimas dos semanas. Lo de Áigor como gestor empieza a ser un poco insoportable, realmente. Hace una semana pasé una hora (por el reloj, a mí se me hicieron como cuatro) moviendo unas líneas de código de un sitio a otro. Es decir, imaginad el apasionante trabajo de coger un texto, y mover varios párrafos cien líneas más abajo, a golpe de cortar y pegar. Y ahora imaginad que tenéis que hacer eso mismo en 20 ficheros diferentes. Y, para rematar el problema psicológico, imaginad que ese corta-pega no supone ningún cambio en absoluto en el programa; únicamente es para que el texto se vea "más bonito", más uniforme. Imaginad que enviáis el resultado a vuestro jefe para que lo valore antes de entregarlo. Imaginad que vuestro jefe lo ignora sistemáticamente durante una semana. Imaginad que, cuando por fin se decide, te dice que muevas los párrafos otra vez 30 líneas más arriba, otra vez, en los 20 ficheros. ¿Porque le había entendido mal yo? Si fuera así no me importaría reconocerlo, no sería la primera vez, ni la segunda ni la última. Pero no, es porque ese día ha decidido que el texto le parece más bonito allí. Y, de nuevo, el cambio en la funcionalidad del programa es completamente nulo.

   Eso fue ayer a primera hora. Le mandé otra vez el resultado. Hoy tanto Javier como yo nos hemos pasado la mayor parte del día mirando al techo (de hecho, yo he jugado un poco al ajedrez). No nos manda trabajo. ¡Y lo hay, al departamento van llegando cosas! Pero Áigor no las pone en la cola de tareas pendientes. Y ya por la tarde, me ha llegado la valoración de lo de ayer: otra serie de lineas diferentes las debo poner en orden alfabético. No es sólo que no suponga ningún cambio en el programa, que éste sigue funcionando exactamente igual: ¡es que esas líneas no han estado ordenadas en diez años!

   Sí, ciertamente la sensación de que Áigor nos está mandando tarea de relleno empieza a ser alarmante. Ahora, volved a imaginad la situación de la fiesta que decía antes: cojo un puro y una copa de martini y digo "Sí, me dedico a mover líneas de texto tontamente de arriba abajo sin que sirva absolutamente para nada; pensaban que no llegaría a nada en la vida, pero me hice mi propio camino" (calada al puro mientras levanto los párpados de abajo de forma interesante).

   Como alarmante empieza a ser la falta de educación idiomática de muchos de mis compañeros. Yo no quería decir nada, porque realmente sigo diciendo que el primer problema soy yo: yo soy el inmigrante y yo soy el que tiene que entender su idioma. Pero tanto Javier como Patxi, si están hablando en castellano, en cuanto se acerca alguien tienen la cortesía de cambiar al inglés. Esto sirve tanto para que la otra persona no se sienta excluída como para que sepa que no la están criticando. Y no es tampoco una cosa de que los españoles estemos tremendamente bien educados: recuerdo que Jeroen también tenía ese bonito gesto, y él hablaba alemán perfectamente.

   Ya llevamos varias horas de café (de hecho, muchas seguidas) en las que noto que no están hablando en alemán porque no se dan cuenta de que he llegado: de hecho, alguno está hablando en alemán, en una pausa de la conversación me mira, me saluda con los ojos, hey qué tal, se vuelve y continúa hablando en alemán. 

   Lo de hoy ya ha sido para enmarcarlo: estábamos comiendo Patxi y yo con dos compañeros más, luego se ha unido otro. Estábamos hablando de caminos para mountain bike que Patxi conoce. Sin problema. Algo temprano, Patxi ha ido para cortarse el pelo. En cuanto ha salido por la puerta, automáticamente los otros han cambiado al alemán. Ajá, bien... "Si me queréis irse", oye.

   Recordando una situación parecida de hace cinco años en Inglaterra, me dan ganas de ponerme a cantarles la Macarena a todos. Pero con voz de tenor. A ver cómo se quedan.

   Ayer regresamos al curso de alemán. La primera mitad fue horrible, no me enteré de nada. Además había hecho los ejercicios deprisa y corriendo y los tenía todos mal. La próxima vez los tendré que hacer con cuidado. Menos mal que en la segunda ya volví a coger el ritmo y la pude seguir bien.

   De todas formas no avanzamos nada en el temario, porque una vez más, volvimos a ser cinco personas. Vino un compañero turco nuevo, Mohammed, pero a cambio de eso, no vino la macedonia. La he escrito y se supone que sí vendrá el lunes, veremos a ver. La profesora nos dijo que con seis personas el curso podría salvarse. No como algo seguro. En cualquier caso, nos pidió los números de teléfono, y eso me da mal rollo: me parece que puede que nos llamen para notificarnos algo. Vamos, que yo creo que no lo terminamos.

   Donde parece que hay unos cursos estupendos es en la Universidad de Salzburgo. He hablado con ellos por teléfono para buscar alguno para la Princesa, y bueno, no tenemos información detallada, pero me han hablado de uno que parece bastante decente: seis meses, tres días en semana, muy barato para lo que es...

   Hoy ella se ha hecho el viaje al D. F. para solicitar el visado de visita. En total, de su casa a la embajada, algo así como 10 horitas el viaje de ida (lo ha hecho de noche) y 9 el de vuelta. Viendo películas, tratando de dormir. Ha habido un momento de pánico al poco que ha llegado a la ciudad: me ha dicho que ya sabía cómo llegar a la embajada, y poco después, ha perdido la conexión en el teléfono. Durante una hora. Y yo, que me monto mis películas, me he asustado pensando que alguien la habría llevado. Ains. Vale, soy muy idiota: ni por un momento se me ocurrió pensar que México también tiene metro.

   Si de algo me ha servido esa hora de miedo sin sentido es para recordarme de lo muchísimo que la quiero. De lo mal que lo pasaría si en verdad le ocurriera algo. No sé si lo soportaría, la verdad. La quiero muchísimo, esa es la pura verdad.

