miércoles, 2 de julio de 2014

El Viaje de Chihiro

  Ya estoy en México, en la compañía de mi querida Princesita maravillosa. Y el camino fue un de peregrinaje de amor y de sueños. De esperanzas, de pensar en todo momento en los minutos, las horas, los días, todo lo que vamos a pasar juntos.

   Salí de trabajar el viernes y corrí a casa. Guardé las últimas cosas que me faltaban en las maletas (o eso cría yo), tiré la última basura que quedaba y salí corriendo por la puerta, cuesta abajo. A la que salía me crucé con mi casero, que me deseó buen viaje. A la vuelta nos veremos, y en unas circunstancias algo diferentes.

   Me parecía que iba mal de tiempo para tomar el tren que tenía pensado. Así que corrí todo lo que podía correr a la estacón de trenes. Por el camino recordé que me había olvidado coger una chaqueta por si en el camino tenía fresco. Llegué al bahnhof y compré un billete sencillo para Salzburgo y un abono del día para la provincia de Baviera que, sorpresa, era más barato que el billete sencillo (por si alguien está interesado en saberlo, se llama "Bayern-Ticket"). Cuando ya me dispuse a esperar al tren, hablando con la Princesa, recordé que también había olvidado las cosas que había comprado para ella.

   Y es que soy así. Jo. Se me olvidan las cosas. Dos meses con chorizo y unas lonchas de jamón en el frigorífico y se me olvidan en el último minuto. Me sentí fatal. Muy mal. No quiero fallarla ni con las cosas más tontas.

   Durante el camino a Salzburgo estuvimos intentando llamarnos y, comprobamos, como comprobaríamos varias veces a lo largo del camino, que mucha gente en Austria entiende dos o tres palabras de español, y que cuando le digo cositas dulces a mi Princesa levantan la vista y sonríen, jeje.

   La breve para en Salzburgo no tuvo mucha novedad. Salvo que el tren que tomé allí, que me llevaría a Munich, era un tanto extraño. Me subí, y me dijeron que no, que debía bajarme. Luego resultó que era ese mismo tren, pero que debía abordar otro vagón, pues no se utilizaban todos. ¿Por qué no se utilizan todos los vagones de un tren? ¿Viajaría alguna personalidad en él? ¿Tendría anthrax? ¿Tendrían velocirraptores en él? Lo más probable.

   El viaje a Munich fue doloroso, porque apenas podía hablar con la Princesita. Con todo lo avanzados que son los alemanes, tienen en el sur del país unas áreas muertas de señal telefónica bastante amplias. Yo ya iba de los nervios. No había podido siquiera avisarla. Deben de quedar ya pocos desiertos de telefonía como esos en Europa.

   Después de salir del tren y abordar el S-Bahn en Munich, llegué al aeropuerto. Que, por cierto, ocurre como con el aeropuerto de Londres: son ganas de decir que la ciudad tiene aeropuerto. Está a tal distancia que podrían haberlo llamado Aeropuerto de Munich Adolfo Suárez y no habría quedado raro.

   Esperaba que la noche en el aeropuerto sería larga y pesada, y la verdad es que no lo fue tanto. Pasé la noche platicando con la Princesa, y leyendo. Cené unos bocadillos con coca-cola, y más tarde tomé un café. Me di paseos. El aeropuerto de Munich es bonito, sobre todo una plaza que tienen entre las dos terminales, rodeada de restaurantes. Quise comprobar dónde estaba el hotel para cuando regresemos, pero en eso me he sentido algo estafado: el hotel no está en la misma terminal, como daba a entender Google Maps, sino que hay que tomar un autobús durante un kilómetro y medio, más o menos. Pero bueno, al menos está allí. Cuando conseguí conectar una red wifi y encontré un enchufe en un rincón casi sin gente del aeropuerto, nos videollamamos un rato. Un par de horas antes de que pudiera facturar las maletas, encontré un rincón en el que pude descabezar un poco. No quise tanto como dormir, no quería que alguien se llevara mis cosas. Finalmente llegaron las cinco y media y pude facturar las maletas y, poco después, abordar el avión.

   El vuelo a Madrid no tuvo especial interés. En estos vuelos cortos Iberia no ofrece ni un vaso de agua, y el avión es más pequeño que uno de papel, pero el viaje fue corto y llegué sólo cansado a medias.

   En Madrid me esperaba mi familia. Salí de la terminal y nos fuimos a la plaza de Barajas a tomarnos algo. Mi antiguo barrio. No ha cambiado mucho, excepto porque ahora hay muchas más obras. ¿Será cierto lo de la recuperación económica? ¿Se están generando nuevas obras? Cuando me fui de España todo estaba bastante parado...

