martes, 8 de julio de 2014

Los Padres de Ella

   Llevo aquí una semana, y debo decir que estoy pasando el tiempo de mi vida. Todo el mundo, repito, todo el mundo sin excepción, me ha recibido en México con los brazos abiertos, y en unas pocas horas me han tratado como uno más de la familia. La verdad es que pensaba que si esta buena - buenísima - gente estuviera un poco resentida conmigo, no podría dejar de comprenderlos. Sigo siendo un español que se lleva uno de los tesoros más hermosos del lugar. Sigo siendo un desconocido, y la razón de que una hija única se aleje de sus padres. Lo habría entendido. Pero no, todo lo contrario: me han acogido, me han hecho uno más, estamos a gusto los unos con los otros, y me siento bienvenido, apreciado y querido.

   Ni siquiera están resentidos porque, después de tres partidos excelentes y de superar barreras infranqueables, el domingo, primer día que estaba yo aquí, México fue derrotado frente a Holanda y expulsado del mundial. "No fue penal" se ha convertido en una frase recurrente en este país, en un chiste repetido hasta la saciedad (pero que no deja de ser divertido), y que no me extrañaría ver en muy poco tiempo estampado en camisetas. Algo así como el "Han shot first" para los frikis.

   El lunes conocí el casco antiguo de Guadalajara. Muy interesante, en esta ciudad hay enterrada mucha historia de México. De un lado a otro hay estatuas representando a Miguel Hidalgo, enarbolando una antorcha y rompiendo las cadenas de los esclavos. La catedral de Guadalajara es particularmente bonita, así como la Plaza Roja (que se llama así popularmente por el color del suelo, no tiene nada que ver con la de Moscú ni con el comunismo en general).

   A la noche tomamos un autobús que nos llevó a México D. F. al día siguiente. Fuimos a la embajada de Austria a recoger el pasaporte con visado de la Princesa, y allí nos dijeron que de hecho, ese visado lo puede empalmar con su permiso de turista normal de tres meses. Así que, con lo que tiene ahora, puede quedarse hasta nueve. Recibimos la alegría con entusiasmo, y después el taxista que habíamos llamado (el mismo que atendió a la Princesa cuando fue a solicitar dicha visa) nos acercó al zoológico de la ciudad.

   Gorilas, hipopótamos, cebras, focas (perdón, leones marinos), jaguares... todo tipo de animales que yo no he tenido muchas ocasiones de ver en mi vida. Llama mucho la atención una raza de perro característica de estas regiones que llaman xoloescuincle, que no tiene pelo y está cubierto por una piel de color negruzco. Parece una especie de doberman andino.

   Después del zoológico tomamos el abarrotado transporte público de México D. F. para ir a visitar a un primo que la Princesa no veía desde  hacía diez años. Un tipo simpático, a quien al día siguiente oí decir que yo le había caído muy bien. Descriteriados. Después de descansar un rato en su casa, y cenar, regresamos a la estación de autobuses y dormimos el viaje de vuelta. El viaje entre Guadalajara y México D. F. dura cerca de seis horas. Los autobuses son lo suficientemente cómodos como para que puedas dormir todo el trayecto, pero no lo suficiente como para que verdaderamente descanses. Así que la mañana siguiente la pasamos en casa recuperando el sueño.

   A la tarde insistí en invitar a cenar a los Reyes (se entiende, los padres de la Princesa). Fuimos a una taberna típica Mexicana. Música en directo, muy buen ambiente, camareros amables, y, como ocurre en los Rib's españoles, una tabla de carnes para cuatro personas que difícilmente podrían terminarse cinco. A estas alturas mi familia política ya conocía mi buen estómago, pues he probado todos los platos típicamente mexicanos que me han ofrecido. Pero la Princesa se sorprendió de ver lo rápido que puedo beber el tequila. La verdad es que en ningún momento se me hizo fuerte, y tampoco se me subió, de manera que debe de estar bastante mejor preparado que los tequilas que nos venden en Europa.

   Hablando de la comida mexicana, creo que es la primera en todo el mundo que no me ha hecho extrañar la española. Es fuerte, y es posible que no todos los estómagos estén hechos para ella, pero es increíblemente sabrosa. Todo lo condimentan con chile, y casi todo con limón y sal. Pero la variedad de sus frutas y vegetales hacen que cada plato sea único. Me ha gustado particularmente el menudo, cuyo sabor me sorprendió. Las quesadillas son igualmente deliciosas con un poco de salsa de chile. El chile es adictivo. Hace que te arda la boca hasta sentirte como un dragón, pero no puedes dejar de comerlo. Me encanta enchilar las comidas.

   El jueves quedamos con unas amigas de la Princesa de cuando trabajaba en una empresa de afores. De cuando nos enamoramos. Allá estaban todas aquellas personas a las que me había pasado meses viendo a través de la pantalla, desde las que en principio pensaron que yo estaba con una banda de trata de blancas (y no es cierto, mi banda sólo vende gatas verdes (modo sarcasmo off)) hasta las que confiaron en nuestra relación desde el primer momento. Fue una noche agradable, y tuve ocasión de visitar otra taberna mexicana. Esta no estaba tan preparada para turistas, y aunque el ambiente era menos bonito, se sentía más auténtica, de alguna manera. El tipo de sitio al que la gente que vive aquí suele ir a menudo. Su tipo de antro, su tipo de bar.