   De hecho, de la misma manera que he evitado hablar en profundidad del trabajo, también hay un motivo para que, cuando hablo de la Princesa, siempre lo haga al final de la entrada: no es ni mucho menos porque sea la menos importante; es porque, considero, es un honor para todo el mundo quedarse un rato con ella en la cabeza cuando han terminado de leerme.

   Días que faltan para abrazarla, mirarla y susurrarle muy de cerca que siempre podrá contar conmigo: 65 (no acabamos de salir del 69 y ya queréis hacerme la rima otra vez, ¡gorrinos!).

« Fue mi elección. Adar, ya sea con tu consentimiento o no, no hay barco ahora que me pueda alejar. »
- "El Señor de los Anillos" (film)

martes, 22 de abril de 2014

El síndrome postvacacional

   Mañana, supuestamente, regreso al curso de alemán. Ese curso de alemán estupendo que lleva paralizado dos semanas. Tampoco es que tengamos muy claro el motivo. ¿No iban todos los nueve alumnos que se habían apuntado? Bueno, mientras lo paguen, el curso podrá mantenerse, ¿no? ¿Por qué no continuarlo? Lo único que se me ocurre suponer es que, efectivamente, no lo han pagado.

   La verdad es que durante estas dos semanas debería haber trabajado un poco más el idioma. Me las he tomado de relax, ocupándome de otras cosas. Pero a partir de mañana me vuelvo a poner las pilas. Estábamos tratando el tema de la meteorología (das Wetter). Ese tema tan gracioso que decía que la máxima en España en verano es de 27ºC (jee jee jee).

   El presentimiento que yo tengo, sin embargo, es de que mañana volveremos a presentarnos sólo cinco personas, y el lunes ya no tendremos más clase. No hemos sabido nada de Luccica, por ejemplo, quien supuestamente se apuntó, pero lo último que nos dijo a nosotros es que regresaba a su país. Me pregunto si habrá algún ucraniano entre los inscritos, y qué haría. ¿Regresaría para asegurarse de que sus seres queridos se encuentran a salvo? ¿O huiría lo máximo posible de la situación de su país?

   Ya veremos a ver qué pasa. De momento sólo puedo decir que tengo ganas de regresar y de volver a estudiar. Se me está oxidando.

   Días para mirar a los ojos a la mujer más dulce de este mundo y parte del extranjero y susurrarle ich liebe dich: 67.

« El idioma es un coñazo. Pero sabes, me imagino que es como aprender a recargar un arma: repetición, repetición. »
- "Avatar"

domingo, 20 de abril de 2014

El Retorno del Rey

   Ayer regresaron mis caseros, Harald y Gerlinde. Venían felices, cansados y con jet-lag. Gerlinde ha cogido bastante moreno, pero a él no se le nota tanto. Me parece que el hombre es de la misma liga que yo, algo me dice que los primeros días se ha debido de quemar. Un presentimiento. Me regalaron un huevo verde (tal cual) y una chocolatina con forma de conejo, porque dijeron que eso era lo típico para comer el Domingo de Resurrección. Nunca había oído hablar de semejante costumbre. Ya les mencioné que el de la basura no había pasado por nuestra casa, lo que parece que les sorprendió mucho. Pues sí, buen hombre, así es, nos ignoró.

   Esta noche me he acostado bastante tarde, a las cinco. Cuando estuvieron aquí, mis padres cortaron unos cartones con los que tapaban las ventanas para que no les molestase la luz por la mañana. Yo, aunque normalmente no los uso (la verdad es que se me hace bastante agradable despertarme con la luz del sol), he conservado los cartones por si acaso. Y esta vez, he pensado que faltaba apenas una hora para amanecer, así que mejor usar los cartones y así poder dormir un poco más.

   Un poco más... Bien, ni con jet-lag me había pasado esto: he despertado a las dos y media de la tarde. Menos mal que me sobraba comida de ayer y no he tenido que cocinar (me había hecho ayer algo parecido a una ensaladilla rusa). Y la verdad es que hacía bastante tiempo que no conseguía dormir más de nueve horas seguidas. Me ha sentado estupendamente, me he sentido todo el día bastante fresco. Ahora la cuestión es si seré capaz de dormirme a una hora humana hoy.

   A la tarde he ido a dar un paseo y me he tomado unas cervezas con Javier y Adriana que también salían a dar una vuelta. Al regreso me he vuelto a encontrar con Harald, que estaba examinando el terreno que había dejado una excavadora durante esta semana: han echado tierra, ampliando ligeramente el terreno que tenemos delante de la casa (más allá hay un barranco bastante interesante cuando uno regresa de noche con demasiadas cervezas encima). Me ha dicho que mañana apartará rocas. Si coincido con él en horas le echaré una mano, pero, conociéndoles un poco, me parece que madrugará bastante más que yo. Sí. Esa será mi excusa, jeje.

   Días para dormir un número infinito de horas junto a mi amor: 69. (sí, todos habéis pensado lo mismo, pero no hace falta que lo digáis, marranos!)

« No voy a despertarme porque salga el sol. »
- Fito y Fitipaldis

sábado, 19 de abril de 2014

De descubrir cosas nuevas

   Tengo una teoría acerca de la comida: a veces las comidas que no nos gustan, es porque no hemos probado el plato apropiado. Pongo un ejemplo: a mí de niño nunca me gustaron las judías blancas. Ni me gustaba el sabor ni me gustaba el tacto. Era un desastre. Esto fue, hasta que descubrí la fabada asturiana. La fabada asturiana, la auténtica hecha en un restaurante pequeño junto a una carretera de los Picos de Europa, me encantó desde la primera vez que la probé. Y a partir de ahí desarrollé el gusto por las judías en general: la verdad es que ahora no sólo me gustan de cualquier manera, sino que mi plato favorito con habas, más que la fabada, es en ensalada.