   Regresé a la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid y llegué a la puerta de embarque un par de minutos antes de que empezaran a llamar para abordar. Durante el camino a lo largo de la terminal pude comprobar que en mi vuelo viajaban dos personalidades importantes, que no mencionaré (esto sigue siendo un blog público, y no quiero tener líos). Sólo diré que uno de ellos era un político, creo que con su familia, y el otro era un presentador de televisón que de hecho estuvo sentado una fila delante de mí.

   Mi plan original, por experiencias previas en viajes largos, era ver películas de acción que ya me supiera de memoria para dormirme. Cuando vi la selección de películas del avión vi varias que me interesaban, así que hice por ver la versión nueva de Robocop. Me dormía. De vez en cuando necesitaba rebobinar para recuperar algunos minutos que me hubiera perdido, pero la película me gustó más de lo que esperaba. No es el típico remake en el que vuelven a contar la misma historia que ya nos sabíamos, sino que realmente trata temas diferentes, y es interesante. De todas formas, como vi que efectivamente me dormía, el resto del viaje lo pasé con películas que ya conocía: Thor: el mundo oscuro y Las Dos Torres (edición de cine, para que dé más sueño aún). La hora que me faltó de camino la pasé jugando al ajedrez, y me iba bien, pero no me dio tiempo a terminar la partida. La comida del vuelo fue unos macarrones con chorizo para almuerzo, y un bocadillo de jamón de york como merienda.

   Al llegar al aeropuerto de México D.F., y tras pasar el control de inmigración, debía recoger la maleta y, según supe después, volver a depositarla en orta cinta. Pero no me enteré, porque yo soy así, de no enterarme de las cosas. Y me salí de la terminal con maleta y todo dispuesto a volver a facturarla. Para ir a mi siguiente vuelo debía tomar un tren, llamado aerotren, que me llevaría a la Terminal 2 del aeropuerto. Una vez allí, llegó el momento de encontrarse con el verdadero conflicto del viaje.

   Primero me dijeron que había un problema, porque este último vuelo no lo hacía Iberia sino Aeromexico. Cuando fui a recoger el ticket me dijeron que el ordenador daba un problema porque no estaba pagado. ¿Cómo no va a estar pagado, pregunté, si yo había comprado todos los billetes juntos? Porque al parecer Iberia no había pagado a Aeromexico. Pero bueno, lo solucionaron ellos. Y entones, vino el segundo problema: overbooking.

   Me pilló de sorpresa. La primera vez que oí hablar del overbooking yo era un niño, y fue cuando dieron la noticia de que se había prohibido, no sé si en España o en toda Europa. Aeromexico todavía lo hace. Me dieron un billete sin asiento y me dijeron que en la puerta de embarque me lo solucionarían, que tenían un protocolo para esas situaciones: buscar un voluntario que, a cambio de dinero, estuviera dispuesto a cambiar su billete. Un poco traído por los pelos, me pareció a mí.

   Pero cerca de la mentada puerta de embarque había un mostrador de información de Aeroméxico, y después de hablar con ellos dos veces e insistirles en que me estaba poniendo de los nervios, me dieron ya un billete con asiento. Con lo que nos sentimos mucho más seguros. A todo esto empecé a comunicarme con la Princesa por SMS, porque parece que se me terminaron los datos de Roaming que puedo utilizar.

   El último vuelo fue bastante cómodo. Abandonamos México D. F. en una noche lluviosa y en seguida llegamos a Guadalajara. Se me hizo muy corto. Antes de recoger la maleta, a través de la puerta de salida, ya vi a la Princesa esperándome. Recogí la maleta en cuanto salió por la cinta y salí a darle un abrazo.

   Cómo describir... Por fin estábamos juntos. Por fin estaba ella entre mis brazos, diciendo mi nombre, apretándome. Amándome. Y yo a ella, profundamente. Por fin éramos uno. Por fin se había completado el viaje más largo, el más nervioso. Con ella estaban sus tíos y su madre.

   Llevo aquí tres días y hasta ahora toda su familia ha sido extremadamente agradable conmigo. Todos me han acogido, me siento como uno más, realmente. Estoy muy a gusto. Y estoy con ella. Siempre estaré con ella. Ya hemos dicho que nada nos puede separar, por lo que nada nos puede separar. Es un hecho.


   El futuro es hoy.

« Quién me vende un alma, y me presta esperanza, pues es el fin del camino... »
- "El Fin del Camino", Mägo de Oz.

2 comentarios:

  1. Majete!! Te veo trabajando en Altamira para Ericsson México.

    Pasadlo muy bien!!!!

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  2. Pues no te creas. Ahora mismo el plan es seguir en Austria, pero si oís que necesiten gente con experiencia allá quizá sea bueno que lo sepa, sólo por si acaso jajajajaja. ¡Un besazo guapa, gracias por los ánimos!

    Y recordad: keep calm, OPGE va bien, y no fue penal! :-p

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