viernes, 18 de julio de 2014

Casa dolce casa

   Sí, ya sé que el título está en italiano y no en alemán. ¿Pero a que suena bien?

   Los últimos días en México se dividieron entre la tristeza y la alegría y la esperanza. La Princesa siempre dijo que estaba tristenta: contenta porque se venía conmigo, y todo lo que eso significa para nosotros (que es mucho), pero triste por todo lo que dejaba atrás. Y era de entender. Hubo muchas despedidas, y fueron amargas. Y aunque ella asegura que es algo por lo que tiene que pasar, por lo que elige pasar, a mí me sigue doliendo verla pasar un mal rato. Me duele mucho.

   Pero finalmente llegó el sábado. Ya teníamos todo arreglado, todos los papeles a mano. Eso pensábamos. En el último momento nos dimos cuenta que no habíamos impreso el itinerario de viaje de la Princesa, y temíamos que se lo pudieran pedir en inmigración. El taxi llegó antes de la hora que lo habíamos pedido. Nos despedimos de mis papás políticos, de forma rápida pero muy emotiva. Nos dieron su bendición, y mandamos al taxi a buscar un cibercafé.

   Afortunadamente, el más cercano estaba tan sólo a unas calles, y ya, tras imprimir el itinerario, nos dirijimos al aeropuerto. Había tráfico. Denso. La Princesa se durmió cinco minutos en un taxi que avanzaba como un caracol entre un tráfico de hormigas a cuatro ruedas.

   La llegada al aeropuerto para facturar las maletas fue incluso más divertido. La noticia buena era que el vuelo se retrasaba, así que necesitábamos correr menos. La noticia mala era... que el vuelo se retrasaba, de manera que no alcanzábamos a tomar el siguiente. La empleada de Aeromexico que nos atendía veía extraño que Iberia nos hubiera vendido aquella combinación, que según ella, era imposible de tomar a tiempo de cualquier manera.

   Nos intentaron cambiar el vuelo por uno que, en vez de en Madrid, paraba en París. Lo cual nos puso nerviosos, porque, como veremos más adelante, era importante que visitáramos a mi familia en Madrid. Pero en el vuelo que iba de París a Munich sólo quedaba una plaza disponible, no dos, así que esa opción también se descartó. Al final se mantuvo nuestro primer vuelo a Madrid, pero el siguiente, de Madrid a Munich, se cambió a la mañana siguiente.

   La gente de Aeromexico se portó bien, la verdad. Vieron que no alcanzábamos a tomar un vuelo de Iberia, y se podrían haber desentendido: pero en vez de eso nos buscaron uno de ellos en el que pudiéramos entrar, y los estamos agradecidos por esa gestión. Ahora nos queda pendiente poner una reclamación en Iberia, porque toda la gestión de billetes de avión ha sido un poco desastrosa: empezando por mi billete de ida (que no pagaron a Aeromexico hasta que ya había llegado al D.F.) hasta que, en el momento de reservar los asientos para la vuelta, yo pude hacerlo on-line pero no hubo manera de reservar los asientos de la Princesa. Ni on-line ni por teléfono. Cuando llamábamos nos daban largas. Imposible conseguirlo.

El comandante de nuestro vuelo
   De todas formas, al final salimos ganando. El vuelo a Madrid fue de Aeromexico, y los aviones eran bastante más cómodos. Yo dormí dos películas, la Princesa sólo una, y vimos juntos una más sin dormirnos. Qué buenos actores son Jack Nicholson y Diane Keaton, hagan lo que hagan. Y además pudimos pasar una noche en Paracuellos, con mi familia.

   Allí la Princesa conoció a los miembros más cercanos del clan: mis padres, mis dos hermanos y mi cuñada, estaban todos allí. Todos la conocieron, la saludaron, la dieron la bienvenida. Ellá baciló un poco con mi hermano el mediano, pero hubo mucho buen rollo. Y algo de locura, como siempre que se junta toda mi familia, jeje.

   De los allí reunidos, algunos vieron ellos mismos lo que la Princesa y yo llevábamos en la mano. A otros se lo dijimos cuando ya nos íbamos a acostar. La prenda, el complemento, el objeto más preciado, importante y hermoso que he llevado nunca.