   De la misma manera, nunca me han entusiasmado las torrijas. Es curioso, porque a (prácticamente) todo el mundo que conozco le encantan. Es ese plato dulce y típico de Semana Santa, que se convierte en algo especial. Pero a mí siempre me supo, básicamente, a pan mojado. Sinceramente, ¿a quién le gusta el pan mojado? Y sin embargo, ayer Javier trajo un montón de torrijas a la oficina. Y probé una, por ver qué tal le salían.

   ¡Cago en Júpiter, menuda delicia!

   Hizo unas torrijas con una textura no tan fuerte, y con un sabor tan dulce, que se quedaba grabado a fuego en la memoria. Una maravilla, una genialidad. Me hace preguntarme por qué este plato no se hace durante todo el año. Y sí, tengo un presentimiento de que a partir de aquí voy a desarrollar un gusto por las torrijas, como me pasó con las habas.

   Por la noche estuve platicando con la Princesa. No sé cómo, de alguna manera acabamos hablando de esas canciones que se pegan al cerebro, aunque son espantosas. Lo que un viejo amigo solía llamar "canciones peste". Y ella me descubrió una maravilla, el trabajo de un auténtico artista, una forma hermosa de expresión que toca el corazón y conmueve el alma:


   ¿Alguien puede entender una maldita palabra de lo que dice este hombre? ¿Se puede cantar mientras uno bosteza? ¿Algún paisano mío se ha acordado también de la familia Pelicano?

   Ah, el arte. El arte es morirte de frío. Hale, ya está, ya lo he dicho. Es malo y es viejo, pero hay tentaciones a las que uno no puede resistirse.

   Días para cantar en persona a mi princesa que todo lo que hago lo hago por ella: 70.

« Es bueno lloverte cuando moja. »
- Anónimo por respeto.

jueves, 17 de abril de 2014

Cuando Dorne se convirtió en Invernalia

   En la última entrada comenté que aquí la primavera es de tiempo variable. Bien. Ha mejorado. El lunes nevó.

   No una nevada suave y breve como la que puede caer en Madrid a principios de invierno. Una señora nevada importante, con copos del tamaño de pelotas de béisbol, que no se detuvo durante casi un día entero. Que cuajó. Que dejó el pueblo completamente cubierto por un manto blanco que, eso sí, no tenía un grosor demasiado espeso. La nieve duró menos de dos días. Aún queda algo arriba, en las montañas, pero al día siguiente en el pueblo ya no había nada. Tal vez no parezca gran cosa, pero nosotros no podíamos dejar de pensar que una semana antes habíamos estado comiendo en la terraza del trabajo, y yo me preocupaba por no tener una gorra.

Nuestras vistas a la hora de la comida

   Hablando de trabajo, lo de Áigor empieza a ser preocupante. Sigue llegando tarde, sigue sin avanzar tareas, y la mitad de lo que me pide parece ser perder el tiempo por perder el tiempo por el puro placer de perder el tiempo. Quiero decir, que si sabes línea por línea lo que hay que hacer, ¿no tardarás menos en hacerlo que en darme una explicación buena de las tuyas?

   Porque sus explicaciones hay que oírlas. El martes llegó a darme dolor de cabeza intentar seguir su línea de pensamientos. Es un momento muy especial cuando le preguntas una duda: te contestará tu duda en algún momento de los primeros dos minutos, para luego seguir contándote cosas de otra docena más de temas distintos que no tienen nada que ver con lo que tú le has preguntado; y además repetirá lo mismo cerca de cinco veces. ¿Imagináis un mecánico diciendo "Sí, hay que cambiar la junta de la trócola, porque es la trócola, y entonces habría que cambiarla, porque tenemos que cambiar la junta de la trócola..."? Así, sin exagerar. Total, que para cuando ha terminado la explicación, es imposible recordar qué te respondió a lo que tú le preguntaste.

   Además, noto que ya no soy el único que en la oficina está preocupado porque llegue tarde. Se baraja que le pase algo grave, o también alguien ha mencionado que tal vez esté haciendo entrevistas, buscando otro trabajo. Desde luego, como este hombre se marche, el proyecto se hunde. ¡Si todo depende de él!

   Hoy ya el día ha amanecido bien bonito. Pero bien bonito. El cielo muy muy azul, y la tierra muy, muy verde. La verdad es que es imposible no valorar lo que tenemos aquí: según sales de casa, ya tienes la oportunidad de mirar lejos. Puede parecer una tontería, pero en Madrid ciudad es imposible encontrar un sitio en el que puedas mirar lejos. Siempre hay alguna pared en medio. Es un auténtico gustazo levantar la vista y ver más allá una montaña enorme y entera, con un cielo cián coronándola. Y, por la noche, esa luna llena que tiñe el campo de plata.

La vista desde mi porche. Hay que valorarla.
   Por cierto, que en México pudieron ver un eclipse de luna esta semana. Una luna roja. ¿Será algún presagio de la que están liando los rusos? ¿Alguien me puede explicar exactamente cómo ilumina el sol a la luna para hacer las diferentes fases? Nunca lo he entendido del todo...

   Días para apapachar muy fuerte al ser humano más maravilloso que jamás ha nacido en toda la historia: 72. Te quiero mucho, princesa.

« El cerebro me confunde la cabeza. »
- Aiditaprincesa.

domingo, 13 de abril de 2014

Tiempo Variable, Aquí Huele a Muerto y el Señor de los Tamales

   ¡Tengo teléfono! Sí, por fin. Ha costado sangre, sudor y lágrimas, pero finalmente conseguí una línea de teléfono móvil. La española la daré de baja lo antes posible. Y más vale que lo haga pronto, entre otras cosas porque he perdido la tarjeta SIM. La verdad es que fue una aventura al final:

   Me acerqué a la tienda de electrónica del pueblo, el Red Zac (que también pertenece a la Familia), y ahí tenían ya preparado el sobre con la tarjeta. Lo recogí, y me fui a una óptica que estaba cerca porque necesitaba que me arreglasen las patillas de unas gafas de sol. Me dijeron que estarían en diez minutos, así que fui a sentarme a un parque cercano a cambiar la tarjeta del teléfono y probar la nueva. El teléfono que usaba, un HTC Wildfire S con más de un lustro a sus espaldas, tiene el botón de encendido bastante perjudicado. Encender y apagar la pantalla es fácil, pero encender y apagar el teléfono, que implica tener el botón apretado durante un rato... Es bastante difícil. Pero finalmente conseguí cambiar la tarjeta. Cuando inserté el PIN me sale un mensaje diciendo que la red lo está bloqueando. Inserto el PUK. Ni caso.

