martes, 6 de mayo de 2014

El viaje de Jack C++ Builder (parte 1)

   Muchos Entschuldigungs por el retraso, soy consciente de que hace más de una semana que no escribo. Tenía la cabeza puesta en otras cosas. Y luego viajé a España, y ya definitivamente sí que no estuve disponible.

   El motivo del viaje a España no fue el otro que el casamiento, boda o unión matrimonial de dos de mis mejores amigos. Creo que dijeron que hacía cuatro años que se conocían (yo, en cuanto salgo de un par de meses, pierdo la cuenta del tiempo, la verdad), llevaban ya tiempo viviendo juntos, y decidieron pasar por el altar. ¡Y qué altar! Luego llegaré a eso.

   La verdad es que uno podría pensar, a priori, que Austria no está demasiado lejos de España. Y es verdad. Pero cuando vives en una localidad pequeña lejos de cualquier centro urbano, los viajes se alargan considerablemente. Salí el miércoles de Sankt Johann a las cuatro y media de la tarde. Llegué al aeropuerto de Salzburgo a duras penas. Tengo que reconocer que no recordaba cuán lejos estaba el aeropuerto de la estación de trenes principal de la ciudad. Fue una suerte que no tuviera que facturar nada. Llevaba conmigo una mochila prácticamente vacía que tenía pendiente devolver a mi padre. La ropa para la boda ya me la habían comprado y estaba en España esperándome.

   Ay, el cielo. Masas de hidrógeno forman esas joyas plateadas del hemisferio que, con bastante falta de admiración, llamamos nubes. Nubes que hacen formas de todas las formas y tamaños, y a menudo se confunden con lo que nuestra propia imaginación nos ofrece. Para mí, el cielo siempre me recuerda a cada minuto que he pasado con la Princesa. Cada día desde que la conozco. Cada palabra suya. Cada sonrisa. Cada beso. Cada suspiro escapado. El cielo está en mi pecho y, espero, en su mente.

   ¿Estás sonriendo ahora?

¿A que dan ganas de tumbarse sobre una de esas?

   Cuando llegué a Frankfurt me encontré con que el vuelo destino a Madrid se retrasaba media hora. Como me moría de hambre, sí, compré un perrito caliente y una bebida. Uno pensaría que en Frankfurt los perritos calientes tienen que estar buenísimos. Pero no los del aeropuerto. De plasticorris como cualquiera hecho en China. Sólo una salchicha diminuta. Cuatro euracos. Y tres por la Coca-cola, que se note que es libre de impuestos (!). Menos mal que la mostaza estaba rica.

   Tras el segundo vuelo, en el que me dieron a cenar de nuevo (sí, lo esperaba, y no debía haber comprado el perrito, ¡pero me moría de hambre!), llegué a España alrededor de las doce y cuarto de la noche, casi seis horas después de haber salido de Sankt Johann.

   Al día siguiente, por la mañana, fuimos toda la familia a visitar a mi abuela, a Toledo. Fue una gran alegría volver a verla, así como a mis hermanos y padres, que los echaba bien de menos.

   Ya en este primer día empecé a notar cierto picor de ojos, evidente alergia, pero que aún no se manifestaba con fuerza. Crucé los dedos. Después de todo, todavía parecía que no me iba a afectar demasiado este año.

   Ya por la noche visité a unos amigos del pueblo en el que crecí, que también tenía muchas ganas de volver a verlos. A ellos, y a sus niños, que se están haciendo enormes. Y simpáticos a rabiar.

Quizá lo único que me gusta para visitar Paracuellos: vistas nocturnas impresionantes a la ciudad
   El viernes por la mañana fui a la estación de Avenida de América de Madrid para coger un autobús que me llevaría a la preciosa ciudad de Granada. Comprobé que han reformado este intercambiador. Lo han dejado bien bonito, y bien limpio, lo cual es de agradecer, comparado con el asquete que daba antes. Aquello no era una estación de autobuses, era un lugar al que bajar cuando uno se cansaba del oxígeno y le apetecía respirar únicamente humo, humo y más humo. Ahora está mucho mejor. De hecho, han separado las paradas de los autobuses de la zona de espera de pasajeros con mamparas, lo que lo hace mucho más cómodo. Sin embargo, las pantallas de información que han puesto, son bien modernas y bonitas y con una interfaz clara que se ve desde bien lejos: ¡pero les falta alguien que ponga la información de los autobuses, que falta más de la mitad!

   El viaje en autobús fue menos cansado de lo que uno pueda imaginarse. También es verdad que tengo amistades en Granada, y he hecho ese recorrido bastantes veces. Pero yo iba tranquilo, entre durmiendo y leyendo, y a mediodía estaba en la ciudad que perdió Abderramán. Me reuní con dos de mis mejores amigos, familia de la novia, cerca de la preciosa catedral. Cuatro meses sin vernos. Y aparezco más delgado y casi sin pelo. No sé cuál sería su sensación. Ellos estaban exactamente igual que la última vez que los había visto. Con mejor aspecto, sin duda preparados para el gran evento.

   Después de comer unas tapas (qué simpáticos son los camareros granadinos, que nos advierten de cuando ya hemos pedido mucho), tomamos el coche de mis amigos para ir hasta el lugar donde tendría lugar el acontecimiento. El lugar: Baena, cerca de Jaén. Preciosa localidad que se asienta sobre una colina, con un castillo que debió de ser impresionante en su época, pero ay, ahora, se encuentra en reformas.

