jueves, 26 de junio de 2014

Contando los minutos

   Ayer miércoles amaneción de nuevo cubierto por una capa de nubes grises, como un manto triste sobre el pueblo que se niega a dejar paso a la luz del sol. A veces estos días tan grises resultan algo deprimentes, impidiendo que los rayos cubran el campo de sus diferentes colores. Una fina lluvia caía a intervalos. Sin embargo, a media mañana, el sol acabó por salir. Y luego se volvió a quitar. Y luego llovió un poco. Y luego volvió a salir el sol. Este es el tiempo con el que uno nunca sabe con qué ropa salir de casa. Ora necesitas un paraguas, ora necesitas unos pantalones cortos.

   Por la mañana, recién salido de la ducha, llaman a la puerta. Mi casera necesitaba urgentemente un secador para el pelo. Sé que era una llamada de desesperación por su parte, ¿pero se imagina alguien que yo utilice uno de esos? ¿Para mantener estilizada mi hermosa cabellera al viento, brillante bajo el escaso sol centroeuropeo, un Legolas de los Alpes? Me podéis imaginar agitando la cabeza de un lado a otro mientras escribo estas lineas, haciendo que mis cabellos floten como si estuviera bajo el agua, haciendo formas imposiblemente artísticas.

   Y, tonterías al margen, evidentemente no tenía secador de pelo.

   Hoy los de la tienda por fin me han devuelto el ordenador. Parece que funciona, pero durante un rato me ha dado problemas el controlador de la tarjeta gráfica. Estaba empezando a pensar que podía estar la tarjeta gráfica rota físicamente. Lo he actualizado todo, me he querido asegurar de que todo estaba en su última versión. Y nada. Al final la solución ha sido inhabilitar el controlador y volver a habilitarlo de nuevo. Si al final todo se arregla con apagar y encender. ¡Qué ilusión me hace volver a tener el aparatito!

   Aunque no tanta ilusión como despedirme de todos ustedes por unos días. Y no por el hecho de despedirme, ojo. Que no es que los desprecie. Me hace ilusión el motivo por el que me despido, que todos conocen ya muy bien. Me hace ilusión que, mientras escribo estas líneas, estoy contemplando la ropa de invierno mal colocada en el suelo, y más allá la maleta en la que suelo guardarla. La maleta ahora está rellena por un montón de juegos de sábanas que me sobran, un par de zapatillas, algo de ropa básica, enseres de limpieza, documentación, algún libro... Lo que uno necesita cuando viaja.

   Porque sí. Mañana viajo. Viajo a las estrellas. Viajo a vivir. Viajo a un sueño hecho realidad, que vive y que palpita, y que a partir del sábado por la noche no dejará de renovarse, crecer y mejorar cada día que pase. Viajo hasta el fondo del alma pasando por los peajes del destino, y ocurra lo que ocurra, nunca dejaré de crecer, de aprender y de tratar de hacerme más merecedor de ella.

   Ella. La sola mención de su nombre ilumina su sonrisa en mi cerebro, haciendo que suene música celta en el corazón. Los minutos se van haciendo más estrechos según se acerca el momento en el que volveré a abrazarla, a sentirla, a respirar cerca de ella. Que los sueños se cumplen, está claro. Yo no creí que una persona así siquiera fuera real. Pero lo es. Yo no creí que un amor tan intenso fuera posible. Pero es posible.

   Mañana, cuando regrese de trabajar, tomaré mis maletas y me marcharé a Munich. La ciudad alemana será el punto de partida para mi viaje, para mi vida, para todo lo que quiero.

   Es el primer día del resto de mi vida.

   Sólo faltan dos, y nos fundimos.

« Pase lo que pase te amaré hasta el día de mi muerte. »
- "Come What May", de la banda sonora de "Moulin Rouge".

No hay comentarios:

Publicar un comentario