   Parece ser que mi teléfono de Orange era eso, de Orange. Me parece raro. Yo estoy convencido de que hace tiempo probé una tarjeta de Movistar en ese teléfono, y funcionó perfectamente. Pero no. Definitivamente el teléfono bloqueaba la tarjeta, y tuve que comprar otro. El ganador ha sido un HTC Desire 500, bastante bueno, que de momento lo estoy explotando para navegar bastante y no me está dando ningún problema. Toda una novedad.

   A la tarde, estuve platicando con mi Princesita como siempre hacemos. Quería aprovechar este párrafo para rendir homenaje a un personaje que a mí se me empieza a hacer querido: yo lo llamo el Señor de los Tamales. Todas las noches, casi a medianoche (lo que son las cinco de la tarde en México), una furgoneta con un señor ofreciendo tamales pasa cerca de la casa de Aida. Durante un par de minutos la voz de la megafonía suena tan fuerte que no podemos hablar. Pero el tipo es divertido, habla como los meloneros a domicilio allá en Madrid. Me lo imagino tipo vendedor antiguo, estirado, con bigote y mono de trabajo, dirigiéndose a cada una de sus clientas por su nombre, ya que las conoce a todas. Preguntando por sus hijos, y asegurándoles qué fruta es la que lleva mejor ese día. Después de escucharle durante un par de docenas de días, de verdad que me muero de ganas de ir allá y comprarle unos tamales de una vez. Y decirle desde hace cuánto sigo su carrera y lo que significa para mí. Es un tipo increíble.

   Por la noche decidí poner punto y final al tema de la basura. Porque sí, una vez más, el viernes la bolsa estaba abierta e investigada por algún tipo de animal o persona muy pequeñita. Una colonia (más bien una nación) de hormigas estaban dando buena cuenta de los restos. Y tanto el exterior como el interior de la casa olía un poco a muerto ya, a podrido, a aquello que nunca jamás queremos que huela nuestra casa. Aquello no se podía tolerar más. A las doce, cogí la bolsa de basura orgánica y la llevé hasta un cubo que pertenece a otra casa, casi llegando al McDonald's. Esa casa tiene la entrada tapada por un seto, de manera que no pueden ver su propio contenedor. Aproveché este factor y la oscuridad de la noche para utilizar con alevosía un contenedor de basura que no era el mío. Sí, esta es mi confesión. Si me llevan a la cárcel, decid que fue un crimen necesario, y que lo volvería a hacer.

   La verdad es que no sé si debería hablar con Harald sobre la posibilidad de comprar un cubo. Se acerca el verano, y no tengo nada claro que pueda permitirme tener una bolsa de basura pudriéndose dentro de casa durante una semana.

   Nunca me ha gustado el entretiempo. Es la verdad. Uno no sabe qué ropa sacar del armario. Tengo en el perchero de la entrada de mi casa absolutamente todos mis abrigos. Y cada día me pongo uno diferente. ¿Porque tengo ese gusto para la moda? Ni de lejos, y todo el mundo lo sabe. Lo que ocurre es que cada día estamos a una temperatura distinta, y con un nivel de humedad distinto.

   Ayer tuve Las cuatro estaciones. Y se hace bien raro, uno esperaría tener aquí música de Mozart y no de Vivaldi... Vale, humor para dummies aparte, por la mañana limpié la casa, y hacía una mañana magnífica. Mucho sol, pegando contra la fachada, se podía tener todas las ventanas abiertas, y se estaba a gusto en manga corta. También limpié un poco el exterior, el trozo donde el hasta el día anterior había estado la bolsa de basura. Conseguí que el olor se fuera del todo, finalmente. Luego salí a comer al McDonald's, que hacía cerca de un mes que no lo visitaba. Y ahí empezó a nublarse, pero todavía, la temperatura era bastante buena para poder comer en la terraza. Cuando terminé mi hamburguesa, patatas y alitas de pollo, fui hasta el Spar grande (en pleno centro del pueblo, aproximadamente a media hora de mi casa), porque tenía que hacer una buena compra. Durante el camino empezó a llover. Más bien era urballa, pero el cielo estaba oscuro y anunciaba que iría a más. Llegué al Spar, y me pasé fácilmente una hora comprando. No porque tuviera tanto que comprar, sino porque, ya teniendo teléfono y un diccionario en él, me molestaba en saber lo que estaba comprando (algo que no siempre ha sido así). Cuando regresé a casa con mi mochila de montaña cargada hasta arriba y una bolsa de compra en cada mano, la lluvia había terminado, pero el sol no terminaba de asomar detrás de las nubes. En realidad era la temperatura perfecta para andar largas distancias cargando peso.

   Esta noche hay luna llena. Quiero destacar también lo bonitas que son las noches de luna aquí. Como ya he comentado otras veces, las luces del pueblo son muy tenues, hasta mi casa llegan con muy poca fuerza; la justa para que no me caiga por el barranco. De manera que las noches de luna llena, cuando está el cielo despejado, todo alrededor de la casa está iluminado con una preciosa luz azul-plateada. Todo tiene un aspecto ligeramente mágico, de alguna manera.

