jueves, 17 de abril de 2014

Cuando Dorne se convirtió en Invernalia

   En la última entrada comenté que aquí la primavera es de tiempo variable. Bien. Ha mejorado. El lunes nevó.

   No una nevada suave y breve como la que puede caer en Madrid a principios de invierno. Una señora nevada importante, con copos del tamaño de pelotas de béisbol, que no se detuvo durante casi un día entero. Que cuajó. Que dejó el pueblo completamente cubierto por un manto blanco que, eso sí, no tenía un grosor demasiado espeso. La nieve duró menos de dos días. Aún queda algo arriba, en las montañas, pero al día siguiente en el pueblo ya no había nada. Tal vez no parezca gran cosa, pero nosotros no podíamos dejar de pensar que una semana antes habíamos estado comiendo en la terraza del trabajo, y yo me preocupaba por no tener una gorra.

Nuestras vistas a la hora de la comida

   Hablando de trabajo, lo de Áigor empieza a ser preocupante. Sigue llegando tarde, sigue sin avanzar tareas, y la mitad de lo que me pide parece ser perder el tiempo por perder el tiempo por el puro placer de perder el tiempo. Quiero decir, que si sabes línea por línea lo que hay que hacer, ¿no tardarás menos en hacerlo que en darme una explicación buena de las tuyas?

   Porque sus explicaciones hay que oírlas. El martes llegó a darme dolor de cabeza intentar seguir su línea de pensamientos. Es un momento muy especial cuando le preguntas una duda: te contestará tu duda en algún momento de los primeros dos minutos, para luego seguir contándote cosas de otra docena más de temas distintos que no tienen nada que ver con lo que tú le has preguntado; y además repetirá lo mismo cerca de cinco veces. ¿Imagináis un mecánico diciendo "Sí, hay que cambiar la junta de la trócola, porque es la trócola, y entonces habría que cambiarla, porque tenemos que cambiar la junta de la trócola..."? Así, sin exagerar. Total, que para cuando ha terminado la explicación, es imposible recordar qué te respondió a lo que tú le preguntaste.

   Además, noto que ya no soy el único que en la oficina está preocupado porque llegue tarde. Se baraja que le pase algo grave, o también alguien ha mencionado que tal vez esté haciendo entrevistas, buscando otro trabajo. Desde luego, como este hombre se marche, el proyecto se hunde. ¡Si todo depende de él!

   Hoy ya el día ha amanecido bien bonito. Pero bien bonito. El cielo muy muy azul, y la tierra muy, muy verde. La verdad es que es imposible no valorar lo que tenemos aquí: según sales de casa, ya tienes la oportunidad de mirar lejos. Puede parecer una tontería, pero en Madrid ciudad es imposible encontrar un sitio en el que puedas mirar lejos. Siempre hay alguna pared en medio. Es un auténtico gustazo levantar la vista y ver más allá una montaña enorme y entera, con un cielo cián coronándola. Y, por la noche, esa luna llena que tiñe el campo de plata.

La vista desde mi porche. Hay que valorarla.
   Por cierto, que en México pudieron ver un eclipse de luna esta semana. Una luna roja. ¿Será algún presagio de la que están liando los rusos? ¿Alguien me puede explicar exactamente cómo ilumina el sol a la luna para hacer las diferentes fases? Nunca lo he entendido del todo...

   Días para apapachar muy fuerte al ser humano más maravilloso que jamás ha nacido en toda la historia: 72. Te quiero mucho, princesa.

« El cerebro me confunde la cabeza. »
- Aiditaprincesa.

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