miércoles, 19 de febrero de 2014

El niño loco alemán tenía argumentos

   Hoy ha sido un día extremadamente lluvioso, aunque no demasiado frío. Sospecho que la poca nieve que pudiera quedar ya se ha ido. Y, no he mirado la predicción, pero me comentan que mañana será más o menos igual.

   Hace pocos minutos me han preguntado si se me había quitado la depresión de ayer. En parte sí, la verdad es que me siento mejor. Pero no es porque hoy haya tenido la sensación de que hacía un mejor trabajo, o de que esto no estaba tan mal organizado.

Este chico estaba grilladísimo antes de empezar la carrera...
   Empezando por la autocrítica, me he pasado el día entero desarrollando una solución para un error que vi ayer. Al final del día, y no antes del final del día, he visto que mi suposición era errónea, el error no era por el motivo que yo creía que era, y todo lo que he desarrollado no vale absolutamente para nada. Mañana volveré a depurar como si lo cogiera de nuevas. Por otra parte, en el eterno (se está haciendo eterno) error de la semana pasada, tampoco hemos avanzado nada: el programa sigue fallando, y sigue fallando únicamente en el ordenador del cliente. Me van a conseguir otro de características similares donde intentaremos reproducirlo.

   De toda la gente que tienen algo de experiencia o autoridad en nuestro equipo, hoy algunos estaban de vacaciones. Y, los que no, estaban todos en una conferencia en Munich. En la reunión de pie diaria (no es broma, se llaman stand-up meetings) el jefe ha pedido al equipo de desarrollo (a mí no, que supuestamente soy de base de datos, aunque ya se me esté empezando a olvidar) que, tal vez, si hace falta, hagan horas extra: la semana que viene se entrega versión, no pueden quedar incidencias de prioridad 3 (en una escala en la que 1 es lo más prioritario y 9 lo que menos) para el próximo miércoles, y hasta Patxi ha tenido que preguntar si, siendo así, es normal que faltase la mitad del equipo.

   La verdad es que media planta parece seguir aguardando a Áigor como agua de mayo. Mañana cuando vuelva se le va a acumular el trabajo, al pobre. No me gustaría nada estar en su lugar. Pero claro, tampoco me gusta estar en el lugar del nuevo experto en datenverteiler.

Soy el Arquitecto. Yo diseñé datenverteiler. Ergo. En consecuencia.
   La buena nota del día ha sido en el curso de alemán. El examen del otro día salió casi perfecto (el único error de hecho fue por pensar que un sie - ella en realidad era un sie - ellos, que es la misma palabra, pero se conjuga el verbo de forma diferente; podría parecer que mi interpretación también es válida, pero no, porque la frase estaba relacionada con una anterior, y eso es lo que no vi). Estamos empezando a perder la vergüenza entre los compañeros. Hay un chico, con el que ayer coincidí en un bar de hecho, que parece que se emociona y empieza a gritar las respuestas incluso cuando no le preguntan a él. Es bastante divertido. Incluso el compañero que al principio no se enteraba de nada ya se va soltando también. La chica ultra pequeña del otro día es la que parece más timidilla, pero también es que tiene una voz tipo Najwa Nimri con la que la pobre se puede imponer poco.

   Eso sí: la idea de que cada día reorganizamos las mesas en forma de U, y al irnos las volvemos a colocar como estaban... Algunos días lo hacemos rápido y bien. Hoy a la hora de volver a colocar las mesas no éramos capaces de no tropezarnos unos con otros. Bien visto, esos momentos también son bastante divertidos.

   He comentado a algunos compañeros la idea de hacer lo que en clase de Javier: un descanso más corto y salir antes. Pero nadie ha estado de acuerdo. Todos cogen el tren (que pasa uno cada hora) o quedan con alguien para volver, así que haciendo eso tendrían que esperar, después de la clase, en el frío. Bueno, tampoco regreso tan tarde. Más me preocupa que el trenecito para dos estaciones asquerosas me cuesta 2,30€. Y nos quejamos del metro de Madrid.

La Torre de Papel (perdón) de Babel. ¡Toma cursos de idiomas!
   Al llegar a casa me he encontrado otra sorpresa: una bonita caja procedente de España con cosas mías. Yupi. Me ha llegado ropa, me han llegado películas, me han llegado toallas, me ha llegado una plancha, me han llegado sábanas (esto sí empezaba a ser urgente, jeje) y me ha llegado mi querido disco duro externo.

   Días sin hacer ataque preventivo a los uñeros: 7. Hay uno que me está llamando a gritos, pero en cuanto deje de escribir ya cogeré un cable con el que jugar o algo.

   Días para que la preciosa princesa de Jalisco honre Viena con el roce de sus pies: 17 (como los garbanzos que hay en un cocido de 17 de garbanzos).

   Estoy pensando que tengo un reto nuevo con las uñas: debo aguantar sin morderlas POR LO MENOS hasta que las dos cifras se crucen. Preferiblemente más, claro.

« Cuando veas una estrella fugaz, guárdala en tu corazón;
es el alma de alguien que consiguió dar a los suyos su amor.
Cuando oigas a un niño preguntar por qué el sol viene y se va
dile porque en esta vida no hay luz sin oscuridad. »

- "La danza del fuego", Mägo de Oz.


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