miércoles, 5 de marzo de 2014

El peor compañero, y los mejores cinco meses

   No se preocupen, no es nada que me ocurra a mí. Pero creo que cierto personaje de nombre Cristoff empieza a ser digno de mención. Es un compañero de trabajo, que entró el mismo día que yo. El primer día, como yo, estaba tímido y desubicado. Al segundo ya se había soltado completamente la melena. Hacía bromas con todo el mundo, pero eso no era todo: es que ya andaba corrigiendo a la gente y repartiendo marrones. Después de un tiempo la gente empezó a sospechar que el chico parecía... un tanto especial. A otro compañero le persiguió hasta el baño para pedirle que hiciera una tarea.

   Bueno, yo no había tenido encontronazos con él todavía, pero sí notaba que tenía unos aires raros. Mira raro. Su mirada está a medio camino entre Hannibal Lecter en una convención de gordos, y Jack Nicholson en El Resplandor.

   Como los dos entramos el mismo día, esta semana nos han mandado a ambos al departamento de pruebas, que probemos un par de casos de uso, y veamos un poco cómo ve el cliente nuestro sistema. Está bien, está padre, estoy aprendiendo mucho. Pero la verdad es que es bastante aburrido. Ya, presa del más puro aburrimiento, ayer por ejemplo teníamos una en la que había que crear un tipo de vehículo, y "PRUEBA" estaba cogido. Así que le dije yo "Pues pon que es una nave espacial". Oye, el chico dicho y hecho, me siguió la coña y creó el tipo de vehículo Nave Espacial. Pero no contento con eso, cuando hubo que dar de alta los propios vehículos, empezó a ponerles nombre: el USS Enterprise, el USS Voyager, el Halcón Milenario, el X-Wing... ¿Y qué emergencia nos podemos inventar? ¡Pues una batalla espacial! El resto de la gente del departamento nos miraba raro mientras nosotros nos moríamos de la risa. Tuvimos ahí un momento entretenido. Y hoy hemos hecho algo parecido, pero con un campamento romano. Quiero decir, que en general hay buen rollo.

Nuestro vehículo de emergencias
   Pues hoy me ha dicho una cosa que me ha dejado he-la-do. Completamente. En nuestro trabajo existe una cosa llamada "Revisión de código": consiste en que cualquier cosa que entreguemos, un compañero cualquiera la revisa rápidamente para ver si está bien, sin más motivo que el que dos pares de ojos ven más que uno. Siempre se puede escapar algún fallo tonto. Y yo sé que este chico, a Javier por ejemplo, ya le ha corregido un par de tonterías MUY tontas, que son más bien tocadas de narices. Hoy me dice él, Cristoff, que hay muchas revisiones pendientes, y yo le digo que yo no reviso eso todavía. '¿Por qué no?', me pregunta. 'Pues porque llevo aquí dos meses y creo que cualquier cosa que corrija a alguien se la voy a corregir mal'. Bueno, pues su respuesta ha sido para enmarcarla:

   'Ya, pero es divertido dejar de trabajar un rato y molestar a la gente con convenios de código'.

   Yo no daba crédito. Los convenios de código son normas no escritas, no fijas, no estrictas, acerca de cosas tan importantes como que el nombre de una variable empiece por mayúscula o minúscula. No afecta en absoluto a lo que programamos; únicamente sirve para que el código, al leerlo, parezca más uniforme. Yo he parpadeado, creo que por un par de segundos ni he respirado. Le he pedido que me repita lo que había dicho. 'Sí, es divertido molestar a la gente un poco'. No se ha reído. No ha titubeado (y este chico titubea mucho).

   ¡Qué fiera! 'Pues nada chico, yo no voy a juzgar'.

   Por otra parte, he comentado a un par de jefes que tal vez sería sensato que no estuviera allí el resto de la semana, ya que aún tengo un programa que no funciona, y debería funcionar antes de irme de vacaciones. Pero me han dado largas y me han vuelto a enviar a hacer prácticas. Vale chicos, pero el viernes no me vengáis con prisas.

   El curso de alemán sigue yendo muy bien. La verdad es que cada día me lo paso mejor. Rodna (la macedonia) es un cacho pan que no para de ayudar. Y Luccica, la bosnia de la que hablé los primeros días, está como una cabra. Siempre que ve que tengo algo mal en el cuaderno me llama dándome golpes en el brazo como si se acabara el mundo. Hoy ya me lo he tomado a risas con ella.

   Pero la semana que viene me lo pierdo. Tengo cosas más importantes que hacer. MUCHO más importantes. Mucho más bonitas. Mucho más maravillosas. La semana que viene pertenece a la princesa. Es de ella. Se la ha ganado, y todos los esfuerzos del mundo son pocos para hacer que, para ella, sea algo inolvidable. Pasado mañana coge el avión. No hay nervios. No hay ansiedad. No hay ganas. ¡No, qué va!

Su flor favorita; por ella, me he
convertido en Tom Bombadil.
   Precisamente hoy hace cinco meses que nos conocimos. Evidentemente no anotamos la fecha en seguida, pero cuando vimos que lo nuestro era importante, Skype nos sacó de dudas. Creo que necesitábamos saberlo. Cinco meses maravillosos. Hoy hace cinco meses que, en un chat en el que buscaba conocer gente (no lo niego), conocí a una chica de México, con la que no creí que fuese a haber más que amistad, ¡porque estaba en México! Pero poco imaginaba yo que a base de bondad, de generosidad de espíritu (todo el mundo debería verla hablar amablemente con totales desconocidos, es un gusto mayor que ver atardecer sobre los lagos de Covadonga, en serio), a base de risas, de confianza y de cariño, esta persona iba a revolucionar mi corazón de la manera tan essagerada que lo hizo.

   Gracias, Aidita Princesa. Gracias por toda la luz que me has traído; gracias por toda la ilusión, por tus sueños, por tu bondad, y por lo maravilloso que lo haces todo; gracias, en nombre de la Humanidad, por ser parte de este mundo. Te quiero mucho.

   ¡Si te parece bien, quedamos el fin de semana! :-p

   Días para mirar a la princesa a los ojos y decirle todo lo que significa para mí (no sé si no he dicho esto antes): ¡tres!

« ¡Qué maravillosa es la vida ahora que estás en el mundo! »

- "Your song", Elton John

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