jueves, 24 de julio de 2014

Uns

   ¿Por qué casarse? Mucha gente aquí en Europa se lo pregunta, o en los últimos días, algunos me lo preguntan a mí. Alguien me ha dicho categóricamente las palabras "casarse no sirve para nada". Y tengo la sensación de que desvelo una parte de mí que poca gente conoce, aunque algunos se imaginarán, cuando digo que no podría estar más en desacuerdo.

   ¿Acaso cambia la vida de una pareja cuando se casa? En estos confines perdidos del tiempo no, realmente, habida cuenta de que la mayoría de las parejas viven juntas un tiempo antes de pasar por la vicaría. Algunos hasta tienen hijos antes de decirse el sí, quiero. Ya se conocen las costumbres, las manías y cómo huelen sus respectivas pezuñas. Llegan a saber qué le gusta comer al otro, qué le gusta botanear, qué le gusta ver en televisión y si prefiere las videoconsolas a los ordenadores. Y entonces es cuando deciden ir a la Iglesia o al juzgado a sellar su relación. Así que no, realmente, en lo que se refiere al día a día, es probable que el matrimonio no suponga ninguna diferencia. ¿Entonces en qué cambia?

   Pues yo creo, y espero, que lo que cambia sea la actitud. Me explico.

   Visto desde fuera, siempre tuve cierta envidia de las parejas casadas. O, cuanto menos, me parecía un concepto bien bonito. Una pareja pasa tiempo junta, y llega un momento en el que pueden decir "Sí, estoy seguro de que quiero pasar contigo todos los días del resto de mi vida". Y están tan seguros de esto que se lo quieren prometer, de la manera más sagrada, con todos sus seres más queridos como testigos. El matrimonio puede ser más o menos especial, dependiendo de cada quién, ¿pero realmente se puede negar lo bonito que es el concepto de una boda? ¿De una ceremonia en la que una pareja se promete amor para toda la vida?

   ¿Tengo un lado decididamente femenino, o es que la mayoría de los hombres piensan igual que yo, pero no lo reconocen por el dichoso qué dirán?

   A mí me ha llegado de forma rápida, e inesperada, podría decirse. Pero no menos intensa. No menos hermosa. He conocido a la mejor mujer de la Tierra. Y lo digo sin titubear. He conocido a la más bonita, a la más dulce, a la más graciosa, a la más generosa, a aquella que tiene una palabra amable, un aliento, un recuerdo, un buen deseo para todo el mundo. Aquella que se ha hecho un hueco en la habitación más grande de mi corazón, y me arropaba en mis sueños incluso antes de haberla conocido. Aquella que sonríe junto a las estrellas y canta con el viento que el amor verdadero, verdaderamente existe.

   Así que, cuando llegado el momento de que, dadas nuestras limitaciones geográficas, tuvimos que decidir qué hacer con nuestra vida juntos, ¿me costó mucho decidir casarme con ella?


   ¿Por qué iba mi decisión ser otra? Sé desde este mismo momento que quiero estar siempre con ella, que no quiero que nada en el mundo nos separe. Sé que quiero sentir sus abrazos cada día de mi vida. Que quiero oír su voz cada segundo, que quiero sentir su tacto al tumbarnos. Sé que incluso todas mis discusiones y mis equivocaciones sean con ella (sí, chica, lo siento, pero sigue leyendo). Lo quiero así porque también quiero que sea ella de quien necesite un perdón. Y prometo que serán pocas veces.

   Quiero comer junto a ella, conocer el mundo con ella, madurar con ella, hacerme viejo con ella. Avanzar con ella. Viajar con ella. Porque, al final, la vida no es más que un viaje a alguna parte que desconocemos, y aunque no sea imprescindible tener un compañero de viaje, es mucho más llevadero. Y yo, tras conocerla en profundidad, tengo muy claro que quiero que ella sea mi compañera de viaje.

   Quiero ser su guía y su apoyo, y ella el mío. Sueño con un futuro en el que ella llegue a casa después de un día difícil en el trabajo, y pueda ser yo quien la esté esperando con un plato caliente y una botella de vino para que se anime. ¿Es egoísta que cuando ella necesite un abrazo quiera ser yo el que esté más cerca para dárselo?