   El Anillo de compromiso que llevábamos desde hacía algo más de una semana.

   Porque sí, amigos, aunque por aquí no lo había anunciado, yo fui a México con un par de anillos de compromiso. Oro rosado, un par de piedrecitas en el de ella... "Mi precioso". Mi preciosa. Porque ella es lo mejor que he conocido, lo mejor que nunca voy a conocer. Porque es mi sol, mi luz, mi sueño, lo que más quiero en el mundo. Y porque, a día de hoy, ya tengo muy claro que quiero pasar mi vida con ella. Compartirla con ella. Hacer mi familia con ella. Y me consta que ella siente poco más o menos lo mismo. Sea como sea, no queremos que nunca más nada nos separe.

   Lo teníamos hablado ya desde hacía un tiempo. Sólo nos faltaba confirmar lo que queríamos, y hacerlo oficial. Sus padres agradecieron que pidiera la mano, que fuese hasta allí a hablar con ellos en persona, a asegurarles de que voy en serio. De que no voy a engañarla, ni abandonarla, ni rendirme ante nada con tal de que sea feliz. Que nada me importa más en el mundo.

   Tanto sus padres como los míos reaccionaron bastante bien con la noticia. Los míos cargados de buenos consejos, como siempre, nos desearon mucha suerte. Estábamos bastante nerviosos de decirlo, pero ya pasó ese momento, y ahora estamos más tranquilos, tratando de arreglar los papeles.

   Por cierto, sobre la burrocracia volveré a hablar en otro post, que tiene tela.

   Finalmente, a la mañana del lunes, tomamos el último vuelo que nos llevó a Munich. El hotel que íbamos a utilizar aquella noche lo habíamos perdido ya, como perdimos el tren que habíamos reservado. Pero sin problema, compramos otros billetes, probamos el Currywurst local mientras lo esperábamos, y emprendimos camino.

   Honestamente, aunque todo el mundo me había recomendado lo contrario, a mí el viaje desde Munich se me hizo mucho más pesado que desde Viena. El aeropuerto está totalmente afuera de la ciudad como ya indiqué, el S-Bahn se me hizo algo incómodo, y el viaje hasta la estación de Salzburgo interminable. Por otra parte, el viaje completo desde Zapopan nos llevó casi cuarenta y ocho horas, así que es lógico pensar que a esas alturas ya estábamos locos por llegar a casa.

   De hecho, nada más llegar a Sankt Johann nos encontramos con mis caseros, que nos dieron la bienvenida a los dos. Y tal era el cansancio que llevábamos encima que olvidé completamente decirles sobre nuestro compromiso. Se lo dijimos al día siguiente y ya brindamos.

   Ya estamos aquí. En nuestra casa. Sí, nuestra casa. Ahora tratando de organizar todo el papeleo necesario para llevar a cabo el matrimonio civil en Austria (ya que no nos permiten hacerlo en España sin estar residiendo allí).

   Ya estamos aquí. Al principio de nuestro futuro. Sí, de nuestro futuro. Un futuro en el que nunca tengamos que separarnos otra vez. Un futuro en el que, hagamos lo que hagamos con nuestras vidas, lo haremos juntos.

   Un futuro de abrazos eternos. Nuestros abrazos eternos.

   Amo a la Princesa.

« Dicen que cuando conoces al amor de tu vida, el tiempo se detiene, y eso es cierto. Lo que no te dicen es que cuando se reanuda se mueve extremadamente rápido para recuperar. »
- "Big Fish"
"I wanna hold your hands..."
 PD: Habrá otros dos post para hablar más en detalle de nosotros, de lo vivido, y de los problemas a los que nos enfrentamos ahora. Sé que los superaremos.

3 comentarios:

  1. No puedo pasar por alto comentar la última foto. Estáis jugando al súper Mario de la wii no? Jeje

    Enhorabuena pareja! Espero que os vaya muy lindo!

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    1. Jajajaja ¿cómo de friki hay que ser para identifocar el juego ahi? Jajajajaja gracias pollo!!!

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  2. Enhorabuena chicos!! ... que seais muy felices cuidando el uno del otro

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