martes, 3 de junio de 2014

El Rey es la pieza más lenta del tablero

   Debería haber escrito sobre este tema ayer, y no hoy. En pocas palabras: ha seguido lloviendo y escapando a intervalos (y volviéndonos locos a los que queremos saber con qué abrigo salir de casa), he tenido un examen de alemán que me ha salido un poco a medias (mañana sabré el resultado) y el trabajo que estaba haciendo avanza a marchas forzadas porque ahora mismo no depende sólo de mí. Bueno, que si dependiera de mí tampoco habría ninguna garantía de que fuese más deprisa, ¿verdad?

   Pero todo eso queda apartado en segundo plano ante la noticia que nos sacudió ayer a todos los españoles: el Rey de España, Don Juan Carlos I de Borbón (y, sólo por curiosidad, os recomiendo que busquéis su nombre completo, parece de un culebrón venezolano) abdica y cede la corona a su hijo, a quien presumiblemente en dos o tres semanas ya estaremos llamando Felipe VI (no, no éste).

   Y se abre ahora el eterno debate político en España. ¿Monarquía sí, monarquía no? ¿Tercera República? Por cierto, que hablar de la Tercera República en alemán es peligroso, por menos de nada te equivocas de palabra y nombras al Tercer Reino.

   Personalmente soy republicano. Es una pena, porque tengo que reconocer que Juancar siempre ha sido muy buen diplomático. Incluso el dichoso viaje de los elefantes seguro que estaba sirviendo para establecer o mantener algún contacto. Y su hijo ha estudiado desde el día que nació para desempeñar esa responsabilidad. Después de cuarenta y pico años, no se puede negar que esté preparado. Además, el Rey, y el Príncipe, por alguna extraña razón, son las únicas figuras que todos los grandes políticos de este país respetan. Creo sinceramente que si en estos casi cuarenta años los españoles no nos hemos liado a hachazos los unos con los otros ha sido por la mediación y la figura inamovible del Rey.

   Pero a mi parecer, los pros que puedan presentar estos reyes se quedan bastante eclipsados frente a los contras que presenta la institución monárquica. Para empezar, el hecho de que sea un puesto vitalicio. Hoy no sabemos qué tipo de gobernante va a ser Felipe (perdón) DON Felipe. No sabemos si va a gobernar en absoluto, o si va a hacer como su padre los últimos veinticinco años y va a seguir el ejemplo de la Reina de Inglaterra. Y en caso de que decida gobernar, lo cual seguramente no sería muy democrático, ¿cómo gobernaría? Personalmente me sentiría bastante tranquilo si supiera que dentro de unos cuantos añitos podemos echarle, igual que a un presidente.

   La segunda pega importante que me presenta la institución de la Monarquía es la sucesión hereditaria. No me cabe duda de que Filipo el Alto es un hombre sobradamente preparado, y al parecer, serio. Como he dicho antes, lleva preparándose toda la vida para ello. ¿Pero por qué tiene que ser él el sucesor? ¿Por decreto divino? ¿Porque nació para serlo? ¿Por qué el resto de los españoles no podemos decidir quién queremos que sea el jefe del Estado? Que Juancar, el mismo hombre que otorgó a los españoles la capacidad de votar quiénes querían que fueran sus gobernantes, ahora no tenga reparos en colocar a su chaval a dedo en el puesto más alto que se puede tener, es cuanto menos irónico.

   El tercer problema, por supuesto, es económico. Mantener una familia real (que es toda una familia, y no viven en un piso de setenta metros precisamente), sale verdaderamente caro a las arcas del Estado. Y ahora mismo no creo que esté el horno para bollos. De todas maneras este es un mal menor, porque como apuntaba alguien muy cercano a mí, si hoy la Monarquía desapareciera, el dinero que se le destina iría a parar a destinos que no tienen nada que ver ni con los ciudadanos ni con los servicios públicos que reciben. Así que tal vez no merezca mucho la pena discutir sobre eso.