   Qué ganas tengo de que esté aquí la Princesa para disfrutarlo con ella. Qué ganas tengo. :-)

« ¿No es verdad, ángel de amor,
que en esta apartada orilla,
si tu padre nos pilla,
las hostias me las llevo yo?
 »
- Inspirado en José, zorrilla... digoooooo en José Zorrilla. Hoy, Festival del Humor a las nueve de la noche yupiiii.

jueves, 10 de abril de 2014

Administrador de Residuos Sólidos Urbanos

   Vamos, lo que viene siendo un basurero. Eso es en lo que me voy a acabar convirtiendo como esto siga así.

   Los dueños de la casa se fueron de vacaciones, y me indicaron que sacara la basura el miércoles por la noche, que el jueves a primerísima hora de la mañana pasaban y se la llevaban. Ellos mismos dejaron varias bolsas de plásticos en un lado de la casa para los recogieran también.

   El primero fallo fue mío: no saqué la basura el miércoles sino el martes (porque no sé ni en qué día vivo). Pero bueno, el miércoles por la mañana la bolsa ahí seguía, así que como otras veces, la dejé estar y me marché a trabajar. Cuando regresé, supongo que algún animal se había acercado, porque la bolsa estaba medio rota y la mayor parte de la basura se encontraba desparramada por el suelo. En los últimos días ha hecho bastante mal tiempo: ha bajado la temperatura, y llueve sin parar; pero la lluvia no hace esto. Quiero pensar que no habrá sido nada más preocupante que un perro.

   Recogí la basura que pude, y metí los restos de bolsa dentro de otra bolsa. La volví a dejar por la noche como me habían indicado. Esta vez ya sí, el jueves por la mañana debían llevársela muy temprano.

   No sé exactamente qué entiende mi casera por muy temprano, pero cuando he salido de casa esta mañana, he visto un coche recogiendo bolsas de basura. Justo cuando yo salía el hombre se marchaba cuesta abajo, así que no he podido decirle que había ignorado nuestra casa por completo. No sé siquiera si ha llegado a ver las bolsas: entiendo que cuando mi casero las puso en el costado de la casa es porque normalmente ahí van a recogerlas.

   De todas formas, en mi camino al trabajo, he visto más bolsas que ese coche no ha recogido, así que he pensado que tal vez son servicios distintos, y que otro vehículo pasaría a por las bolsas de nuestra casa. Error. Cuando he regresado, ahí seguían, y la mía había vuelto a ser "investigada" por algún animal. El caos era bastante menor que ayer, supongo que quedaba menos material con el que el animalejo pudiera trabajar.

   He vuelto a recoger lo que he podido, lo he metido dentro de OTRA bolsa, y ya la he puesto junto a las bolsas de plásticos. Porque, sea como sea, no puedo volver a meter eso dentro de casa, está ya completamente podrido: es basura que se tiró hace casi una semana. De todas formas, creo que voy a buscar urgentemente un contenedor donde tirar esto sin que nadie me vea, porque no puedo tener la misma película cada día al llegar a casa.

   Hablando de otras cosas, el otro día fui a ver al médico que me había recomendado Patxi por el tema de los mareos. Resulta que no me atendió él, sino otra médico, ayudante supongo, que habla español mejor que yo: estudió en Madrid. Me dio dos posibilidades para los mareos: o estrés (que es algo medio constante en mí), o una posible gastroenteritis que no se nota en el estómago, pero por lo visto provoca ese efecto. Ninguno de los dos casos explica por qué me da en primavera, pero ella me dijo que si no era eso no sabía qué podía ser. Tengo que llamar a otros dos doctores para que me hagan pruebas para descartar la gastroenteritis.

  También he pedido una línea de teléfono móvil (por fin), pero aún no me la han activado. Espero que mañana la tenga.

   Y Patxi me está ayudando a hablar con unos cuantos funcionarios y policías de aquí de Sankt Johann para tratar de conseguir un documento (una carta de invitación electrónica) que la Princesa necesita para poder pedir un visado. Le voy a acabar debiendo la vida al pobre chaval.

   ¡Qué ganas tengo de volver a estar a tu lado, Aidita mi cielo! Pienso en ti sin parar.

   Días para volver a mirarte a los ojos, perderme, e intentar como un torpe pronunciar que te quiero y que te quiero muchísimo: 79.

« No necesito llaves para cruzar las puertas
me quedaré en el aire para no pisar la mierda.
Soy un bufón errante buscando una princesa
Si esta noche te apetece... ¡Deja la ventana abierta! »

- Platero y Tú

lunes, 7 de abril de 2014

Mein Name ist Guybrush Threepwood und ich will Pirat werden!

Como no he sacado fotos, he decidido empezar
con una foto mía. Hacía sol en esa... nave...
   El fin de semana fue el cumpleaños del alemán. En realidad fue el miércoles pasado, pero el hombre no nos lo dijo hasta el día siguiente. Le tuvimos que comprar el pertinente regalo un poco deprisa y sin muchas ideas, pero al final le compramos una botella de whisky, y parece que la idea le gustó. Me parece que sus palabras fueron "habéis elegido lo mejor" o algo así.

   Eso sí: a ver si me aprendo de una vez que esto no es España, que aquí no aceptan las tarjetas de crédito en todas partes, y que tengo que ir con dinero en efectivo a los sitios. Queda muy feo pedirle dinero a la persona que está celebrando el cumpleaños. Menos mal que hoy ya se lo he podido devolver. No se ha molestado ni nada, es un tipo majo, pero yo siento que queda como feo. Ya no digamos del euro que le sigo debiendo al pobre Javier desde el jueves pasado.

   Áigor sigue llegando tarde. Hoy no ha llegado ni siquiera a la reunión de pie. Ha llegado bastante más tarde, de hecho. Ahí estábamos varios esperándolo como agua de mayo. Porque resulta que todas las tareas pendientes tienen algo que aclarar desde hace más de una semana. Pero la verdad es que, el hombre hace tantas cosas (y no estoy seguro de que todas sean competencia suya), que al final estas tareas pendientes no se mueven. Supongo que los compañeros de desarrollo deben de estarse calentando un poco con nosotros. No sería para menos.