   Las parejas se casan, crecen juntas, envejecen juntas. Ven el mundo juntas, lo aprenden todo juntas. Y es todo mucho mejor, porque ¿de qué sirve tener el mundo entero en tus manos si no lo puedes compartir con nadie? Prefiero un jardincito compartido con ella antes que ser el Rey de Asturias en solitario.

   Ese es mi futuro. Ese es mi sueño que se hace realidad. Y tengo otro estúpido sueño: pensar que ella siente de la misma manera.

   Por hasta los frikis se casan. Por eso Han encuentra a Leia, Quijote encuentra a Dulcinea, y Frodo encuentra a Sam (no lo negemos, sí).

   Por eso este friki se casa. Porque cuando conoces al amor de tu vida, es estúpido dejarlo marchar.

   Porque te amo, Princesa.
« - Dijiste que te unirías a mí, renunciando a la vida inmortal propia de tu gente.
   -Y lo sigo diciendo. Antes compartiría una sola vida contigo que enfrentarme a todas las edades de este mundo sola. »
- "El Señor de los Anillos" (film)

viernes, 18 de julio de 2014

Casa dolce casa

   Sí, ya sé que el título está en italiano y no en alemán. ¿Pero a que suena bien?

   Los últimos días en México se dividieron entre la tristeza y la alegría y la esperanza. La Princesa siempre dijo que estaba tristenta: contenta porque se venía conmigo, y todo lo que eso significa para nosotros (que es mucho), pero triste por todo lo que dejaba atrás. Y era de entender. Hubo muchas despedidas, y fueron amargas. Y aunque ella asegura que es algo por lo que tiene que pasar, por lo que elige pasar, a mí me sigue doliendo verla pasar un mal rato. Me duele mucho.

   Pero finalmente llegó el sábado. Ya teníamos todo arreglado, todos los papeles a mano. Eso pensábamos. En el último momento nos dimos cuenta que no habíamos impreso el itinerario de viaje de la Princesa, y temíamos que se lo pudieran pedir en inmigración. El taxi llegó antes de la hora que lo habíamos pedido. Nos despedimos de mis papás políticos, de forma rápida pero muy emotiva. Nos dieron su bendición, y mandamos al taxi a buscar un cibercafé.

   Afortunadamente, el más cercano estaba tan sólo a unas calles, y ya, tras imprimir el itinerario, nos dirijimos al aeropuerto. Había tráfico. Denso. La Princesa se durmió cinco minutos en un taxi que avanzaba como un caracol entre un tráfico de hormigas a cuatro ruedas.

   La llegada al aeropuerto para facturar las maletas fue incluso más divertido. La noticia buena era que el vuelo se retrasaba, así que necesitábamos correr menos. La noticia mala era... que el vuelo se retrasaba, de manera que no alcanzábamos a tomar el siguiente. La empleada de Aeromexico que nos atendía veía extraño que Iberia nos hubiera vendido aquella combinación, que según ella, era imposible de tomar a tiempo de cualquier manera.

   Nos intentaron cambiar el vuelo por uno que, en vez de en Madrid, paraba en París. Lo cual nos puso nerviosos, porque, como veremos más adelante, era importante que visitáramos a mi familia en Madrid. Pero en el vuelo que iba de París a Munich sólo quedaba una plaza disponible, no dos, así que esa opción también se descartó. Al final se mantuvo nuestro primer vuelo a Madrid, pero el siguiente, de Madrid a Munich, se cambió a la mañana siguiente.

   La gente de Aeromexico se portó bien, la verdad. Vieron que no alcanzábamos a tomar un vuelo de Iberia, y se podrían haber desentendido: pero en vez de eso nos buscaron uno de ellos en el que pudiéramos entrar, y los estamos agradecidos por esa gestión. Ahora nos queda pendiente poner una reclamación en Iberia, porque toda la gestión de billetes de avión ha sido un poco desastrosa: empezando por mi billete de ida (que no pagaron a Aeromexico hasta que ya había llegado al D.F.) hasta que, en el momento de reservar los asientos para la vuelta, yo pude hacerlo on-line pero no hubo manera de reservar los asientos de la Princesa. Ni on-line ni por teléfono. Cuando llamábamos nos daban largas. Imposible conseguirlo.