   El hotel estaba bien, con un mobiliario de muy buen gusto. Se notaba construído en un edificio ya antiguo, pero que lejos de ser esto un hándicap, le daba un aspecto añejo, con mucho estilo, muy bonito. Debo decir, además, que no tuve ningún problema para dormir, las camas eran perfectas.

   Al poco de llegar me reencontré con la novia, con el novio, nos dimos abrazos, nos preguntamos cómo nos iba... Ellos se veía que habían estado nerviosos, pero ya todo lo que había que tener preparado se iba cerrando, y se iban encontrando mejor. Al poco tiempo, en la cafetería del hotel, nos encontramos con más invitados a la boda. A la mayoría yo no los conocía, pero resultaron todos ser personas muy simpáticas, muy prestas a entrar en conversación y a risas. Y cuando puede el cansancio, el vino andaluz reanima. También me encontré allí con los padres de la novia, a quienes he conocido casi tanto tiempo como a ellos, y son unas personas fantásticas a las que echaba de menos.

   Juntos, el novio nos dio un paseo hasta lo alto de la localidad, hasta el castillo. Desde lo alto de Baena hay unas vistas impresionantes de los campos de olivos de alrededor. Y si, como yo, tenéis la suerte de llegar a la hora de la puesta de sol, podréis comprobar estos bajo una luz entre dorada y rojiza que lo convierte en una experiencia especial.

La imagen no hace justicia a la luz preciosa que había.
   En verdad, viajar es una de las mejores cosas que hay. Si fuese en (cierta) compañía sería la mejor, jeje. Pero a veces también le hace sentirse a uno extraño: allá arriba, contemplando el rojizo ocaso sobre los campos de olivos de Jaén, se me hacía increíble pensar que dos días antes estaba picando código junto a las raices septentrionales de los Alpes austriacos. Parecía como si los cuatro meses en Sankt Johann hubieran sido tan sólo un sueño. Porque todo estaba igual: mis amigos estaban allí y viajábamos juntos, igual que lo hemos hecho decenas de veces los últimos diez años; todo el mundo hablaba el mismo idioma, jeje; el aire caluroso y el suelo desértico no dejaban ninguna duda de que me encontraba en casa. Y, sin embargo, ahora tengo la sensación contraria: ¿realmente hubo un viaje a Andalucía? ¿Hubo una boda? Es curioso cómo los recuerdos de los acontecimientos reales no se diferencian mucho de los recuerdos de sueños muy vividos. Supongo que de ahí parten tantos autores de ciencia-ficción para narrar esas historias en las que los sueños se mezclan con la realidad.

   En cierto videojuego llamado The Longest Journey contaban que en realidad existen dos mundos: Stark, el mundo de la razón y de la ciencia; y Arcadia, el mundo de la magia y del arte. Nosotros, obviamente, vivimos en Stark. Pero algunas veces la línea entre los dos universos no queda muy clara, y a través de los sueños, uno puede llegar a ver imágenes de Arcadia. Siempre pensé que la diferencia entre Madrid (mi hogar de facto) y Asturias (mi hogar de corazón) era algo así: viajar de Madrid a Asturias es como ir a un mundo completamente diferente. De distinto que es, cuesta trabajo creer que tan sólo se encuentren a cinco horas de viaje.

   Y ahora tenía la misma sensación: sólo tuve que viajar durante un día, pero todo era tan distinto de un lugar a otro, que bien podría haber estado en otro planeta. Eso sí, en un planeta precioso, con una compañía maravillosa, y, si hay que ponerle una única pega, es un exceso de olivos y calor.

   No es que me molesten los olivos y el calor. Los olivos, de hecho, me gustan mucho, y el calor, aunque no me entusiasma, era bienvenido después de la húmeda primavera austriaca. Pero la combinación de las dos cosas, y la ausencia de antihistamínicos en mi organismo, no me sentaron bien. Ya en esta excursión pude decir sin ninguna duda que me estaba afectando la alergia gravemente. Estornudaba sin parar, y llevaba en los bolsillos mi buena provisión de papel higiénico para sonarme la nariz que, una vez terminado, trataba de reutilizar hasta que se deshacía.

   Cuando terminamos el paseo cenamos en un restaurante en la plaza de la localidad. Buenísimo vino. Creo que me bebí como seis o siete copas, ¡y no me subieron! No sé si es que otras veces es más peleón, o es que aquí en la tierra de la cerveza me estoy acostumbrando a llevar una buena provisión de alcohol en sangre. Prefiero pensar que es lo primero, porque la verdad es que tampoco suelo beber demasiado.

   Y buena comida. Y buena bebida. Muy buen queso. Y el novio contándonos en clave tan humorística como realista cómo se habían conocido. ¿En serio el "truco de la Polaroid" funciona? Vaya, cómo no se me ocurrió nunca pensar en eso, jajaja.

   Voy a tener que ir cerrando aquí, que me estoy enrollando más que Fidel Castro, y me parece que estoy tardando mucho en llegar a lo realmente relevante: ¡la boa! ¡Lo regonita que estaba la novia, lo regonito que estaba el novio, lo regonitos que estaban los hermanos, lo regonita que estaba la cebolla caramelizada y lo regonitas que estaban las cigalas!

« Estás a punto de dar el primer paso hacia el viaje más largo de tu vida. »
- "The Longest Journey"

1 comentario:

  1. Olé! ¡Cómo lo pasamos! Han sido unos días muy entretenidos y divertidos. Salvo porque habías perdido peso te vi igual. Espero que no pase mucho tiempo hasta que nos volvamos a encontrar.

    Bezous!

    ResponderEliminar