   Hoy estaba haciendo una tarea. He llegado a un punto que necesitaba aclaración, así que me he puesto a hacer otra. En esta segunda he llegado a otro punto que también necesitaba aclaración, así que me he puesto a hacer otra más. Se me van acumulando. Lo mejor que puedo decir es que mañana por la mañana tengo trabajo que hacer, y no voy a aburrirme.

   En un momento de la mañana me he escapado para ir a la oficina del registro a darles una copia de mi pasaporte nuevo, que me habían dicho quedaba pendiente cuando me registré. No recordaba que además les había enviado algún correo preguntando por documentación, porque estamos intentando averiguar cómo conseguir a la Princesa un visado de seis meses (que hemos descubierto que existen por mero motivo de visita). Hoy estaban un poco de mal humor, y no parecían muy dispuestos a ayudar demasiado sin que hablase alemán. Sencillamente no lo entiendo, me recuerda un poco a la polémica de hablar catalán en el Senado: si sabes hablar el mismo idioma que tu interlocutor, ¿para qué le hablas en un idioma en el que sabes que no te está entendiendo? Para tanto como eso, no le digas nada. No es que me parezca ofensivo, es que me parece una chorrada. Pero bueno, se han quedado con la copia del pasaporte, que era lo que interesaba.

   Por cierto, que los servicios de atención siguen igual de bien como cuando compramos los primeros billetes: prácticamente lo único que hacen es forward. La serie de televisión Flash-Forward podría haberse basado en las experiencias de los servicios de atención al cliente, de hecho. "Aquí no es eso, pregunte en otro sitio, y no moleste".

   Por la tarde ya volví a casa, y como no tenía curso de alemán, he ido a empezar uno que tenía pendiente. Pero la verdad es que he dejado los ejercicios del primer tema por "un poco tolis", y mañana lo intentaré con el segundo. Y cuando digo que son "un poco tolis", me refiero a cosas como esta:

Cuando dijeron "curso de idiomas para dummies", no
creí que se lo tomaran al pie de la letra.

   De todas formas, admito que este era el tema de las presentaciones, y que puede no ser una representación de lo que el curso ofrece. Mañana intentaré hacer los ejercicios del tema 2, que versa sobre cosas de viajes.

   En vez del curso, he estado un rato jugando a Das Geheimnis von Monkey Island. Sí. El primero de la serie. Y el mejor. Me sé el Monkey Island 1 frase por frase, así que me lo he empezado a hacer en alemán, parándolo constantemente para analizar las frases. De momento he descubierto algo de vocabulario, y cómo construir los superlativos (que básicamente es igual que en inglés). 

   A media tarde ha venido el casero a hablar conmigo porque mañana se van de vacaciones al Caribe. Dos semanas. Me han dejado el número de teléfono de su hermano (por si acaso), una planta para que la cuide, y me ha devuelto la bolsa de basura de esta mañana porque, ¡horror!, he tirado una esponja con los orgánicos. La verdad es que no tenía ni idea de que las esponjas fueran de plástico, pero él sabrá.

   He descubierto lo que ocurre: en España, ante la duda, tiramos la basura al contenedor de orgánicos, porque habrá una planta de tratamiento de residuos donde se separará. En Casa Harald no puedo hacer eso, porque el hombre lo que tiene es una especie de pozo detrás de casa donde, literalmente, quema la basura orgánica. De ahí su insistencia de que sólo puedo tirar orgánicos y nada más que orgánicos. Me pregunto qué clase de restos habrán desaparecido en ese lugar... Joseph Bretonen...

   Todo sigue bien. El sol brilla, los pájaros cantan, las hormigas corretean por la casa felices, y la Princesa me quiere. Sólo espero que las cosas sigan el curso que están siguiendo, porque de momento me siento muy optimista.

   Soy feliz.

   Días para acariciar las mejillas de la mujer más dulce que jamás haya nacido sobre la Tierra: 82.

« Quiero estar contigo, regalarte mi cariño. Ver tus ojos disfrutando con los míos hasta siempre. »
- La Oreja de Van Gogh

domingo, 6 de abril de 2014

Medio año con mi caballero


   Hoy hace seis meses que llegó a mi vida un hombre fenomenal; hace seis meses que conocí a una persona que dentro de poco tiempo se convertiría en alguien tan importante que a día de hoy no me planteo vivir sin él. El tiempo se pasa rápido, y cada día te amo más. Te has convertido en una pieza fundamental en mi corazón. Contigo he compartido risas, llantos y demás sentimientos. Siempre estás ahí para darme una palabra de aliento o para reír conmigo de las tonterías que digo o hago. Muchas cosas han pasado, y la distancia no nos impidió que nos conociéramos. A pesar de que hace un tiempo lo veíamos un poco difícil. Pero, ¿qué es difícil cuando dos personas se aman? Mientras exista voluntad, amor y persistencia, nada es difícil.

   Hoy se cumplen quince días que me marché de contigo. Se dice fácil, pero no ha sido así. Tantas cosas me recuerdan a ti. Compartir la mesa contigo. Pasear tomados de la mano. Mirarte a los ojos y decirte cuánto te quiero. Sentir un dulce y cálido beso tuyo antes de irte a trabajar, o ver una película antes de dormir. Tengo grabado en mi mente y en mi corazón cada momento a tu lado, y los guardo porque son un gran tesoro.

   Te amo, Pablo Calzado, mi dulce caballero. Gracias a Dios porque te puso en mi camino, y gracias a ti por decidir permanecer en él. Que Dios te bendiga.

- Aida.

viernes, 4 de abril de 2014

Cosas que tenía pendientes

   Bueno, una semana ya ha pasado desde que se fueron mis padres. La casa sigue en pie, no he quemado nada... No, creo que no he quemado nada. No esta semana al menos.

   Repaso: me ha dado tiempo a terminar un par de proyectos del trabajo que estaban atascados desde casi el mes de enero; me ha dado tiempo a empezar y terminar la segunda parte del curso de alemán (que, como no se reanude, a mi empresa le va a sentar fatal tener que pelearse para recuperar el dinero); me ha dado tiempo a pedir de una maldita vez la tarjeta eCard...