   Así que sí. Juancar nos dio la Democracia, de eso no cabe duda (y al que salga con el argumento de que eso era lo que más le convenía, le recuerdo que antes hubo otro caudillito al que durante cuarenta años le funcionó relativamente bien lo contrario). A eso hay que estarle agradecido. Por muy podrido que esté actualmente el sistema (y lo está, y mucho), al menos tenemos la libertad de poder hablar del tema en voz alta. Yo lo puedo escribir en un blog público sin miedo a que me lo cierren, y mucho menos a que venga la policía a mi casa. Bueno, vale, sí, estoy en el exilio en cualquier caso, pero incluso en España no tenía ese miedo. Y esto, mis queridos lectores, tiene un valor que debemos saber apreciar. Yo no sería capaz de vivir en un país en el que no pudiera decir lo que pienso en voz alta. No sería capaz de vivir con miedo a que se me escape algo. A hablar demasiado alto, que me oigan los vecinos, que me oiga alguien que pasa por la calle, y me ponga una denuncia. Yo no podría vivir en el franquismo. Y agradezco enormemente a mi Rey (sí, sigue siendo mi Rey) que el franquismo terminara.

   Pero como el mismo Rey dijo en su discurso, ha llegado el momento de dar paso a una nueva generación, que ponga en marcha las reformas estructurales que la situación actual requiere. Dudo mucho que él lo dijera con un doble sentido republicano, pero yo lo voy a tomar así, que me viene muy bien. La Monarquía es una institución de la Era Clásica. El primer precedente que yo conozco es el de la dinastía que comenzaron un tal Julio y un sobrino suyo llamado Octavio, en cierta preciosa ciudad italiana, hace algo más de dos mil años. Gente que sepa más de historia que yo seguro que sabe encontrar casos anteriores.

   Pero el mundo ha cambiado. Se mueve a una velocidad de espanto, no podemos agarrarnos a él de lo deprisa que va. Y de la misma manera que llevo media vida defendiendo que, en el mundo actual, cuatro años de legislatura son una barbaridad (bien se ha demostrado ya que con dos te sobra para destrozar un país), con muchísima más fuerza voy a defender que el Gobierno en manos de una dinastía que se perpetúa indefinidamente, es una idea terrible, anticuada, y de la que podemos decir una única cosa buena: tenemos la enorme suerte de tener unos Reyes a los que no les da por utilizar su poder todo lo que podrían. Y, con lo divididos que estamos los españoles, bien que podrían.

   Pero como no se eche abajo esa institución pronto, esa suerte podría terminarse en esta generación, o la siguiente. Quién sabe.

   Mucha gente ha salido a las calles a pedir la Tercera República. Que se revise la Constitución. Como poco, que se pregunte a la gente si se quiere revisar. Yo habría ido, de haber estado en España (aunque últimamente no me entusiasman las manifestaciones de mi país, tengo mis razones). Pero voy a ir incluso más lejos: yo no sólo pediría que se consulte a la gente; además, pediría una ley que garantice que la misma pregunta se hará cada treinta o treinta y cinco años. Porque, de la misma manera que nosotros ahora nos planteamos si nuestra Constitución no merece una adaptación, una reforma, una actualización, un Service Pack, ¿por qué vamos a negarle el derecho a tener las mismas dudas a nuestros hijos? Al menos una vez por generación se debería hacer esta consulta.

   Por cierto, quienes me conocen saben que intento quitar hierro a las bobadas que dicen los políticos, porque son eso, bobadas que ya no engañan a nadie. Pero hoy nuestro Presidente, y después su segunda, han dicho una cosa que me ha parecido de una estupidez supina: que quien quiera cambiar la Constitución debe presentar una propuesta a las Cortes para que se vote. Esta idea es una soberana tontería, toda vez que ya sabemos (porque lo han dicho) que tanto el PP como el PSOE la rechazarían de plano, y que entre los dos partidos cuentan con unos 300 de 350 diputados. Lo único que los demás partidos pueden hacer es lo que están haciendo: tratar de convencer a uno de los dos de que cambie de idea.

   Pero, mucho me temo, que esa será otra historia y en otro momento será contada. No ahora. No este mes.

   Días para abrazar y besar y amar mucho a mi adorable Princesita, la cual también es republicana como la Princesa Leia: 25.

« Hay reyes y reyes. Y este podría dedicarse a gobernar. »
- "Alatriste" (filme)

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