El comandante de nuestro vuelo
   De todas formas, al final salimos ganando. El vuelo a Madrid fue de Aeromexico, y los aviones eran bastante más cómodos. Yo dormí dos películas, la Princesa sólo una, y vimos juntos una más sin dormirnos. Qué buenos actores son Jack Nicholson y Diane Keaton, hagan lo que hagan. Y además pudimos pasar una noche en Paracuellos, con mi familia.

   Allí la Princesa conoció a los miembros más cercanos del clan: mis padres, mis dos hermanos y mi cuñada, estaban todos allí. Todos la conocieron, la saludaron, la dieron la bienvenida. Ellá baciló un poco con mi hermano el mediano, pero hubo mucho buen rollo. Y algo de locura, como siempre que se junta toda mi familia, jeje.

   De los allí reunidos, algunos vieron ellos mismos lo que la Princesa y yo llevábamos en la mano. A otros se lo dijimos cuando ya nos íbamos a acostar. La prenda, el complemento, el objeto más preciado, importante y hermoso que he llevado nunca.

   El Anillo de compromiso que llevábamos desde hacía algo más de una semana.

   Porque sí, amigos, aunque por aquí no lo había anunciado, yo fui a México con un par de anillos de compromiso. Oro rosado, un par de piedrecitas en el de ella... "Mi precioso". Mi preciosa. Porque ella es lo mejor que he conocido, lo mejor que nunca voy a conocer. Porque es mi sol, mi luz, mi sueño, lo que más quiero en el mundo. Y porque, a día de hoy, ya tengo muy claro que quiero pasar mi vida con ella. Compartirla con ella. Hacer mi familia con ella. Y me consta que ella siente poco más o menos lo mismo. Sea como sea, no queremos que nunca más nada nos separe.

   Lo teníamos hablado ya desde hacía un tiempo. Sólo nos faltaba confirmar lo que queríamos, y hacerlo oficial. Sus padres agradecieron que pidiera la mano, que fuese hasta allí a hablar con ellos en persona, a asegurarles de que voy en serio. De que no voy a engañarla, ni abandonarla, ni rendirme ante nada con tal de que sea feliz. Que nada me importa más en el mundo.

   Tanto sus padres como los míos reaccionaron bastante bien con la noticia. Los míos cargados de buenos consejos, como siempre, nos desearon mucha suerte. Estábamos bastante nerviosos de decirlo, pero ya pasó ese momento, y ahora estamos más tranquilos, tratando de arreglar los papeles.

   Por cierto, sobre la burrocracia volveré a hablar en otro post, que tiene tela.

   Finalmente, a la mañana del lunes, tomamos el último vuelo que nos llevó a Munich. El hotel que íbamos a utilizar aquella noche lo habíamos perdido ya, como perdimos el tren que habíamos reservado. Pero sin problema, compramos otros billetes, probamos el Currywurst local mientras lo esperábamos, y emprendimos camino.

   Honestamente, aunque todo el mundo me había recomendado lo contrario, a mí el viaje desde Munich se me hizo mucho más pesado que desde Viena. El aeropuerto está totalmente afuera de la ciudad como ya indiqué, el S-Bahn se me hizo algo incómodo, y el viaje hasta la estación de Salzburgo interminable. Por otra parte, el viaje completo desde Zapopan nos llevó casi cuarenta y ocho horas, así que es lógico pensar que a esas alturas ya estábamos locos por llegar a casa.

   De hecho, nada más llegar a Sankt Johann nos encontramos con mis caseros, que nos dieron la bienvenida a los dos. Y tal era el cansancio que llevábamos encima que olvidé completamente decirles sobre nuestro compromiso. Se lo dijimos al día siguiente y ya brindamos.