   A propósito de esa tarjeta: es una tarjeta de la seguridad social, con la que puedo ir al médico y no tener que estar usando el seguro. Y tengo que ir. Han vuelto mis habituales mareos primaverales. Llevo toda la semana con ellos. En España, la pasada primavera, los médicos me dieron veinte mil vueltas mandándome de un médico a otro hasta que los mareos se pasaron solos. Aquí espero que me puedan decir algo. Intentaré pedir cita para la semana que viene.

   Y, en último lugar, pero no mucho menos importante, me ha dado tiempo a comprar una TELE.

El centro de cualquier hogar. Ahora que me fijo,
a esa pared le falta algún cuadro, ¿no?
   Sí, una TELE.

   Una tele bien chida y bien grande que me ha costado casi la mitad de lo que me costó la última que compré. No sé si es que los televisores en general han bajado de precio en los últimos cinco años, o solamente es aquí. El caso es que se ve muy bien, y ahora lo que me falta es un cable HDMI para conectarla al ordenador.

   Lo de la tienda ha estado bien, porque el empleado del departamento de televisores no hablaba inglés, así que he tenido que chapurrear un poco las cuatro palabras que sé de alemán. He podido comprobar lo que ya sospechaba: que puedo hablar tres o cuatro palabras de alemán para hacerme entender, pero lo que es entender... Niente. Nada de nada. Nichts von Nichts. :-p

   Me falta solamente el ordenador grande, la torre, para poder decir que estoy oficialmente instalado, jeje. Bueno, algo de ropa de verano tampoco vendría mal, la verdad.

   Ains, echo de menos a mi Chaparrita Princesa. Como con todo, veo la tele nueva y lo que tengo son ganas de verla con ella. Aunque la verdad es que, cuando eso pase, al televisor le haré poco caso, imagino.

   Días para volver a ver películas cheveres mientras la abrazo: 85.

« Sin tele y sin cerveza Homer pierde la cabeza. »
- "Los Simpsons"

jueves, 3 de abril de 2014

Las Normas de la Casa del Schnapps

   En este país te encuentras algunas reglas curiosas. Por lo menos, para los españoles, que estamos acostumbrados a que ninguna norma sea para hacernos la vida más cómoda (si acaso lo contrario), aquí se encuentran algunas cosas interesantes.

   Ayer volví a ir al curso de alemán. Parece que para esta segunda ronda de clases se han apuntado nueve personas (incluyendo los tres que se sentaban junto a mí). Pero sólo cinco estamos apareciendo, y esto es un problema. Según nuestra profesora deberíamos ser por lo menos ocho. Ocho. Con menos de ocho la clase no se puede sostener. Como en los equipos de baloncesto del instituto: hacen falta ocho jugadores para poder federarse.

   En principio teníamos clase el próximo lunes. Y yo ya tenía la duda de si llegaríamos a tenerla el miércoles. Esta mañana he recibido un correo electrónico para notificarme que ya ni siquiera el lunes. Se suspenden las clases, y se reanudarán el miércoles 23 de abril, después de Semana Santa. ¡Buenas vacaciones se va a dar mi profesora! ¡Que aproveche y visite España!

   En el trabajo me han comentado otra norma curiosa que debería conocerse en España: aquí, por lo visto, es ilegal (tal cual, ilegal) trabajar más de 10 horas seguidas. Si he entendido bien, en casos muy, muy puntuales, se puede extender hasta 12, pero como norma, 10. Más de 10 horas es ilegal. A mí me lo decían y recordaba la famosa conversación en el coche de Pulp Fiction:
- Verás, en Austria por ejemplo tu jefe no te puede obligar a trabajar más de 10 horas.
- ¡No jodas!
- No, allí los jefes no tienen ese derecho.
- ¡Joder, macho, yo me voy allí sin dudarlo, ya te digo que me voy!
   Ah, y un Big Mac es un Big Mac, pero lo llaman Das Big Mac y gritando.

   Hoy hemos ido a comer al restaurante del chino. Me ha salido un pelín carete, pero ha merecido la pena. El pato estaba delicioso. El plato era Pato con 8 ingredientes, y no estoy seguro de cuáles eran los ocho ingredientes. Si contaban como dos los minúsculos trozos, uno de pimiento rojo y otro de pimiento verde, es un poco engaño. Pero por lo demás tenía más o menos lo mismo que el cerdo agridulce, y estaba muy rico.

   Por la tarde he ido a buscar un televisor y a ver si me dejaban contratar ya el teléfono, aunque no cumplo los tres meses hasta la semana que viene. Sobre el teléfono, me han dicho que sí, que sin problema vuelva la semana que viene.

   Los televisores que he visto hoy en la tienda me han parecido algo caros, la verdad. Pero he localizado en la página web uno muy interesante que, incluso sin descuento, se me queda prácticamente al mismo precio que el que me ofrecían en la tienda con él, y es bastante mejor. Así que mañana iré a la tienda, preguntaré si me pueden vender ese, y si no pueden, lo compraré online. Para el caso...

   Así podré volver a ver Pulp Fiction en una pantalla grande. Ya te digo, tío, joder, qué ganas, tío.

   Días para volver a perderme en los profundos ojos más perfectos jamás conocidos por la humanidad: 86 (¿os acordáis de la serie del Superagente 86? ¿A que era cojonuda?).

« ¡Josele Mi Tele! »
- "Friends" 

martes, 1 de abril de 2014

La vuelta al cole

   Es extraño. Cualquiera habría dicho hace una semana que a estas alturas las cosas estarían volviendo a la normalidad. Pero quizá sea necesario redefinir qué es eso de la normalidad. Porque lo cierto es que las cosas no son iguales. Ni parecidas. Sí, vuelvo a despertarme solo, me ducho, a veces platico un poco por WhatsApp antes de salir de casa (ya por poco tiempo, que creo que ya puedo ir contratando una línea de teléfono, iré el jueves) e ir al trabajo. Hago mis horas, me aburro con mi trabajo, me lo paso bien con mis compañeros, aprendo mucho alemán, y vuelvo a casa a hacer mis quehaceres, a escribir un poquito y a dormir.

