martes, 1 de abril de 2014

La vuelta al cole

   Es extraño. Cualquiera habría dicho hace una semana que a estas alturas las cosas estarían volviendo a la normalidad. Pero quizá sea necesario redefinir qué es eso de la normalidad. Porque lo cierto es que las cosas no son iguales. Ni parecidas. Sí, vuelvo a despertarme solo, me ducho, a veces platico un poco por WhatsApp antes de salir de casa (ya por poco tiempo, que creo que ya puedo ir contratando una línea de teléfono, iré el jueves) e ir al trabajo. Hago mis horas, me aburro con mi trabajo, me lo paso bien con mis compañeros, aprendo mucho alemán, y vuelvo a casa a hacer mis quehaceres, a escribir un poquito y a dormir.

   Pero... las cosas no son iguales. Nada es igual. Es mejor. Es mucho mejor. Me siento mejor. Me siento lleno, me siento ilusionado. Aspiro a algo. Espero algo. Trabajo por algo, no es sólo por seguir comiendo y pagando el alquiler. Y eso marca una diferencia enorme. Salgo de casa a primera hora de la mañana, y salgo con ganas.

   Bueno, a decir verdad también tengo ganas de terminar lo más rápido posible para volver a casa a dedicarme a las cosas que más me importan, ¿no? Pero es distinto, porque ya no me desespera la ingente cantidad de horas que paso mirando un código raro. Creo que estoy aprendiendo a aceptarlo como una parte del día necesaria para llegar a la siguiente.

   Áigor lleva dos días seguidos llegando sorprendentemente tarde. No sé si es que no llega a tiempo a coger el primer tren. Tal vez está haciendo una vida marital muy activa que le cuesta salir de casa. O tal vez se pasa las primeras horas de las mañanas dando de desayunar a huérfanos allá en Salzburgo. Sería bonito descubrir eso de él, ¿que no? Estoy divagando. El caso es que hoy casi no tenemos reunión de pie, porque claro, las de nuestro grupo, las dirige él que para eso es el que manda. Luego, a las cuatro y media de la tarde, cuando yo ya estaba por salir, me pedía que hiciera una tarea. Y la tarea no era mirar una tabla, no. Era una tarea de fácilmente un par de horas. Así que yo le he dicho que tenía que irme que tenía que pagar el alquiler (lo hago desde casa, jeje) y que mañana lo haría. Creo que al final lo hará él, no le importa perder toda la tarde.

   Ayer regresé a la escuela a hacer la parte 2 del curso de alemán para el nivel B1. Qué largo y complicado suena dicho así. No quería avanzar tan pronto a  la parte 2, la verdad es que no me siento del todo preparado. No se me han quedado muchas cosas de la parte 1. Por ejemplo, pued decir los números, pero no los entiendo cuando los dicen otras personas (lo paso fatal en la caja cuando compro). No se me ha quedado cómo señalar sitios. Las palabras izquierda y derecha, las estudiamos, pero la verdad es que no se me han quedado hasta que las he visto en un programa de ordenador esta semana. No sé cómo hacer muchísimos plurales.

   Pero la verdad es que me han convencido. Y seguramente hayan hecho bien. Durante el verano no hay cursos, así que mejor avanzar ahora todo lo que se pueda, y ya tendremos el verano para asentar los conocimientos. Tienen razón. La verdad que sí.

   La clase estuvo bien, aunque teóricamente debíamos ser nueve alumnos y sólo acudimos cinco: la conductora loca (que repite), tres que no conocíamos y yo. Y la verdad es que los tres nuevos creo que tienen bastante más nivel que nosotros. Tienen buenas conversaciones con la profesora. Me pregunto qué hacen en nuestro nivel. ¿También con miedo?

   En el trabajo hoy se ha hablado mucho alemán. M., Javi, Patxi y algún otro compañero me han estado explicando algunas palabras. Me he apuntado cómo se conjugan los verbos möchen (gustar) y... iba a poner el querer-desear, ¿pero veis? Ya se me ha olvidado cuál era. XD

   La verdad es que si escucho atentamente las conversaciones, entiendo más de lo que esperaba. No es tan difícil. Como dije a mis padres, creo que el alemán es un idioma relativamente fácil (o no muy difícil) de aprender a comprender. Lo que tiene que ser realmente complicado es aprender a hablarlo bien. Tiene tropecientas formas verbales como el castellano. Tiene tres géneros y no sólo dos como el inglés (pero sin que el masculino y el femenino estén supeditado únicamente a personas). Tiene una pronunciación extraña como el francés. Vamos, tiene lo mejor de cada casa europea, jeje.

   Tengo ganas de aprenderlo bien. De una vez. Y de entender, después de 24 años, ¡qué narices decían los malos de Indiana Jones y la Última Cruzada!

   Días para volver a apapachar a mi princesa entre el calor de mis brazos y hacerla sentir los latidos de mi corazón: 88.

« Quiero vivir, quiero gritar,
quiero sentir, el universo sobre mí.
Quiero correr en libertad,
quiero llorar de felicidad. »
- Amaral 

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