   Ya estamos aquí. En nuestra casa. Sí, nuestra casa. Ahora tratando de organizar todo el papeleo necesario para llevar a cabo el matrimonio civil en Austria (ya que no nos permiten hacerlo en España sin estar residiendo allí).

   Ya estamos aquí. Al principio de nuestro futuro. Sí, de nuestro futuro. Un futuro en el que nunca tengamos que separarnos otra vez. Un futuro en el que, hagamos lo que hagamos con nuestras vidas, lo haremos juntos.

   Un futuro de abrazos eternos. Nuestros abrazos eternos.

   Amo a la Princesa.

« Dicen que cuando conoces al amor de tu vida, el tiempo se detiene, y eso es cierto. Lo que no te dicen es que cuando se reanuda se mueve extremadamente rápido para recuperar. »
- "Big Fish"
"I wanna hold your hands..."
 PD: Habrá otros dos post para hablar más en detalle de nosotros, de lo vivido, y de los problemas a los que nos enfrentamos ahora. Sé que los superaremos.

martes, 8 de julio de 2014

Los Padres de Ella

   Llevo aquí una semana, y debo decir que estoy pasando el tiempo de mi vida. Todo el mundo, repito, todo el mundo sin excepción, me ha recibido en México con los brazos abiertos, y en unas pocas horas me han tratado como uno más de la familia. La verdad es que pensaba que si esta buena - buenísima - gente estuviera un poco resentida conmigo, no podría dejar de comprenderlos. Sigo siendo un español que se lleva uno de los tesoros más hermosos del lugar. Sigo siendo un desconocido, y la razón de que una hija única se aleje de sus padres. Lo habría entendido. Pero no, todo lo contrario: me han acogido, me han hecho uno más, estamos a gusto los unos con los otros, y me siento bienvenido, apreciado y querido.

   Ni siquiera están resentidos porque, después de tres partidos excelentes y de superar barreras infranqueables, el domingo, primer día que estaba yo aquí, México fue derrotado frente a Holanda y expulsado del mundial. "No fue penal" se ha convertido en una frase recurrente en este país, en un chiste repetido hasta la saciedad (pero que no deja de ser divertido), y que no me extrañaría ver en muy poco tiempo estampado en camisetas. Algo así como el "Han shot first" para los frikis.

   El lunes conocí el casco antiguo de Guadalajara. Muy interesante, en esta ciudad hay enterrada mucha historia de México. De un lado a otro hay estatuas representando a Miguel Hidalgo, enarbolando una antorcha y rompiendo las cadenas de los esclavos. La catedral de Guadalajara es particularmente bonita, así como la Plaza Roja (que se llama así popularmente por el color del suelo, no tiene nada que ver con la de Moscú ni con el comunismo en general).

   A la noche tomamos un autobús que nos llevó a México D. F. al día siguiente. Fuimos a la embajada de Austria a recoger el pasaporte con visado de la Princesa, y allí nos dijeron que de hecho, ese visado lo puede empalmar con su permiso de turista normal de tres meses. Así que, con lo que tiene ahora, puede quedarse hasta nueve. Recibimos la alegría con entusiasmo, y después el taxista que habíamos llamado (el mismo que atendió a la Princesa cuando fue a solicitar dicha visa) nos acercó al zoológico de la ciudad.

   Gorilas, hipopótamos, cebras, focas (perdón, leones marinos), jaguares... todo tipo de animales que yo no he tenido muchas ocasiones de ver en mi vida. Llama mucho la atención una raza de perro característica de estas regiones que llaman xoloescuincle, que no tiene pelo y está cubierto por una piel de color negruzco. Parece una especie de doberman andino.

   Después del zoológico tomamos el abarrotado transporte público de México D. F. para ir a visitar a un primo que la Princesa no veía desde  hacía diez años. Un tipo simpático, a quien al día siguiente oí decir que yo le había caído muy bien. Descriteriados. Después de descansar un rato en su casa, y cenar, regresamos a la estación de autobuses y dormimos el viaje de vuelta. El viaje entre Guadalajara y México D. F. dura cerca de seis horas. Los autobuses son lo suficientemente cómodos como para que puedas dormir todo el trayecto, pero no lo suficiente como para que verdaderamente descanses. Así que la mañana siguiente la pasamos en casa recuperando el sueño.

