domingo, 11 de mayo de 2014

Como lágrimas en la lluvia

   Lo cierto es que el verano aquí, si llega alguna vez, tiene aspecto de llegar mucho más tarde de lo que lo hace en España. De allí me llegan noticias continuas de un calor insoportable, de tener que andar en casa con poca ropa, de que tienen ganas de que vayan abriendo las piscinas. Allí deben de estar teniendo un verano adelantado. Mi nariz todavía recuerda el calor y los olivos de Andalucía.

   Pero lo que es aquí, parece que vivamos en tierras de los vikingos (y casi). La verdad sea dicha, tampoco llueve todos, todos los días. Normalmente llueve un día, y al siguiente hace mejor tiempo. Y al siguiente vuelve a llover y a estar totalmente negro, y al siguiente vuelve a hacer buen tiempo. Eso son buenas noticias, porque la próxima semana se supone que los días de curso (lunes y miércoles) nos toca sol.

   El viaje a España, junto con mi propia pachorra, tuvo consecuencias: prácticamente toda la fruta y verdura que tenía en el frigorífico se me ha puesto mala. Además, esta semana ha habido cosas que hacer, y me ha dado bastante pereza ir a hacer compra. Con lo cual, ahora mismo, tengo el frigorífico casi vacío. Eso al final ha resultado ser una buena cosa: he podido aprovechar para limpiarlo a fondo.

   La profesora de alemán parece querer ponerse las pilas para recuperar el tiempo perdido. Desde que regresaron las clases, manda para casa una cantidad de ejercicios bastante mayor de lo que solía. Ya no se tardan diez minutos como antes, sino que ahora entrega hojas que se tardan varias horas en resolver. Casi es de agradecer, me siento mal el día que no repaso algo de alemán. Ayer vi que prácticamente hemos terminado el libro, no sé qué haremos de aquí a que finalice el curso. He vuelto a ponerme con el Monkey Island, pero lo que más me ayuda es hacer más y más ejercicios. El curso que me regaló Diego, aunque básico, plantea diferentes situaciones, y puede ser útil para eso.

   Esta semana tuvimos también una fiesta de cumpleaños, de la novia de un compañero. Que estuvo bastante bien: hubo buena comida, buen vino y música de guitarra. Le hace preguntarse a uno qué le estará pasando al probe Migué, que hace mucho tiempo que no sale.

   La fiesta terminó con la mejor noticia que hemos recibido esta semana: ¡a la Princesa le han concedido el visado! Ya podemos estar juntos, bajo la ley, seis meses. Y ya pelearemos para que esos seis meses se extiendan. Nos ha hecho mucha ilusión. Yo creo que una parte de nosotros no lo esperaba. Y casi creo que podemos tomarlo como una señal de que debemos ir a por todas: el Destino nos lo está poniendo todo de cara, no hay cosa que no estemos consiguiendo, con el esfuerzo adecuado. :-)

   Ayer estuve a punto de hacer de coche escoba. Unos compañeros iban a hacer una excursión en bicicleta bastante larga, terminando en una subida a una montaña que tiene pinta de ser durilla. Y no tenían a nadie para que los siguiera de cerca en un coche por si alguien no conseguía terminar, o necesitaba ayuda. Para eso me prestaron las llaves de un coche de la empresa. Un monovolumen. Grande como la madre que lo parió. Yo estoy acostumbrado a conducir coches pequeños (los dos que he tenido hasta ahora han sido un Peugeot 205 y un Hyundai Getz), así que me daba algo de miedo. Pero tengo que aprender a hacer de todo, realmente.

   En cualquier caso, llegado el momento, el clima decidió tocarnos la moral: el tiempo nos hizo dudar hasta el último momento si la excursión finalmente se haría o no. Me presenté ayer a las ocho de la mañana, como habíamos acordado, en el garaje de la empresa, donde ya decidimos que definitivamente, el tiempo no parecía bueno, y posponíamos la actividad para el siguiente fin de semana. Y según voy caminando hacia mi casa, miro a las montañas meridionales y pienso "el caso es que parece que quiere abrir...".

   A las once de la mañana (la hora a la que me volví a despertar) teníamos un sol riquísimo. Alguno de los compañeros, de hecho, debió de decidir subir la montaña a pesar de los riesgos, porque nos envió fotografías. Y arriba hacía igualmente un tiempo delicioso. Así que finalmente se podría haber hecho. Me pregunto si, los que subieron de todos modos, querrán repetir la semana que viene.

   Hubo una conversación muy interesante el otro día sobre teología: un par de mis amigos parecen ser 100% ateos, y estuvimos discutiéndolo (en el buen sentido, no es que fuera una pelea), ya que yo soy más bien agnóstico tirando a creyente.

   Mis compañeros no creen que exista ningún ser supremo. Yo no creo que exista un señor con barba que esté al tanto de todo lo que hacemos cada uno de nosotros las veinticuatro horas del día, pero la existencia de todas las cosas del universo sólo se me hace posible si existe algún tipo de ser que a) sea eterno; b) tenga la capacidad de crear cosas de la nada; c) lo haga porque tiene voluntad de hacerlo, y no por ninguna otra razón.

