martes, 25 de marzo de 2014

Una promesa para la princesa prometida


   ¿Quién sabe qué es lo normal? ¿Cómo definiríamos lo normal? Lo normal es aquello cotidiano, conocido, que nos hace sentir seguros porque sabemos perfectamente lo que ocurrirá a continuación. ¿Cuántas personas pueden decir que han conocido algo normal en su vida? ¿Cuántas personas pueden asegurar que saben lo que va a ocurrir a continuación? Nadie sabe lo que nos va a deparar el siguiente minuto.

   Un niño puede ver a sus padres separados, y no saber con cuál de los dos va a pasar el resto de su juventud. Un soldado reserva puede ver un conflicto armarse cerca de la frontera europea, y no saber dónde estará el mes siguiente. Un adolescente que juega al baloncesto con su colegio puede ser observado por un ojeador que ve un potencial. Un policía puede amargarte unas vacaciones por una confusión. Un desconocido que se sienta a tu lado en el avión durante 13 horas puede hacer que el viaje sea inolvidable. Un funcionario de una oficina de turismo puede atenderte con una sonrisa y hacer que las siguientes horas merezcan la pena.

   Una chica preciosa puede dedicarte una mirada. Una sonrisa. Una caricia con los labios. Un te quiero. Una vida entera. Y de pronto hacer que todas las piezas del universo caigan en el sitio correcto.

   Y eso es lo que ocurrió cuando se alinearon los astros, y la chica que me quitaba el aire me dijo que lo hacía porque a ella le faltaba desde que me conoció. Lo imposible. Lo increíble.

   Aidita Princesa se regresó a tierras mexicanas. El viaje para ella fue largo y cansado. De hecho estuvo varias horas por Madrid, visitó el Parque del Retiro (ironías de la vida) y vio una manifestación de la que menos mal que no llegó a ver el final. Sí, la de la dignidad. Nos ha costado un horror separarnos. Y ahora estoy en ese estado en el que todo me recuerda a ella. Cuando saco mi libro electrónico, recuerdo que la última vez que lo saqué fue con ella en la tienda (para mirar el diccionario). Cuando salgo de la empresa, recuerdo la imagen de ella doblando la esquina y viniendo a la carrera a abrazarme. Cuando me pongo el pijama, recuerdo el suyo. Y así es y tiene que ser porque la quiero, y es con ella con quien quiero estar.

   Me pidió que no la fallara. Y no lo voy a hacer. Tenemos un siguiente paso. Además de los planes que ya comenté, y que de momento seguirán entre nosotros (no vaya a ser que las circunstancias cambien). Pero el siguiente paso está claro, es mío, y lo voy a cumplir: la primera quincena de julio (de hecho, empezando el último fin de semana de junio), yo viajaré a México. Para estar con ella. Para abrazarla. Para prometerle a los ojos que, por mi parte, es para siempre. Y también, porque ella ha conocido a sus papisuegros, y yo quiero también presentar mis respetos (y mis disculpas) a los míos.

   No la voy a fallar. Por nada del mundo.

   Hablando de otros temas, como dije, mis padres llegaron hace dos días. Han venido a ayudarme a terminar de montar la casa. Hemos pasado por un Ikea (igualito que el de Alcobendas), y hemos comprado una librería en la que hemos dejado el televisor. También me han traído de España más juegos de toallas, más ropa, y han comprado varios enseres más, como una tabla de planchar. También me hacía falta. Pronto tendré que comprar también un televisor nuevo, que el que me dejó Gerlinde no es nada bueno. Así como una bicicleta, para moverme por el pueblo (aunque sobre eso preguntaré a Patxi, que seguro que sabe dónde puedo comprar una decente y no demasiado cara).

   Tenéis suerte de que en el trabajo todo siga exactamente igual. Hoy no voy a aburriros con ese tema.

   Sigo pensando en la princesa. En ella. Es ella. Y si fuera ella.

   Días para volver a tener a la dulce princesa entre el calor de mis brazos y susurrarle al oído: 97 (son pocos, de verdad).

« Lo más grande que nunca te sucederá es que ames y seas correspondido. »
- "Moulin Rouge!"

PD: Sí, ya sé que no es la mejor versión del mundo de Dust in the wind, pero es muy apropiada, ¡frikis del rock!

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