   Desde luego espero que sea algo más característico que el que visitamos la noche siguiente. Con uno de los hermanos de la Princesa, terminamos en un antro gay, viendo a una travesti bastante divertida que vacilaba con todo el público. Y me dijeron que el sitio estaba muy vacío para lo que había sido, que ellos recuerdan tiempos en los que el lugar estaba llenísimo de gente, y era imposible conseguir mesa.

   Ese mismo viernes habíamos alquilado un coche, un compacto, durante seis días. Así que antes de esa visita cultural, tuve la ocasión de conocer el pueblito de Tlaquepaque (creo que se escribe así), un lugar bien bonito donde parece que son muy típicas las cosas hechas a mano, de tela o de barro.

   El sábado lo utilizamos para visitar Chapala, un pueblo precioso junto a un lago enorme. A mí se me hizo precioso. A la Princesa le deprimió ver lo mucho que había bajado el nivel del agua en los últimos años. Es un pueblo que, a pesar de estar junto a un lago y no junto al mar, se nota costero, y son típicos en él los mariscos. Probé los camarones a la diabla, que estaban buenísimos, y a pesar del nombre, tampoco me parecieron tan fuertes. Por la tarde regresamos pronto a la casa, y pasamos la noche de nuevo con los padres de la Princesa y su otro hermano con su mujer. Regresamos a Tlaquepaque para cenar y después nos tomamos unos tacos en un puesto callejero.

   El domingo nos reunimos con unos tíos de la Princesa súper simpáticos, que ya me habían venido a recoger al aeropuerto y nos habían invitado a comer otro día, y con sus padres, y fuimos a otro pueblo cuyo nombre no recuerdo (lo siento) a una piscina. Ellos lo llaman alberca. Pasamos allí el día e hicimos la comida allí mismo con una sartén eléctrica. La Princesa preparó tortilla española con jamón y chorizo, entre otras cosas. Lo curioso es que lo que nosotros llamamos tacos o tortas, aquí se llaman tortillas. Y allí estábamos los seis haciendo tortilla de tortilla. Que debe de ser algo así como buscar Google en Google. Fue un día fantástico, y en el camino de vuelta tuve incluso ocasión de conducir por estas tierras. Todo por carretera, la verdad es que no me atrevo a conducir dentro de poblado.

   Y me quemé. Por segunda vez este año. Tengo la espalda hecha unas brasas ahora mismo, pero mereció la pena.

   Hoy he conocido el casco antiguo de Zapopan, y me ha fascinado. Su basílica y sus principales plazas son preciosos. Me ha sorprendido también descubrir que el municipio fue fundado en 1547 o por ahí, de modo que apenas hacía 50 años del Descubrimiento y unos 30 de la llegada de Cortés. Debió de ser de los primeras colonias del país.

   La familia de la Princesa es increíble. Nunca he conocido una gente tan atenta con los amigos y con la familia. Tan dispuestos a compartir todo, tan deseosos de visitarse. Creo que aquí la gente tiene una media de 100 personas a las que pueden considerar buenos amigos. La puerta siempre está abierta, la gente llega de visita sin avisar y siempre son bienvenidos. Constantemente se preguntan cómo les va a los demás familiares que no están con nosotros (y es que es una familia considerablemente grande). La generosidad de espíritu de estas personas sobrepasa todo lo que yo esperaba, que ya era mucho a raíz de la Princesita. Y es que si algo me encantó de ella desde el principio fue eso, su cercanía, su preocupación por los asuntos más cotidianos de todas las personas que hay en su vida (y en la mía). Aún me parece increíble que sea capaz de recordar de memoria todas las fechas de cumpleaños de mis hermanos, mis padres y mi abuela. No creo habérselo hecho aprender, pero ella se ha quedado con el dato, porque lo considera importante. Siempre me pregunta por ellos, por todos.

   Aprendo de ella a ser mejor con mis semejantes. Aprendo de ella.

   Esta mañana el Rey me dijo algo hermoso: que se quedan bastante tranquilos de que ella venga conmigo. Que, o soy muy buen actor, o tienen claro que soy una persona de confianza. Y eso es todo lo que yo quería: conocerlos, que ellos me conocieran a mí, y que se quedaran tranquilos. Porque lo primero para mí es que la Princesa sea feliz, y nunca le falte nada.

   Y la verdad, pocas veces en mi vida he estado orgulloso. No lo estoy por mi nacionalidad, ni tampoco por mi profesión. Pero saber que puedo transmitir ese nivel de confianza en apenas una semana... Diablos. Supongo que ese es el trabajo de mis padres. Ellos me hicieron como soy, y los estoy profundamente agradecido.

   Días que faltan para regresar a los Alpes: ¡demasiado pocos! Siento que vivo en un hermoso sueño del que no tengo ninguna gana de despertar.

« - ¿Usted hace pesas?
   - No, las compro ya hechas. XD »
- Mi papisuegro.

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