   Pero... las cosas no son iguales. Nada es igual. Es mejor. Es mucho mejor. Me siento mejor. Me siento lleno, me siento ilusionado. Aspiro a algo. Espero algo. Trabajo por algo, no es sólo por seguir comiendo y pagando el alquiler. Y eso marca una diferencia enorme. Salgo de casa a primera hora de la mañana, y salgo con ganas.

   Bueno, a decir verdad también tengo ganas de terminar lo más rápido posible para volver a casa a dedicarme a las cosas que más me importan, ¿no? Pero es distinto, porque ya no me desespera la ingente cantidad de horas que paso mirando un código raro. Creo que estoy aprendiendo a aceptarlo como una parte del día necesaria para llegar a la siguiente.

   Áigor lleva dos días seguidos llegando sorprendentemente tarde. No sé si es que no llega a tiempo a coger el primer tren. Tal vez está haciendo una vida marital muy activa que le cuesta salir de casa. O tal vez se pasa las primeras horas de las mañanas dando de desayunar a huérfanos allá en Salzburgo. Sería bonito descubrir eso de él, ¿que no? Estoy divagando. El caso es que hoy casi no tenemos reunión de pie, porque claro, las de nuestro grupo, las dirige él que para eso es el que manda. Luego, a las cuatro y media de la tarde, cuando yo ya estaba por salir, me pedía que hiciera una tarea. Y la tarea no era mirar una tabla, no. Era una tarea de fácilmente un par de horas. Así que yo le he dicho que tenía que irme que tenía que pagar el alquiler (lo hago desde casa, jeje) y que mañana lo haría. Creo que al final lo hará él, no le importa perder toda la tarde.

   Ayer regresé a la escuela a hacer la parte 2 del curso de alemán para el nivel B1. Qué largo y complicado suena dicho así. No quería avanzar tan pronto a  la parte 2, la verdad es que no me siento del todo preparado. No se me han quedado muchas cosas de la parte 1. Por ejemplo, pued decir los números, pero no los entiendo cuando los dicen otras personas (lo paso fatal en la caja cuando compro). No se me ha quedado cómo señalar sitios. Las palabras izquierda y derecha, las estudiamos, pero la verdad es que no se me han quedado hasta que las he visto en un programa de ordenador esta semana. No sé cómo hacer muchísimos plurales.

   Pero la verdad es que me han convencido. Y seguramente hayan hecho bien. Durante el verano no hay cursos, así que mejor avanzar ahora todo lo que se pueda, y ya tendremos el verano para asentar los conocimientos. Tienen razón. La verdad que sí.

   La clase estuvo bien, aunque teóricamente debíamos ser nueve alumnos y sólo acudimos cinco: la conductora loca (que repite), tres que no conocíamos y yo. Y la verdad es que los tres nuevos creo que tienen bastante más nivel que nosotros. Tienen buenas conversaciones con la profesora. Me pregunto qué hacen en nuestro nivel. ¿También con miedo?

   En el trabajo hoy se ha hablado mucho alemán. M., Javi, Patxi y algún otro compañero me han estado explicando algunas palabras. Me he apuntado cómo se conjugan los verbos möchen (gustar) y... iba a poner el querer-desear, ¿pero veis? Ya se me ha olvidado cuál era. XD

   La verdad es que si escucho atentamente las conversaciones, entiendo más de lo que esperaba. No es tan difícil. Como dije a mis padres, creo que el alemán es un idioma relativamente fácil (o no muy difícil) de aprender a comprender. Lo que tiene que ser realmente complicado es aprender a hablarlo bien. Tiene tropecientas formas verbales como el castellano. Tiene tres géneros y no sólo dos como el inglés (pero sin que el masculino y el femenino estén supeditado únicamente a personas). Tiene una pronunciación extraña como el francés. Vamos, tiene lo mejor de cada casa europea, jeje.

   Tengo ganas de aprenderlo bien. De una vez. Y de entender, después de 24 años, ¡qué narices decían los malos de Indiana Jones y la Última Cruzada!

   Días para volver a apapachar a mi princesa entre el calor de mis brazos y hacerla sentir los latidos de mi corazón: 88.

« Quiero vivir, quiero gritar,
quiero sentir, el universo sobre mí.
Quiero correr en libertad,
quiero llorar de felicidad. »
- Amaral 

Hace un mes que ella nos cuida


Una eternidad va haciendo
que un hermoso ángel al Cielo
subió, llevando en su vuelo
la seguridad que sonriendo

pensaríamos en ella
cada día de la vida
que nos quede recorrida.
Recordar a la más bella

criatura de este planeta,
del cielo el sol más brillante.
Por la noche la menguante
Luna tiene una completa

sonrisa de lado a lado.
Nunca le faltará al cielo
una risa con que el hielo
poder derretir, asado

con las llamas del cariño,
con ese amor que ha podido
viajar al ser despedido
del alma pura de un niño.

Sabe Anita la más guapa
que siempre la recordamos,
que con todo lo que amamos
su recuerdo no se escapa,

no, de nuestros corazones.
Con nosotros ella viaja,
su sonrisa nos relaja.
Por nuestras conversaciones

ella es la adorada diosa,
el hermoso ángel de arriba
que desde esa perspectiva
cuidando está de su hermosa

familia, que no les falte
de nada: ni amor, ni techo,
ni un cálido y tierno pecho
que apapachar y que salte

cada vez que su sonrisa
conquista nuestra memoria.
Cuenten los bardos la historia,
sí, que la cuenten precisa,

de aquella que hizo el planeta
un lugar más agradable,
un corazón formidable
que hizo la vida completa.