   A la tarde insistí en invitar a cenar a los Reyes (se entiende, los padres de la Princesa). Fuimos a una taberna típica Mexicana. Música en directo, muy buen ambiente, camareros amables, y, como ocurre en los Rib's españoles, una tabla de carnes para cuatro personas que difícilmente podrían terminarse cinco. A estas alturas mi familia política ya conocía mi buen estómago, pues he probado todos los platos típicamente mexicanos que me han ofrecido. Pero la Princesa se sorprendió de ver lo rápido que puedo beber el tequila. La verdad es que en ningún momento se me hizo fuerte, y tampoco se me subió, de manera que debe de estar bastante mejor preparado que los tequilas que nos venden en Europa.

   Hablando de la comida mexicana, creo que es la primera en todo el mundo que no me ha hecho extrañar la española. Es fuerte, y es posible que no todos los estómagos estén hechos para ella, pero es increíblemente sabrosa. Todo lo condimentan con chile, y casi todo con limón y sal. Pero la variedad de sus frutas y vegetales hacen que cada plato sea único. Me ha gustado particularmente el menudo, cuyo sabor me sorprendió. Las quesadillas son igualmente deliciosas con un poco de salsa de chile. El chile es adictivo. Hace que te arda la boca hasta sentirte como un dragón, pero no puedes dejar de comerlo. Me encanta enchilar las comidas.

   El jueves quedamos con unas amigas de la Princesa de cuando trabajaba en una empresa de afores. De cuando nos enamoramos. Allá estaban todas aquellas personas a las que me había pasado meses viendo a través de la pantalla, desde las que en principio pensaron que yo estaba con una banda de trata de blancas (y no es cierto, mi banda sólo vende gatas verdes (modo sarcasmo off)) hasta las que confiaron en nuestra relación desde el primer momento. Fue una noche agradable, y tuve ocasión de visitar otra taberna mexicana. Esta no estaba tan preparada para turistas, y aunque el ambiente era menos bonito, se sentía más auténtica, de alguna manera. El tipo de sitio al que la gente que vive aquí suele ir a menudo. Su tipo de antro, su tipo de bar.

   Desde luego espero que sea algo más característico que el que visitamos la noche siguiente. Con uno de los hermanos de la Princesa, terminamos en un antro gay, viendo a una travesti bastante divertida que vacilaba con todo el público. Y me dijeron que el sitio estaba muy vacío para lo que había sido, que ellos recuerdan tiempos en los que el lugar estaba llenísimo de gente, y era imposible conseguir mesa.

   Ese mismo viernes habíamos alquilado un coche, un compacto, durante seis días. Así que antes de esa visita cultural, tuve la ocasión de conocer el pueblito de Tlaquepaque (creo que se escribe así), un lugar bien bonito donde parece que son muy típicas las cosas hechas a mano, de tela o de barro.

   El sábado lo utilizamos para visitar Chapala, un pueblo precioso junto a un lago enorme. A mí se me hizo precioso. A la Princesa le deprimió ver lo mucho que había bajado el nivel del agua en los últimos años. Es un pueblo que, a pesar de estar junto a un lago y no junto al mar, se nota costero, y son típicos en él los mariscos. Probé los camarones a la diabla, que estaban buenísimos, y a pesar del nombre, tampoco me parecieron tan fuertes. Por la tarde regresamos pronto a la casa, y pasamos la noche de nuevo con los padres de la Princesa y su otro hermano con su mujer. Regresamos a Tlaquepaque para cenar y después nos tomamos unos tacos en un puesto callejero.