   Cualquier cosa que no cumpla alguna de las tres condiciones anteriores, para poder llegar a existir, necesita que haya habido algo antes de ella. Eso es lo que a mí me dice la lógica. Y no estoy en contra de la ciencia, en absoluto, ni tampoco soy creacionista. Creo en el Big Bang. Completamente. Y no me refiero a la serie. Pero toda esa energía que estaba en algún lugar (menos mal que a la religión se la acusa de ser imprecisa), ¿cómo llegó a estar ahí? ¿Por qué de pronto un buen día estalló? Y seguramente, cuando conozcamos la respuesta a esas preguntas, se nos abrirán preguntas similares respecto a lo que hubiera antes del Big Bang. Y así una vez, y otra, y otra, y creo que sólo se puede llegar al auténtico origen de todo llegando a un ser como el que describía antes.

   Por otra parte, la verdad es que siempre me he sentido bastante afortunado en la vida como para no tener, alguna que otra vez, la sensación de que recibía ayuda. Y la agradezco, aunque no la comprenda, e intento responder en consecuencia.

   Otra cosa en la que creo profundamente es en el alma. Mis compañeros defendían que el ADN y las experiencias vividas es lo que hace que nuestro cerebro tome unas decisiones u otras. Yo no estoy en contra de la biología. Volvamos a lo de antes, no creo que la religión y la ciencia sean incompatibles. Indudablemente que nuestro cerebro funciona a través de reacciones químicas (y eléctricas, creo). La prueba la tenemos cada vez que nos emborrachamos. Pero yo no creo que esas reacciones sean lo único que determina lo que hacemos, al final. No puedo creer que seamos sólo carne, y de hecho, no podría amar a la gente si lo creyera. Si siento amor por las personas es porque creo que somos algo más. Y tampoco puedo creer que, desde el momento que nacemos, no seamos otra cosa que ordenadores programados para tener una salida de datos para cada entrada de datos específica.

   Creo en la voluntad. Creo que tenemos la capacidad de tomar decisiones. Que si algo nos diferencia de los animales y de las máquinas (y, de los primeros, relativamente) es la capacidad de decidir, capacidad que nunca deberíamos dejar de lado. Eso es lo que nos identifica, y lo que nos hace humanos. Y creo que en esas dos cosas, en el amor (saber contemplar la belleza por la pura belleza) y en nuestra capacidad de decidir, es donde se demuestra que somos más que carne.

   Esta capacidad de decisión también es un arma de doble filo: nos hace 100% responsables de las decisiones que tomemos, y de las consecuencias que traigan. Ahí no vale culpar ni a la ciencia (alguna vez alguien me ha dicho "lo siento, es que yo soy así", como si eso fuera una disculpa) ni a Dios ("lo que Alá quiere que ocurra ocurre, lo que no no ocurre", dijo Almanzor antes de quemar Compostela).

   Me gustaría destacar tres películas que, más allá de su carácter lúdico, me parecen bastante interesantes sobre estas disgresiones. Y si a alguien le convenzo a verlas, por favor, que no se deje cegar por los efectos especiales o el relato ligeramente absurdo de alguna de ellas, lo que me parece que las hace interesantes es su filosofía:

   Blade Runner, en la que, en un futuro distópico (y lamentablemente probable), unas máquinas se rebelan contra su Creador, por haberlas hecho tan imperfectas.

   Trilogía Matrix. Oigo ya rasgarse las vestiduras a alguien pero, más allá del tiempo bala (cómo molaba) o de las (absurdas) peleas de Kung-fu, estas películas planteaban estupendamente lo que nos hace iguales a las máquinas, y lo que nos hace diferentes. Para los hermanos Wachowski, lo que nos acerca a las máquinas es la necesidad de tener un objetivo en la vida; y, por otra parte, lo que nos hace diferentes no es el amor en absoluto (en ese sentido la escena de los softwares hindúes es absurda, pero necesaria), sino nuestra capacidad de decidir, y ser consecuentes con lo que decidimos.

   Star Trek Némesis. Ya no tenéis vestiduras que rasgaros, pero esta es la primera película de Star Trek que, además de entretenerme, me dijo algo: el villano de la película es un clon del Capitán Piccard, pero que ha vivido una vida muy diferente a este. Esta situación nos plantea, ¿qué tipo de persona seríamos cualquiera de nosotros si hubiéramos vivido en otras circunstancias? ¿Cómo sabemos que alguno de los peores dictadores de la historia, de haber vivido en otro tiempo y otro lugar, no habría sido una buena persona?

   En fin, me muero por oír más opiniones, me parece un tema muy interesante.

   Mientras tanto, sigo esperando con gran emoción el día en que me vuelva a encontrar con la Princesa. El día en que volvamos a abrazarnos. El día en que volvamos a decirnos a la cara que siempre nos querremos. El día en que pueda cogerle de la mano y decirle que siempre estaré ahí. Que pueda sentir sus suspiros, y ella cómo se me aceleran los latidos del corazón. El día en que vivamos juntos, decidamos juntos, y maduremos juntos.

   El mejor día que puedo tener. Falta para esto 48 días.

« Yo aspiro, señor. A ser mejor. B-4 no, y Xinzon tampoco. »
- "Star Trek Némesis"

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