lunes, 6 de enero de 2014

Los antecedentes

   Bueno, para contar mi viaje tengo que empezar contando de dónde surgió todo. Yo trabajaba en un proyecto de administración de tarjetas de teléfonos móviles, en Madrid. Era un desastre de proyecto. Siendo francos, lo era. Entre el cliente final y nosotros, como subcontratas, había algo así como cuatro niveles. El nivel de exigencia (en cuanto a horas y trabajo en días festivos) era muy alto. Y hace ya un año y unos pocos meses que un compañero decidió mandar al cuerno todo y marcharse a vivir a Austria, a un pueblecito del que le había llegado una oferta de trabajo.

   El pueblecito austriaco era Sankt Johann im Pongau, en la región de Salzburgo (unos 60 km al sur de la ciudad del mismo nombre). Durante el año siguiente mi compañero, Javier, volvió a visitarnos a España tres veces, si mal no recuerdo. Todas ellas poniéndonos los dientes largos: que el salario era mucho más alto, que el nivel de vida no tenía comparación con el de Madrid, que había escrito una novela (casi) entera en seis meses (detalle que para mí es bastante relevante, porque yo intento seguir esos mismos pasos), que los horarios eran mucho más estrictos (no se echan horas de más sin que te las devuelvan), que las vacaciones están mucho mejor organizadas, que el trabajo en general está mucho más organizado, que de hecho no te permiten empezar una tarea si no has terminado antes la anterior (que aprendan ciertos empresarios españoles, ya diré si este sistema aumenta el rendimiento o no)... Para colmo de males, ¡el tipo cada vez que venía de Austria estaba más moreno!

   La última vez vino con la noticia de que su empresa estaba buscando más desarrolladores, andaban cortos (sobre todo, por lo que se ve, de administradores de bases de datos), y que ni siquiera les importaba que no hablasen alemán mientras supieran inglés. Creo que de todos los que estuvimos en aquella comida, yo fui el único que realmente le envió el currículum. Porque tenía ganas de salir de Madrid. Porque tenía ganas de hacer algo diferente. Porque tenía ganas de tranquilizarme un poco (en Madrid es imposible ir a ninguna parte si no es corriendo). Porque tenía ganas de aprender profundamente sobre algún otro sitio. Porque tenía ganas de seguir persiguiendo mi sueño de acabar siendo novelista. Y también, seamos francos, porque España está hecha un desastre sobre el que no merece la pena detallar aquí.

   En octubre la empresa, Eurofunk Kappracher (la he escrito de memoria, perdón si no sé deletrearla) me hizo una entrevista telefónica que, francamente, estuve seguro de que me había salido horriblemente mal. Pero tardaron más bien poco tiempo (creo recordar que un solo día) en ponerse en contacto conmigo para decirme que me pagaban un avión y una estancia de un día para que conociera la empresa e hiciera "un día de prueba". Eso fue a mediados de noviembre.

   En el día de prueba me sorprendió que no me preguntaron absolutamente nada. Creí que me pedirían hacer alguna prueba o algo (como me dijeron algunos compañeros que había ocurrido con ellos). Pero nada. Me enseñaron las oficinas, me enseñaron los proyectos que tienen, y me dijeron cómo funcionan los contratos. La noche anterior salí a cenar con algunos compañeros que me había presentado Javier vía e-mail. Fueron muy simpáticos.

   Diez días más tarde tenía en mi correo electrónico el contrato para venir a trabajar. Me han facilitado una casa para el primer mes (que pertenece a otra empleada de la empresa). A continuación hablaré del viaje.

1 comentario:

  1. Es Kappacher, Pablo. No le cambies el apellido a los dueños que eso sí es motivo de despido :D

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