   El domingo nos reunimos con unos tíos de la Princesa súper simpáticos, que ya me habían venido a recoger al aeropuerto y nos habían invitado a comer otro día, y con sus padres, y fuimos a otro pueblo cuyo nombre no recuerdo (lo siento) a una piscina. Ellos lo llaman alberca. Pasamos allí el día e hicimos la comida allí mismo con una sartén eléctrica. La Princesa preparó tortilla española con jamón y chorizo, entre otras cosas. Lo curioso es que lo que nosotros llamamos tacos o tortas, aquí se llaman tortillas. Y allí estábamos los seis haciendo tortilla de tortilla. Que debe de ser algo así como buscar Google en Google. Fue un día fantástico, y en el camino de vuelta tuve incluso ocasión de conducir por estas tierras. Todo por carretera, la verdad es que no me atrevo a conducir dentro de poblado.

   Y me quemé. Por segunda vez este año. Tengo la espalda hecha unas brasas ahora mismo, pero mereció la pena.

   Hoy he conocido el casco antiguo de Zapopan, y me ha fascinado. Su basílica y sus principales plazas son preciosos. Me ha sorprendido también descubrir que el municipio fue fundado en 1547 o por ahí, de modo que apenas hacía 50 años del Descubrimiento y unos 30 de la llegada de Cortés. Debió de ser de los primeras colonias del país.

   La familia de la Princesa es increíble. Nunca he conocido una gente tan atenta con los amigos y con la familia. Tan dispuestos a compartir todo, tan deseosos de visitarse. Creo que aquí la gente tiene una media de 100 personas a las que pueden considerar buenos amigos. La puerta siempre está abierta, la gente llega de visita sin avisar y siempre son bienvenidos. Constantemente se preguntan cómo les va a los demás familiares que no están con nosotros (y es que es una familia considerablemente grande). La generosidad de espíritu de estas personas sobrepasa todo lo que yo esperaba, que ya era mucho a raíz de la Princesita. Y es que si algo me encantó de ella desde el principio fue eso, su cercanía, su preocupación por los asuntos más cotidianos de todas las personas que hay en su vida (y en la mía). Aún me parece increíble que sea capaz de recordar de memoria todas las fechas de cumpleaños de mis hermanos, mis padres y mi abuela. No creo habérselo hecho aprender, pero ella se ha quedado con el dato, porque lo considera importante. Siempre me pregunta por ellos, por todos.

   Aprendo de ella a ser mejor con mis semejantes. Aprendo de ella.

   Esta mañana el Rey me dijo algo hermoso: que se quedan bastante tranquilos de que ella venga conmigo. Que, o soy muy buen actor, o tienen claro que soy una persona de confianza. Y eso es todo lo que yo quería: conocerlos, que ellos me conocieran a mí, y que se quedaran tranquilos. Porque lo primero para mí es que la Princesa sea feliz, y nunca le falte nada.

   Y la verdad, pocas veces en mi vida he estado orgulloso. No lo estoy por mi nacionalidad, ni tampoco por mi profesión. Pero saber que puedo transmitir ese nivel de confianza en apenas una semana... Diablos. Supongo que ese es el trabajo de mis padres. Ellos me hicieron como soy, y los estoy profundamente agradecido.

   Días que faltan para regresar a los Alpes: ¡demasiado pocos! Siento que vivo en un hermoso sueño del que no tengo ninguna gana de despertar.

« - ¿Usted hace pesas?
   - No, las compro ya hechas. XD »
- Mi papisuegro.

miércoles, 2 de julio de 2014

El Viaje de Chihiro

  Ya estoy en México, en la compañía de mi querida Princesita maravillosa. Y el camino fue un de peregrinaje de amor y de sueños. De esperanzas, de pensar en todo momento en los minutos, las horas, los días, todo lo que vamos a pasar juntos.

   Salí de trabajar el viernes y corrí a casa. Guardé las últimas cosas que me faltaban en las maletas (o eso cría yo), tiré la última basura que quedaba y salí corriendo por la puerta, cuesta abajo. A la que salía me crucé con mi casero, que me deseó buen viaje. A la vuelta nos veremos, y en unas circunstancias algo diferentes.

   Me parecía que iba mal de tiempo para tomar el tren que tenía pensado. Así que corrí todo lo que podía correr a la estacón de trenes. Por el camino recordé que me había olvidado coger una chaqueta por si en el camino tenía fresco. Llegué al bahnhof y compré un billete sencillo para Salzburgo y un abono del día para la provincia de Baviera que, sorpresa, era más barato que el billete sencillo (por si alguien está interesado en saberlo, se llama "Bayern-Ticket"). Cuando ya me dispuse a esperar al tren, hablando con la Princesa, recordé que también había olvidado las cosas que había comprado para ella.

   Y es que soy así. Jo. Se me olvidan las cosas. Dos meses con chorizo y unas lonchas de jamón en el frigorífico y se me olvidan en el último minuto. Me sentí fatal. Muy mal. No quiero fallarla ni con las cosas más tontas.

   Durante el camino a Salzburgo estuvimos intentando llamarnos y, comprobamos, como comprobaríamos varias veces a lo largo del camino, que mucha gente en Austria entiende dos o tres palabras de español, y que cuando le digo cositas dulces a mi Princesa levantan la vista y sonríen, jeje.

   La breve para en Salzburgo no tuvo mucha novedad. Salvo que el tren que tomé allí, que me llevaría a Munich, era un tanto extraño. Me subí, y me dijeron que no, que debía bajarme. Luego resultó que era ese mismo tren, pero que debía abordar otro vagón, pues no se utilizaban todos. ¿Por qué no se utilizan todos los vagones de un tren? ¿Viajaría alguna personalidad en él? ¿Tendría anthrax? ¿Tendrían velocirraptores en él? Lo más probable.

   El viaje a Munich fue doloroso, porque apenas podía hablar con la Princesita. Con todo lo avanzados que son los alemanes, tienen en el sur del país unas áreas muertas de señal telefónica bastante amplias. Yo ya iba de los nervios. No había podido siquiera avisarla. Deben de quedar ya pocos desiertos de telefonía como esos en Europa.

   Después de salir del tren y abordar el S-Bahn en Munich, llegué al aeropuerto. Que, por cierto, ocurre como con el aeropuerto de Londres: son ganas de decir que la ciudad tiene aeropuerto. Está a tal distancia que podrían haberlo llamado Aeropuerto de Munich Adolfo Suárez y no habría quedado raro.

   Esperaba que la noche en el aeropuerto sería larga y pesada, y la verdad es que no lo fue tanto. Pasé la noche platicando con la Princesa, y leyendo. Cené unos bocadillos con coca-cola, y más tarde tomé un café. Me di paseos. El aeropuerto de Munich es bonito, sobre todo una plaza que tienen entre las dos terminales, rodeada de restaurantes. Quise comprobar dónde estaba el hotel para cuando regresemos, pero en eso me he sentido algo estafado: el hotel no está en la misma terminal, como daba a entender Google Maps, sino que hay que tomar un autobús durante un kilómetro y medio, más o menos. Pero bueno, al menos está allí. Cuando conseguí conectar una red wifi y encontré un enchufe en un rincón casi sin gente del aeropuerto, nos videollamamos un rato. Un par de horas antes de que pudiera facturar las maletas, encontré un rincón en el que pude descabezar un poco. No quise tanto como dormir, no quería que alguien se llevara mis cosas. Finalmente llegaron las cinco y media y pude facturar las maletas y, poco después, abordar el avión.

   El vuelo a Madrid no tuvo especial interés. En estos vuelos cortos Iberia no ofrece ni un vaso de agua, y el avión es más pequeño que uno de papel, pero el viaje fue corto y llegué sólo cansado a medias.

   En Madrid me esperaba mi familia. Salí de la terminal y nos fuimos a la plaza de Barajas a tomarnos algo. Mi antiguo barrio. No ha cambiado mucho, excepto porque ahora hay muchas más obras. ¿Será cierto lo de la recuperación económica? ¿Se están generando nuevas obras? Cuando me fui de España todo estaba bastante parado...

   Regresé a la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid y llegué a la puerta de embarque un par de minutos antes de que empezaran a llamar para abordar. Durante el camino a lo largo de la terminal pude comprobar que en mi vuelo viajaban dos personalidades importantes, que no mencionaré (esto sigue siendo un blog público, y no quiero tener líos). Sólo diré que uno de ellos era un político, creo que con su familia, y el otro era un presentador de televisón que de hecho estuvo sentado una fila delante de mí.

   Mi plan original, por experiencias previas en viajes largos, era ver películas de acción que ya me supiera de memoria para dormirme. Cuando vi la selección de películas del avión vi varias que me interesaban, así que hice por ver la versión nueva de Robocop. Me dormía. De vez en cuando necesitaba rebobinar para recuperar algunos minutos que me hubiera perdido, pero la película me gustó más de lo que esperaba. No es el típico remake en el que vuelven a contar la misma historia que ya nos sabíamos, sino que realmente trata temas diferentes, y es interesante. De todas formas, como vi que efectivamente me dormía, el resto del viaje lo pasé con películas que ya conocía: Thor: el mundo oscuro y Las Dos Torres (edición de cine, para que dé más sueño aún). La hora que me faltó de camino la pasé jugando al ajedrez, y me iba bien, pero no me dio tiempo a terminar la partida. La comida del vuelo fue unos macarrones con chorizo para almuerzo, y un bocadillo de jamón de york como merienda.

   Al llegar al aeropuerto de México D.F., y tras pasar el control de inmigración, debía recoger la maleta y, según supe después, volver a depositarla en orta cinta. Pero no me enteré, porque yo soy así, de no enterarme de las cosas. Y me salí de la terminal con maleta y todo dispuesto a volver a facturarla. Para ir a mi siguiente vuelo debía tomar un tren, llamado aerotren, que me llevaría a la Terminal 2 del aeropuerto. Una vez allí, llegó el momento de encontrarse con el verdadero conflicto del viaje.

   Primero me dijeron que había un problema, porque este último vuelo no lo hacía Iberia sino Aeromexico. Cuando fui a recoger el ticket me dijeron que el ordenador daba un problema porque no estaba pagado. ¿Cómo no va a estar pagado, pregunté, si yo había comprado todos los billetes juntos? Porque al parecer Iberia no había pagado a Aeromexico. Pero bueno, lo solucionaron ellos. Y entones, vino el segundo problema: overbooking.

   Me pilló de sorpresa. La primera vez que oí hablar del overbooking yo era un niño, y fue cuando dieron la noticia de que se había prohibido, no sé si en España o en toda Europa. Aeromexico todavía lo hace. Me dieron un billete sin asiento y me dijeron que en la puerta de embarque me lo solucionarían, que tenían un protocolo para esas situaciones: buscar un voluntario que, a cambio de dinero, estuviera dispuesto a cambiar su billete. Un poco traído por los pelos, me pareció a mí.

   Pero cerca de la mentada puerta de embarque había un mostrador de información de Aeroméxico, y después de hablar con ellos dos veces e insistirles en que me estaba poniendo de los nervios, me dieron ya un billete con asiento. Con lo que nos sentimos mucho más seguros. A todo esto empecé a comunicarme con la Princesa por SMS, porque parece que se me terminaron los datos de Roaming que puedo utilizar.

   El último vuelo fue bastante cómodo. Abandonamos México D. F. en una noche lluviosa y en seguida llegamos a Guadalajara. Se me hizo muy corto. Antes de recoger la maleta, a través de la puerta de salida, ya vi a la Princesa esperándome. Recogí la maleta en cuanto salió por la cinta y salí a darle un abrazo.

   Cómo describir... Por fin estábamos juntos. Por fin estaba ella entre mis brazos, diciendo mi nombre, apretándome. Amándome. Y yo a ella, profundamente. Por fin éramos uno. Por fin se había completado el viaje más largo, el más nervioso. Con ella estaban sus tíos y su madre.

   Llevo aquí tres días y hasta ahora toda su familia ha sido extremadamente agradable conmigo. Todos me han acogido, me siento como uno más, realmente. Estoy muy a gusto. Y estoy con ella. Siempre estaré con ella. Ya hemos dicho que nada nos puede separar, por lo que nada nos puede separar. Es un hecho.


   El futuro es hoy.

« Quién me vende un alma, y me presta esperanza, pues es el fin del camino... »
- "El Fin del Camino", Mägo de Oz.